Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

En este espacio se asoman historias y testimonios sobre cómo se vive la crisis del coronavirus, tanto en casa como en el trabajo. Si tienes algo que compartir, escríbenos a historiasdelcoronavirus@eldiario.es.

En tres meses mi vida ha cambiado: he perdido a mi madre, he perdido mi trabajo, me he quedado sin ingresos

La turística Puerta del Sol madrileña vacía durante el estado de alarma decretado por el coronavirus

Lorena Fernández Martos

7

Tengo el billete de autobús Madrid-Logroño del 14 de marzo y que nunca llegué a usar. Lo guardaré como recuerdo para no olvidarme de todo esto, porque los seres humanos tendemos a olvidar.

Ese 14 de marzo yo iba a subir a mi pueblo de Navarra para pasar una semana con mi familia. Mi madre había fallecido repentinamente de un infarto el 29 de febrero, y yo estaba sumida en un dolor intenso. Se me hacía insoportable Madrid y necesitaba estar con mi gente, sentirme arropada, consolada, cuidada y que me dieran esos besos y abrazos, que son capaces de hacerte sentir protegida de todo lo malo aunque sea durante unos instantes.

Así que pedí unos días de vacaciones en el trabajo, y el 14 de marzo me marcharía a mi tierra para pasar mis primeros días de duelo. Pero me quedé atrapada en Madrid. El 13 de marzo fue el último día que fui a trabajar. Casi siempre iba andando: Lavapiés, Sol y Gran Vía, hasta llegar a Plaza de España. Los días previos al estado de alarma no me enteré de nada. Estaba demasiado sumergida en mi dolor,y era una auténtica zombie. Escuchaba por la calle el nombre de Fernando Simón, pero no le ponía ni cara.

Empecé a notar un poco la “anormalidad” a partir del 11 de marzo. Cada día había mucho menos tráfico y menos gente, y comencé a ver varias personas cargadas de bolsas de supermercado y, cómo no, era raro no ver a alguien sin algún paquete de papel higiénico. No entendía nada, y me parecía exagerado ese pánico que se estaba apoderando de casi todo el mundo.

El viernes 13 de marzo mi jefe me comunicó que harían un ERTE, y me mandó a casa al mediodía. Por el camino fui consciente de la gravedad de lo que estaba sucediendo. Jamás había visto Gran Vía y Sol tan desiertas. Las pocas personas que nos encontrábamos nos mirábamos desconfiadas y nos apartábamos casi por instinto, oliendo el peligro en cada una de nosotras.

Mientras regresaba recibí varios whatsapps de mi compañera de piso diciéndome que volviera enseguida a casa, que no me parara a comprar nada porque ella ya había hecho una compra gigantesca para varias semanas, y que había adquirido varios botes de alcohol de 96 grados, y también de lejía. Que por la tele estaban diciendo que se iba a declarar el estado de alarma al día siguiente, y que se iban a cerrar hasta los bares y los restaurantes. Esto último me impactó, ya que nunca me hubiera imaginado ver a este país con todos los bares cerrados.

Pensé en cambiar mi billete de autobús para ver si podía irme ese mismo día 13, pero Madrid era el principal foco de contagios y me entró el pánico de pensar que yo podía tener el coronavirus y llevarlo a mi pequeño pueblo de Navarra. Nunca me podría perdonar infectar a mi abuela o a cualquier habitante que fuera vulnerable. No podía cometer esa irresponsabilidad por mucho que necesitase el calor de mi familia para poder sobrellevar la muerte de mi madre.

En tres meses mi vida ha cambiado drásticamente: he perdido a mi madre, he perdido mi trabajo y me he quedado sin ningún tipo de ingresos ya que a día de hoy mi ERTE sigue sin estar tramitado.

Pero también me está sirviendo para ser más consciente todavía de lo imprescindible que son los servicios públicos, la sanidad pública, y para admirar aún más a esas heroínas y héroes que no paran de arriesgar sus vidas para salvar otras. Por eso me indigno tanto con la insolidaridad e irresponsabilidad de algunos individuos.

Al final me quedé sin los abrazos mágicos y los besos curativos que tanta falta me hacían para sentirme protegida.

Por eso necesito guardar este billete de Madrid-Logroño del 14 de marzo de 2020 que nunca llegué a usar: para no olvidar.

Sobre este blog

En este espacio se asoman historias y testimonios sobre cómo se vive la crisis del coronavirus, tanto en casa como en el trabajo. Si tienes algo que compartir, escríbenos a historiasdelcoronavirus@eldiario.es.

Etiquetas
stats