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La Universidade de Santiago trabaja en una vacuna contra la COVID-19 que no necesita frío pensada para países en vías de desarrollo

La catedrática de Farmacia María José Alonso en un laboratorio

elDiario.es Galicia

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La Universidade de Santiago de Compostela (USC) está trabajando en una vacuna contra la COVID-19 con el objetivo de que no necesite frío para su conservación, sea fácil de producir y, así, resulte una buena opción para los países en vías de desarrollo. El proyecto está en fase de evaluación clínica y el equipo se prepara para que el fármaco que desarrolla se pruebe en animales.

Al frente de la investigación está la catedrática en Farmacia María José Alonso, que trabaja con un equipo del Centro Singular de Investigación en Medicina Molecular e Enfermidades Crónicas (Cimus). El proyecto se basa, como algunas de las vacunas que ya se están inyectando, en la tecnología del ARN mensajero. Consiste en nanopartículas que contienen el ARN, de forma que, una vez administrada la vacuna, lo dirigen al interior de las células y transfieren la información genética, explica María José Alonso. El organismo reacciona produciendo el antígeno que dar lugar a la respuesta inmune y hace que el cuerpo se defienda de la enfermedad. Las nanopartículas del equipo de la USC fueron diseñadas específicamente en el proyecto y son diferentes a las usadas por Pfizer o Moderna.

En los meses que el equipo ha dedicado al proyecto ha producido más de 150 prototipos con diferentes biomateriales. Los probaron 'in vitro' y seleccionaron 10 candidatos para los test 'in vivo' para elegir el que diese mejores resultados. “Nos encontramos en fase de evaluación clínica de la vacuna. Los ensayos con animales dirán si la respuesta es potente y el siguiente paso será realizar los ensayos clínicos”, expone la investigadora. La tecnología que ha desarrollado el laboratorio se está probando desde el punto de vista del escalado en la empresa catalana Hypra, que será la encargada de fabricar la vacuna.

El equipo de la universidad compostelana forma parte de un consorcio con el IDIBAPS (Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer) y el Hospital Clínico de Barcelona, en donde se harán los ensayos clínicos. También participan la Universidad de Barcelona, la Universidad Libre de Bruselas, la Universidad Pompeu Fabra y el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC. Estos dos últimos serán los encargados de probar la eficacia en animales.

María José Alonso destaca que el objetivo es que la vacuna sea estable y hacerla accesible a países en vías de desarrollo, a los que aún no han llegado los fármacos que sí se están inyectando en otros países del mundo. En estos lugares, recuerda, las infraestructuras sanitarias son muy precarias y es difícil mantener la cadena de frío.

El proyecto es uno de los incluidos en el programa de micromecenazgo de la USC 'Suma valor'. Empresas y particulares pueden hacer aportaciones menores de 3.000 euros. También es uno de los 10 trabajos que el Instituto de Salud Carlos III financia en España con este fin contra el coronavirus.

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