Camiones con el logo de la Xunta de Galicia circulan desde hace meses por la estrecha y, a tramos, vertiginosa pista asfaltada que une Froxán (Folgoso do Courel) con A Pobra de Brollón. El paisaje combina zonas donde el monte bajo reverdece con los cadáveres calcinados de pinos y castaños. Y al final del recorrido, dos kilómetros antes de Froxán y en medio de una ladera, maquinaria pasada amontona troncos ennegrecidos. Los trailers, cuyo peso ha convertido la carretera local en una sucesión de baches inevitables, los recogerán. El destino, tablero y pasta de papel. Pero antes, si se trata de terrenos de gestión pública, una subasta. 12.000 hectáreas ardieron en el lugar hace exactamente un año, en uno de los mayores incendios forestales de la historia de Galicia.
La Consellería de Medio Rural, en respuesta a preguntas de este periódico, explica que sus vehículos en O Courel retiran “madera comercial quemada” y transportan aquella de gestión pública a pujas organizadas por la propia Administración. Estas las regula un decreto de 1998 sobre la “enajenación de aprovechamientos forestales en los montes gestionados por la Comunidad Autónoma de Galicia”.
A las licitaciones se presentan empresas madereras y la Xunta entrega el material a la mejor oferta. Los últimos lotes en la provincia de Lugo, a la que pertenece O Courel, salieron a subasta el 5 de mayo y ya han sido adjudicadas. Dos de ellos salieron de parroquias en A Pobra de Brollón, uno por 52.000 euros y otro por 13.000.
El destino de esa madera es la trituración. Ana Oróns, secretaria general de la Federación Empresarial de Aserraderos y Rematantes de Galicia (Fearmaga), explica que los troncos procedentes de un incendio solo sirven en el mercado “si se movilizan pronto. Si es así, sus usos son los mismos que los de la madera verde”.
De lo contrario, se secan y los hongos proliferan. Se convertirán, sobre todo, en pasta de papel y tablero. Pero los costes suben, dado que la corteza no sirve, afectada por el fuego, y hay que pelarla. “Tiene poco valor añadido”, sostiene Oróns. “En contra de lo que puede pensar alguna gente, los maderistas somos los menos interesados en que haya incendios”, asegura, “trabajar en entornos quemados es difícil. La ceniza se levanta y causa problemas de respiración, no hay visibilidad...”.
Debate entre ecólogos sobre la regeneración del monte
El coordinador de Greenpeace en Galicia, Manu Santos, afirma a elDiario.es que los análisis y estudios de la organización ecologista “nunca han detectado que hubiese intereses económicos directos en que arda el monte”. “Es extraño que a alguien le interese que se queme un monte del que saca provecho económico”, añade. Y recuerda que la influencia del sector maderero en las políticas del Gobierno gallego es intensa.
Sobre lo que sí existe debate en el ecologismo, señala, es sobre los beneficios de las sacas después de un incendio. “Los expertos discuten si es mejor dejar los árboles quemados o no en términos de regeneración. Hay ecólogos que defienden que es bueno dejar una parte para regenerar”, dice.
En las 12.000 hectáreas que sucumbieron a las llamas en O Courel todavía quedan árboles quemados y en pie. La Xunta extrae alguna madera pero solo de los montes de gestión pública. En Galicia, indica Santos, “hay poco monte púbico”. La mayor extensión bajo control de la Administración gallega se encuentra en la Serra do Invernadoiro. Es parque natural y sufrió otro de los descomunales incendios de julio 2022: casi 7.000 hectáreas devoradas, 1.226 arboladas y el resto de monte raso. “Lo que se ha desbocada es la dimensión de los fuegos. Se considera un gran incendio forestal cuando sobrepasa las 500 hectáreas. Lo que ocurre ahora en Galicia es totalmente inaudito”, concluye Santos.