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Feijóo convierte en ariete contra el soberanismo catalán el principal debate parlamentario gallego

Feijóo, durante su discurso en el debate sobre política general de Galicia

David Lombao / David Reinero

Cuando, en 1990, Manuel Fraga fue investido por primera vez como presidente de la Xunta, el histórico líder de la derecha española inició un proceso de legitimación y cambio ante el país que le había otorgado una ajustadísima mayoría absoluta, la misma que relatos elogiosos posteriores acabarían retratando como aplastante. Fraga Iribarne moría políticamente y nacía Don Manuel, un político a la búsqueda de una Baviera filogalleguista que en su primera intervención parlamentaria lanzó lo que nadie se atrevería a atribuirle escasos años antes, como la creación de un Museo de Galicia con el apellido “Nacional”. Este miércoles su sucesor al frente del PP de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, pareció aprovechar el primer debate de política general de su tercera legislatura con mayoría absoluta para iniciar un proceso inverso, de la política gallega a la estatal.

Desde su propia convocatoria para este 4 de octubre todo el arco parlamentario gallego dio por hecho que el debate estaría necesariamente marcado por lo que aconteciese el 1-O en Catalunya y que el jefe del Ejecutivo se presentaría como referente de estabilidad frente al “desafío” soberanista. Feijóo hizo eso, pero durante los primeros veinte minutos de su discurso ante el legislativo fue mucho más allá. Tras repetir la promesa de fidelidad a la Constitución y al Estatuto que los presidentes realizan al asumir el cargo, Feijóo se lamentó de los “infaustos” momentos políticos derivados del independentismo catalán y retó al resto de fuerzas a tomar partido con sólo dos opciones: o con su postura o con la del Govern, que asimila a la de los “regímenes dictatoriales”.

“Me duele Catalunya”, dijo Feijóo, porque la Generalitat y quienes la apoyan se convirtieron en “golpistas” y ante esta circunstancia existen “fuerzas políticas supuestamente democráticas” que son ambiguas“ o incluso apoyan una reivindicación soberanista que es ”también“ un ”asalto contra Galicia“. Pero esa ”equidistancia“ advierte, va a tener que finalizar forzosamente en este mismo debate de política general sobre Galicia. El PP, avanza, va a promover una propuesta de resolución, una votación, en la que todos los grupos tendrán que dejar claro ”en qué lado están“.

“O se avala o se condena”, “no hay posibilidad de indefinición” y ni siquiera espacio para las “fuerzas políticas” que “falsamente pretenden arrogarse un supuesto trabajo de mediación entre dos supuestos extremos e incluso simulan dar alternativas” y “reclaman día sí y día también soluciones políticas que curiosamente no concretan”. El Grupo Popular y él mismo como líder, adelanta, “defendemos todas las medidas que sean necesarias” para evitar la independencia de Catalunya. Por la unidad de España, pero también por el “interés de Galicia” ante la posibilidad de una “quiebra del Estado de las Autonomías” que “abra paso a una balcanización” del Estado.

“Blindaje” frente a la “tiranía de las minorías”

A pesar de mostrar “respeto” hacia el “trabajo político que es necesario hacer en el asunto catalán” y presentar una “mano tendida” para que “el conjunto de los catalanes se sientan cómodos en España”, el presidente gallego empleó también su discurso para poner límites a eventuales negociaciones e incluso a futuros juegos de mayorías. En lo que puede ser considerado como una nueva recuperación de su exigencia de reforma electoral, Feijóo ve en el avance independentista catalán una muestra “más patente que nunca” de la “tiranía de algunas minorías”, a las que también achaca que en los últimos tiempos se “hablara más” de ellas que “de la gente que tiene dificultades económicas”.

En el marco de una crítica general a la “dependencia que los sucesivos gobiernos nacionales tuvieron del nacionalismo”, “germen del problema catalán”, el presidente de la Xunta clama por insertar en las “reformas políticas que necesita España” una apuesta para “blindar las administraciones frente al chantaje” de lo que define como “partidos que no aceptan el papel que les otorga la democracia”. Eso serviría para “evitar” que haya fuerzas “con capacidad para poner diques que nos impidan a todos avanzar”. Lo reclama, proclama, desde la “legitimidad” de “ser el único presidente” con mayoría absoluta y, por lo tanto, “el único al margen de este problema”.

El balance del primer año de legislatura y las promesas para los próximos años quedaron, así, en un segundo plano tras un discurso que se diferenció de los de años anteriores incluso en la tendencia del equipo del presidente a introducir en sus principales intervenciones parlamentarias diversas citas de galleguistas históricos y de otras figuras. Sólo hubo una cita textual y fue del poeta catalán Salvador Espriu. “Todos somos esclavos de la ley para que podamos ser libres”, dijo primero en catalán y después en gallego entre aplausos de la bancada conservadora.

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