Antón Sánchez: “Estamos a tiempo de no defraudar”
Antón Sánchez acaba de ser elegido portavoz nacional de Anova, la formación fundada por el histórico Xosé Manuel Beiras en 2012. En la jornada en que la formación ha fijado su postura sobre la tensa elección de la coordinadora nacional de En Marea el también viceportavoz de este grupo en el Parlamento de Galicia reflexiona sobre el tiempo “acelerado” de la política gallega en los últimos años, que dejó en uno segundo plano el “debate”, y sobre la necesidad de “reducir el ruido” interno. “La gente” que apoya a En Marea y a las fuerzas que la impulsan, dice, “acepta las diferencias políticas” pero se aleja cuando las formaciones políticas se centran en lo “nominalista y en lo orgánico” o no reflejan su “pluralidad”. [Entrevista realizada originalmente en gallego]
Una de las imágenes que marcó la asamblea nacional de Anova fue la de un violento enfrentamiento en el plenario. ¿Cómo lo vivió?
Para mí aquel momento fue muy sorprendente, porque la asamblea fue muy tranquila en el debate. Ese hecho para nosotros fue lamentable y no puede volver a suceder. En ninguna organización, y menos en la nuestra, donde nos tratamos de hermanos. Pero fue un hecho aislado que no tiene nada que ver con la actividad de Anova.
¿Han tomado medidas contra estas personas?
Hay dos personas que ya no son militantes de Anova y, más que medidas disciplinarias más allá de esas, la nueva dirección lo va a estudiar con más calma a través de la comisión de garantías para intentar que no vuelva a suceder.
Al margen de este episodio lo cierto es que mantuvieron un debate intenso sobre la formación de candidaturas y usted incluso señaló que le habría gustado una lista “de consenso” y que por eso va a intentar integrar a las personas que no participaron de ella. ¿De qué manera?
Es de los primeros encargos: dialogar con mucha gente de Anova que tenía discrepancias con alguna de las estrategias sucesivas después de años muy intensos, en los que no ha habido mucho tiempo para trabajar en la organización. Porque creemos que en la mayor parte de los casos hay diferencias estratégicas, pero no diferencias políticas de fondo. Ese diálogo debe fructificar en que esa gente que se intentó integrar en la lista se incorpore a la dinámica de Anova.
¿Qué retos diría que tiene Anova ante sí aparte de ese? Usted mismo dice que les hace falta fortalecerse...
Los que hemos estado desde el principio en Anova tenemos la sensación de que, desde su nacimiento, vivió un período apasionante pero a trompicones. No éramos una organización consolidada y a los tres meses de la asamblea fundacional vinieron las elecciones autonómicas de 2012. Ahora, en principio, tenemos dos años para fortalecer Anova y eso también fortalecerá la unidad popular. Es necesario fortalecer sobre todo la conexión con la militancia, crear espacios de debate y producción de alternativas y discurso. Anova ahí aporta la coherencia de haber apostado por una línea y haberla seguido desde el principio, aunque haya tenido costes internos.
¿Cree, entonces, que les faltan personas generando discurso, pensando con calma?
Totalmente. El tiempo electoral nos comió y una de las cuestiones que más se necesita es reunir y darle forma de programa político de ruptura al gran caudal de alternativas que surge en la sociedad. Porque las leyes no son neutrales ni inocentes y en este marco no hay posibilidad de transformación profunda. Por eso hay que elaborar alternativas, incluso en lo más concreto.
En su caso, le ha tocado relevar en la portavocía a una figura de peso, como es Xosé Manuel Beiras. ¿Cómo lo afronta?
Es un relevo en lo orgánico pero no para ocupar ese espacio, sería imposible. Yo soy Antón Sánchez, Beiras solo hay uno. Y colectivamente, como ha dicho muchas veces el propio Beiras, tiene que haber más gente que asuma su parte de responsabilidad y eso va a traer cosas positivas. Lo que ha tenido de bueno la llamada nueva política es que siempre que se le dan responsabilidades a la gente, aparece gente buena para asumirlas.
Hablan de responsabilidades internas en Anova, pero también en En Marea. ¿Cómo ve el panorama tras la elección de la coordinadora nacional y de la portavocía? El proceso no ha estado exento de tensión y tienen un conflicto por resolver.
Hacia fuera se ha trasladado un debate muy nominalista y yo creo que es un error colectivo. Tendríamos que haber tenido mucho más espacio para debatir políticamente lo que debe ser En Marea. Ese período de reflexión y debate era necesario, y es posible que lo tuviésemos que haber dado más abiertamente. En Marea no puede ser una organización política asimilable al sistema o simplemente una alternativa institucional preocupada solo de los tiempos electorales. Las instituciones deben ser herramientas, son útiles y hay que hacer un buen trabajo, pero tenemos que tener una organización capaz de conectar en la sociedad y ayudar en las luchas que se dan en la calle. Y esto no es demagogia; todos los avances que se han conseguido se produjeron cuando tuvo protagonismo la sociedad civil, cuando hubo gente peleando fuera: las preferentes, la minería de Corcoesto, los desahucios... Nosotros tenemos que ser una herramienta al servicio de esas transformaciones. Hay que dar ese debate, pero también reducir el discurso sobre lo orgánico y lo jurídico, que a veces sustituye a lo político.
¿Diría que la brecha interna es reconducible?
Nosotros como Anova ya hemos hecho un balance constructivo y crítico. Creemos que la elección de la coordinadora no refleja la pluralidad y la diversidad del espacio, y eso tampoco es un tema baladí si partes del diagnóstico de que la mayoría que sufre las políticas de la derecha es diversa y plural. Si no eres capaz de integrar eso bajo mínimos comunes no vas a ser capaz de plantarle cara. Es reconducible desde el punto de vista de que nosotros hacemos un análisis crítico, pero nos comprometemos a trabajar para que En Marea sea lo que creemos que debe ser. Estamos diciendo que vamos a dar el debate político, pero estamos jugando en el campo de En Marea.
¿Cómo cree que puede ver este proceso la gente que no siga tan de cerca la vida interna de las formaciones políticas y hasta ahora haya simpatizado con En Marea o con las formaciones que la impulsan?
A la gente que nos apoya le gusta que el debate se dé en términos políticos. Pero cuando se da en términos nominalistas u orgánicos le da impresión de ruido, de que no se hacen bien las cosas. Todos los mensajes que se dan tienen que ser entendibles: nosotros estamos luchando por que esta organización que nace con el mensaje de romper con las formas que nos impone el sistema responda también a eso a nivel organizativo.
¿Creen que se enfrentan a la desilusión, al pinchazo de las expectativas de cambio de los últimos años?
Existe, pero también existe la posibilidad de trabajar correctamente y construir. Existe si asumimos que el único objetivo es tener un grupo parlamentario, ediles o alcaldes. Gestionar lo existente. La gente puede comprender que atendamos los compromisos electorales, pero también hay que fortalecer la organización. Estamos a tiempo de no defraudar. Es cierto que siempre es complicado partir de expectativas tan altas, pero hay que escuchar a la gente que nos apoya. Y saber que lo que no quieren es ruido ni luchas por el poder sin argumentos por detrás.
¿Ha habido, entonces, una lucha por el poder?
Yo creo que hay diferencias de modelo. Legítimas todas, no estamos en posesión de la verdad absoluta, pero hay diferencias en eso. No son cuestiones personales, eso puedo afirmarlo. Otra cosa es que solo se traslade el barullo. Son diferencias de modelo, de objetivos prioritarios, en las que hay que llegar a una síntesis. Pero no creo que haya sido una cuestión de egos.
Estamos en un período que va a culminar en las elecciones municipales de 2019. ¿Cuál cree que debe ser el papel de En Marea en esas elecciones?
No quiero anticipar el debate de cómo se territorializa En Marea. Las organizaciones ahora deben ser muy flexibles y las mareas municipales tienen que ser las que decidan cómo se organizan para trabajar en red o no. Tienen que conservar su autonomía, que es compatible con ser un único sujeto político. El enemigo ya nos identifica como un único movimiento. Aunque no tengamos las estructuras clásicas.
El PPdeGa ha lanzado ya abiertamente la precampaña municipal, con las mareas en el blanco. ¿Cómo creen que le deben hacer frente en el campo en el que le toca más directamente, caso del Parlamento, donde los ayuntamientos están muy presentes en los argumentos del PP?
El Partido Popular es capaz de eso y de mucho más. Es capaz de atribuirle el paro y los desahucios a tres ciudades del país y después ir a Madrid a vender que la economía y las cuestiones sociales van muy bien. No sé cómo se come eso si las ciudades no van bien. Hay que dar la batalla teniendo claro que son el objetivo prioritario para el PP, porque el PP querría matar la esperanza que han significado y el ejemplo que pueden ser. Más allá de las posibles críticas a la gestión diaria lo cierto es que los poderes fácticos se ponen muy nerviosos cuando llega a las instituciones gente que no tiene ataduras en el pasado y puede decidir libremente sobre las cuestiones que les daban de comer a muchas grandes empresas. Y eso debe hacernos reflexionar: nos enfrentamos a un enemigo muy poderoso, no solo al PP. Hay que hacer piña alrededor de estos gobiernos y de todas las mareas que hay en el país.
Hace unos días Xoaquín Fernández Leiceaga [portavoz parlamentario del PSdeG] decía en una entrevista que la fortaleza del PP y de Feijóo no es tanto fortaleza propia como debilidad de la oposición. ¿Cree que lo ha tenido demasiado fácil en los últimos años?
Yo no quiero pasarme flagelándome, pero sí he sido muy autocrítico. Tenemos que analizar por qué ganó Feijóo y tiene que ver también con lo hecho por nosotros. Eso hay que decirlo. No debemos decir que todo y negro y que todo lo hemos hecho mal: hicimos cosas bien, somos la segunda fuerza política y hay una base para trabajar. Pero también hubo errores propios que contribuyeron a eso, no busco excusas. Más allá de que el PP no juegue en igualdad de condiciones, lo cierto es que hubo posibilidad de cambio y algunas cuestiones que nosotros hicimos en nuestro campo contribuyeron a que no se produjera. Pero la oposición al PP no se le hace solo en el Parlamento cada dos semanas, sino a partir de un trabajo más conectado con la sociedad, de hacer contrapoder. Es cuestión de ideas y de forma.
¿Ve capaz a En Marea de crear ese contrapoder?
Mucho del debate que se reduce a las cuestiones nominales de la coordinadora, que en mi opinión no lo son, viene por ahí. No podemos estar ya pensando en las autonómicas de 2020, es el momento de ser esa organización que sin tener mayoría en el Parlamento puede condicionar la política en el país. Ha habido movimientos como el 15M o determinadas fuerzas que han condicionado más desde fuera que en las instituciones. Ese es el debate. Quien piense que con estas instituciones y estas leyes se pueden hacer grandes cambios sí son utópicos y no nosotros, por preconizar discursos de ruptura.
Pero En Marea también es un grupo parlamentario. ¿Cómo evalúa el trabajo del inicio de la legislatura?
Ha estado marcado por varias cosas: somos un grupo con mucha gente joven, que tiene muchas cosas buenas pero también tiene que asentarse; y los presupuestos, que lo han condicionado. Ahora el grupo se está asentando y podemos actuar con mucha más claridad en el mensaje. Tenemos que tener un mensaje muy claro y contundente, y eso también se hace trabajando mucho nuestras alternativas. Yo soy optimista, tengo claro lo que funciona y lo que no y en este grupo hay material para que funcione.
El PP les recuerda habitualmente que AGE se rompió y especula con lo que puede durar unido el grupo de En Marea...
Las cuestiones a resolver son políticas, porque las relaciones personales son buenas. Si En Marea se consolida fuera, el grupo parlamentario hará un trabajo muy positivo durante cuatro años.