El aparentemente brillante mundo de la cultura no es un mundo aparte. Las grietas y tensiones de la sociedad se reflejan en ese ámbito a veces de manera incluso más cruda. “Las personas que nos dedicamos al teatro somos ciudadanas, y los temas que están en la calle se encuentran también entre nuestras preocupaciones”, expone Patricia de Lorenzo (A Coruña, 1971), laureada actriz y fundadora de la compañía Chévere, “para nosotras es importante expresar algo en escena que tenga que ver con la sociedad, sea a través de un texto contemporáneo o no”.
Para De Lorenzo, la irradiación social del feminismo es, sin duda, uno de esos temas. “Uno de los valores de Chévere es ese, hacemos teatro feminista”, afirma. Volcados en los últimos tiempos hacia el teatro documental y de intervención, la compañía recibió el Premio Nacional del género en 2014. Fue poco después de triunfar con Citizen, una impresionante investigación sobre los orígenes del fenómeno Zara. Y en la que la perspectiva de género no está ausente: la acumulación originaria de Inditex se realizó en pequeños talleres de costureras repartidos por pueblos y ciudades de Galicia.
No solo en su propio trabajo detecta los efectos de la ola feminista. “La influencia de los últimos 8 de marzo es evidente en la temática de los espectáculos teatrales. Hay un cambio, se nota”, explica. El movimiento de emancipación de la mujer ocupa y preocupa a las dramaturgas contemporáneas. Pero la escena no acaba en el escritorio ni en el elenco. “Siempre me llaman la atención los cuerpos técnicos de los teatros, en los que solo hay hombres. Por lo menos en Galicia, cuando vas fuera hay alguna mujer”, dice.
Existen sin embargo otros ámbitos “más invisibles” en los que la presencia femenina es mayor: diseño gráfico, comunicación, producción o incluso cargos institucionales -es el caso de varias directoras del Centro Dramático Galego-. “En Escena Galega [asociación de empresas de artes escénicas] creamos una comisión de igualdad que, finalmente, no fue a buen puerto por falta de tiempo”, comenta.
Pero De Lorenzo, que habla desde Madrid en donde estos días representa Curva España -la última obra de Chévere-, es optimista. “El feminismo es un movimiento imparable”, considera, “aunque a lo mejor en Galicia tardamos en que se traduzca electoralmente. Pero soy optimista y creo que habrá cambio”. Cambio político, de alguna manera un nuevo paso paso para que continúe el cambio cultural. “Tendremos que gobernar las mujeres”, concluye, “dado que ya vimos lo que pasa cuando lo hacen los hombres”.