Ledicia Costas, escritora: “La fantasía es donde me siento más libre, he abierto una puerta al más allá y voy a seguir por ella”

Daniel Salgado

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Dos planos temporales estructuran Pel de cordeiro (Xerais, 2024, en castellano Piel de cordero, en Destino), la tercera novela para adultos de Ledicia Costas (Vigo, 1979). En el primero, los estertores de la Inquisición, una familia de brujas sufre persecución y oprobio. Son las depositarias de saberes ancestrales y, por momentos, puente con fuerzas y mundos desconocidos. En el segundo, contemporáneo, tarotistas y adivinas se entrometen en la crisis de una mujer escéptica.

Con una escritura atmosférica y envolvente, Costas abre las puertas del alén mundo, el más allá, a su literatura para mayores (es una de las más exitosas autoras de obras infantiles y juveniles). “La fantasía es donde me siento más libre, he abierto una puerta al más allá y voy a seguir por ella”, afirma. Al público lector parece convencerlo: Pel de cordeiro va, en apenas tres semanas, por la reimpresión de su segunda edición en gallego.

¿Existen las brujas?

En la actualidad existen y están en activo una serie de mujeres que responden al nombre de brujas, tienen consultas abiertas y ejercen ese oficio con distintas modalidades. Puedes ir a una tarotista, a una componedora, a una bruja que a lo mejor no tienen en la puerta un cartel que la identifica como tal pero atiende en la trastienda de un bar. Otras cosa es...

Esa escena en la trastienda del bar aparece en la novela, ¿es real?

Sí, claro, yo hice mi recorrido por las brujas para ver cómo actúan, hasta dónde llegan, cómo son las consultas, qué técnicas usan. Tenía mucha curiosidad por conocer esa red. Y fue un delirio, demencial. También divertido.

La he interrumpido, decía “otra cosa es...”.

Otra cosa es que haya personas que se aprovechan de otras que están en situación de vulnerabilidad. Hay personas que acuden a esos servicios cuando están absolutamente desesperadas y en un momento delicado de su vida. No tienen otra alternativa y acaban acudiendo ahí. A veces se ponen en manos de gente desaprensiva.

Las brujas de hace dos siglos de la primera parte de la novela son sin embargo algo distinto.

Yo quería ese juego de contrastes. Hablar de esas mujeres que eran sabias, que dominaban perfectamente los ciclos de la naturaleza, sabían qué planta aplicar para según qué remedio o qué potingue y que vivían en los márgenes, discriminadas. Quería poner eso en contraste con las brujas que hay en la actualidad. La experiencia es distinta. La escena del soplete y las Tortugas Ninja es una escena que yo viví en una consulta. Ese juego de contrastes me parecía muy interesante. En la primera parte pretendía que esas mujeres con talentos y conocimientos fuesen el corazón de la novela. Y en la parte del presente quería poner el foco en el escepticismo.

De alguna manera, las brujas de hace dos siglos tenían un método científico, empírico.

Cien por cien. Además se usaban ellas a sí mismas como cobayas, sus propios cuerpos. Y a través del ensayo error. sí hacían un registro empírico de lo que funcionaba y de lo que no. Su manera de transmitir oralmente sus conocimientos me parece muy valiosa.

¿Y qué la atrajo de estas figuras para convertirlas en objeto de literatura?

Lo sobrenatural, todo lo que tiene que ver con el más allá, provoca una especie de rechazo pero también fascinación. Es algo muy atractivo. Y como toda mi constelación literaria gira alrededor de lo oscuro, del fatalismo, fue un camino natural hasta la figura de las brujas. También me interesa mucho el contexto feminista que empapa la novela. Las brujas son figuras superpoderosas para tratar el tema del feminismo en la literatura.

Hace décadas, de hecho, que el feminismo propone releer la idea de bruja, ¿le ha influido?

Fíjese que yo hice ese análisis a posteriori, no previamente. Soy muy visceral escribiendo y quería escribir sobre brujas, ese contraste entre los estertores de la Inquisición y el mundo contemporáneo y su escepticismo. Esas eran las bases. Después, la cuestión de las brujas relacionada con la recuperación del feminismo, las violencias, la maternidad u otras temáticas que aparecen en el libro aparecieron de forma absolutamente orgánica, espontánea. No estaba previamente planeado. Para mí es complicado abordar las temáticas de un libro. A veces parece que tenemos un tablón en casa y decimos: “Tengo que tratar este tema, este y este y con esto cumplo”. Pero en realidad no fue así. Son temas que tengo interiorizados. Si eres una escritora social...

La mirada de la autora.

Justo, es tu mirada y cuando escribes todo eso sale como una catarata. Escribo sobre brujas y cuando me doy cuenta estoy hablando de las violencias que heredamos en aquel momento, reivindico su figura desde el feminismo... Pero es una lectura que hago posteriormente.

Las brujas ya habían aparecido en sus libros para lectorado infantil y juvenil, pero no en las obras de adultos. Infamia (Xerais, 2019) o Golpes de luz (Xerais, 2021) eran sobre todo realistas ¿Por qué ahora?

La sensación que tengo es que Infamia y Golpes de luz fueron novelas de transición. No así Un animal chamado néboa (Xerais, 2015), que es de relatos, pero sí las otras dos. Fueron la transición para llegar a dar ese paso de abrir la puerta a la fantasía. Es el mundo en que me siento más a gusto y más libre. Mientras escribía pensaba: en realidad estoy haciendo lo mismo que cuando escribí A balada dos unicornios (2018), Escarlatina (2014), Os minimortos (2020), [populares títulos infantiles y juveniles, todos en Xerais], solo que ahora lo estoy haciendo para público adulto y estoy encantada. He abierto una puerta al más allá y voy a seguir por ahí.

La fantasía como el camino más indicado para llegar a la realidad.

Sí, solo que la fantasía es un nicho. Tiene su público adulto, pero es algo tan concreto, tan específico, que hay gente que no se atreve a entrar. Por eso yo no sabía muy bien qué iba a pensar de Pel de cordeiro y por eso estoy tan sorprendida con la recepción. Estoy expandiendo ese universo que llevo cultivando tantos años en mis libros para público infantil y juvenil. Pensaba que tal vez una parte grande del público que leyó Golpes de luz o Infamia no conseguiría entrar en esta poética de lo oscuro. Pero sorprendentemente está sucediendo todo lo contrario. Y aunque la novela tiene partes que son claramente fantasía, lo que produce más horror son las escenas realistas.

Sus libros se sostienen a menudo en la construcción de personajes, que son carismáticos, fuertes, muy trabajados. ¿A qué se debe?

No es una elección, es algo que sale de manera orgánica, de modo casi automático. Yo veo personajes y escenas en la cabeza mientras escribo como si fuese una película. Soy muy psicológica escribiendo, me gusta meterme dentro de la cabeza de los personajes... Supongo que por eso explotan, tienen cierto poder y son el centro de todo. En este libro también he intentado jugar a que las casa tuviesen vida. Me gusta mucho el concepto de casas con alma, con cuerpo porque una casa tiene una estructura pero que vibran, están vivas y tienen capacidad de tomar decisiones.

Esas casas con alma recuerdan a La maldición de Hill House, el clásico de Shirley Jackson, una autora de alguna manera presente en Pel de cordeiro.

Soy devota de Shirley Jackson. Y de Angela Carter, de Carcoma de Layla Martínez, La caída de la casa Usher... Es bonito, porque esa red de escritoras que me ha acompañado tantos años al final habita dentro de ti y cuando escribes sale. Me gusta tener conciencia de qué autoras, qué libros, qué novelas me han influido y por qué llegué yo a esta novela. Soy una escritora voraz porque soy una lectora voraz. Y están presentes, sus casas y sus criaturas.

Las brujas son una figura extremadamente popular en Galicia, ¿siente que la literatura gallega las ha tratado bien?

Me viene a la cabeza esa novela sobre María Soliña de Pemón Bouzas [A voz do vento, Xerais, 2014] o As fillas da meiga Lupa [Xerais, 2012], de María Solar, una obra juvenil. Pero diría que es natural que yo escribiese una novela sobre brujas. ¿Por qué no hay muchas más novelas sobre brujas en la literatura gallega? Porque pienso en Las brujas [1983, en castellano en Alfaguara] de Roald Dahl y digo qué clasicazo tan fantástico. Nosotros también deberíamos, con la fuerza que tuvieron, incluso a nivel antropológico, en la cultura gallega y en el día a día. Podríamos sacarle más partido y reivindicarlas como una de nuestras figuras populares.

Sus libros están traducidos y venden en varias lenguas, varios Premios Nacionales fueron para autoras y autores gallegos en los últimos años... ¿Qué significa esta eclosión de reconocimiento exterior de la literatura gallega?

Significa no tener que renunciar al gallego. Significa que desde el gallego puedes llegar a cualquier sistema literario del mundo de manera natural. Llegas al castellano, que es el más próximo, pero puedes continuar rompiendo barreras. Y digo esto sin romanticismo, porque lo tenemos mucho más difícil. Pero hay un trabajo de intentar romper prejuicios. Tenemos un sistema literario súper rico, no tan conocido fuera como merecería. Esa eclosión de la que habla es para mí un motivo de celebración. Juntas hacemos un equipo más poderoso, más fuerte.