La presidenta del Parlamento gallego carga en nombre del rey contra la separación de Iglesia y Estado
En pocos días Pilar Rojo dejará de ser la segunda autoridad de Galicia para incorporarse al Congreso como diputada electa por el PP de Pontevedra. Así, su papel como delegada del rey Felipe VI en la ceremonia de la translatio en la Catedral de Santiago, que conmemora desde el siglo XII el relato legendario de la supuesta llegada de los restos del Apóstol, ha sido uno de sus últimos actos como presidenta del Parlamento de Galicia. Todavía con la condición de jefa del legislativo gallego Rojo ha aprovechado el púlpito catedralicio para realizar una encendida defensa de la ligazón entre política y religión, entre Iglesia y Estado, y cargar implícitamente contra las autoridades que, como el alcalde de la capital gallega, Martiño Noriega, han venido apostando por diferenciar los eventos eclesiásticos y el trabajo institucional, razón por la cual no ha estado presente en la eucaristía.
Tras ser recibida en la Praza do Obradoiro por el propio Noriega, Rojo ha encabezado la comitiva religiosa y militar y política -también se ha incorporado a ella el presidente del Consejo de Estado, José Manuel Romay Beccaría-. Ya dentro del templo y frente al arzobispo, Julián Barrio, ha considerado todo un “privilegio tomar la palabra delante de este altar”. Esta, según la popular, es una forma más de “apoyar la labor cultural y social que se hace desde la Catedral para todo el planeta” y se incluye, a su juicio, en el “deber” constitucional de “tener en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española” e incluso de “honrar” tradiciones como la que este miércoles se conmemoraba.
Para quien es una de las dirigentes del PP gallego más próximas política y personalmente a Mariano Rajoy los dirigentes públicos deben seguir el “espíritu constitucional anclado en el principio de no confesionalidad” que, dice, es “diferente del laicismo”. Los valores laicos, esto es, la separación entre Iglesia y Estado, no están “contemplados” en la Constitución, dice, obviando, no obstante, que sí estipula que ninguna confesión tendrá carácter estatal.
Una vez lanzado el reproche y la apelación a “no olvidar nunca” la “deuda” de los “poderes públicos” con el “fenómeno jacobeo” Rojo ha desgranado, ya en lengua castellana, la parte del discurso más usual en actos como este. Así, una vez más la Casa Real ha pedido intercesión divina a través de una representante pública para la resolución de problemas sociales y políticos. En esta ocasión Pilar Rojo “implora” ayuda ante “momentos de agitación” en los que la “oscuridad del radicalismo pugna contra la luz de la libertad” y la “cultura de la violencia y la exclusión adquieren proporciones preocupantes”.
La “persecución que sufren los cristianos por el hecho de ser cristianos”, la libertad religiosa o la “inadmisible discriminación de la mujer” son también asuntos para los que la parlamentaria ha pedido la ayuda de Santiago el Mayor, a cuya intercesión apela también para “articular los procedimientos y ayuda necesarios” para las personas refugiadas o para que las “libertades no se vean mermadas por la intransigencia y el radicalismo”. El “ejemplo” de la “sabiduría, templanza y determinación” del Apóstol “nos servirán”, según Rojo, para “superar estos momentos de singulares dificultades y tribulación” y “abrir los corazones a la compasión”.
Como ha venido sucediendo desde los cambios en los gobiernos municipales el pasado mayo también en esta ocasión la intervención del arzobispo ha sido notablemente menos beligerante que la de la representante del PP. Así, en su homilía Julián Barrio se ha centrado en cuestiones religiosas para culminar deseando que la “pluralidad” social y política se combine con la “unidad” para que impere la “solidaridad, la justicia y la paz”. El alcalde de Santiago, por su parte, ha recordado posteriormente que una vez más el gobierno local ha cumplido su “compromiso” de diferenciar actos institucionales y religiosos y, en clave de “retranca”, ha sugerido la posibilidad de que la reprimenda de Pilar Rojo se haya dirigido a Alberto Núñez Feijóo, que tampoco acudió a la misa.