Al acabar la universidad, allá por 2005, Zeng Jacky consiguió un aburrido trabajo en una empresa de exportación de zapatos de Shanghai. No era lo suyo. Tras varios años en el puesto, se decidió por fin a hacer realidad el sueño de dedicar su vida a los dinosaurios. Su pasión, tan extraña como fascinante, tiene origen en el lugar que le vio crecer, Zigong, también conocido como “la ciudad natal de los dinosaurios”.
Cuando Jacky tuvo la idea de fundar una empresa dedicada al desarrollo y fabricación de estas bestias robotizadas (de todo tipo, forma y tamaño) ninguna otra compañía en el país lo hacía. Sin embargo, después de algunas investigaciones, descubrió que la demanda exterior era muy alta: había negocio. También el interés en el mercado nacional por estas criaturas era elevado.
Que en la propia ciudad de Zigong existieran tres grandes museos dedicados a los fósiles de estos antiguos animales le puso las cosas aún más fáciles. ¿Por qué no llegar a un acuerdo con alguno de ellos para retroalimentarse? Además, por aquel entonces, aún conservaba un peculiar recuerdo de su estancia en Alemania. Algunas de las calles estaban decoradas con dinosaurios de fibra de vidrio, y esos adornos atraían poderosamente la atención de los transeúntes. Pensó que un conocimiento tan antiguo como el de estos animales debía ser compartido. Algo de lo que en Europa ya se habían dado cuenta, pero no habían sabido aprovechar.
Por eso, en 2007, decidió impulsar ‘Dinosaurs World’. Dos años después la compañía recibía encargos de más de veinte países (desde España a República Checa pasando por Polonia, Reino Unido, Francia, Italia, Ucrania, Holanda, EE.UU, Venezuela, Chile o Canadá), y desde entonces ha puesto en el mercado más de 3.000 dinosaurios gigantes; 320 solo en 2014.
Trabajo a mano
Esta empresa se ha convertido en una de las principales productoras de réplicas milimétricas de estos enormes reptiles con cuellos largos, robustas colas y largas extremidades. Dinosaurios especialmente concebidos para museos y parques de atracciones, pero también pensados para convertirse en objetos de coleccionista capaces de atraer la atención de cualquier apasionado por los tiempos pasados.
Jacky comenzó a trabajar sirviéndose de las reliquias de un museo situado a solo veinte minutos de su fábrica. Copió los esqueletos. Quería recrearlos con precisión, recubrirlos de piel tan suave como la del ser humano, pero con la apariencia y la tonalidad de un dinosaurio, hacer que esos cuerpos se movieran, que parpadearan, que abrieran la boca, que generaran sonidos y que llegaran a parecer dinosaurios reales.
Admite Jacky que el suyo es un trabajo inusual. “Si quieres que se convierta en un buen negocio”, afirma, solo pueden llevarlo a cabo los que sienten pasión por los dinosaurios y tienen un gran conocimiento acerca de ellos. Es la única manera de que “el resultado sea espectacular”.
Su idea es expandir una cultura de ciencia ficción y exportarla a todos los rincones del planeta. “Es una emoción fácil de entender”, explica, para quien ha crecido oyendo historias de dinosaurios.
En esta compañía china trabajan 67 ingenieros divididos por equipos quienes, tallando e integrando piezas a mano, construyendo dinosaurios pieza por pieza. Lo hacen sin moldes y teniendo en cuenta los requisitos de cada encargo. Ya tienen más de 200 unidades diferentes en fábrica, aunque pueden personalizar cualquier diseño en base a fotografías y peticiones concretas.
Tampoco es un trabajo fácil. Hasta el momento, “nadie se había dedicado a crear dinosaurios con más de 200 materiales diferentes”, desde fusibles, cables, resina o pegamento hasta esponjas, fibra de vidrio, silicio, tierra, acero, caucho, pelo o incluso medias de señora. Una estructura metálica, motores, una esponja y un poco de pintura son los ingredientes más básicos y necesarios para dar vida a uno de estos personajes de película.
“Es nuestra habilidad especial”, afirma Jacky. Una habilidad en la que ya ha invertido más de un año y medio de su tiempo, esforzándose en probar, fallar y conseguir los mejores diseños como resultado. Reproducir sonido con la ayuda de altavoces, y movimiento con la ayuda de sensores y de los motores, por ejemplo, es una labor compleja.
“Crear la piel del dinosaurio precisa de gran técnica, y ninguna empresa hasta ahora tiene esa habilidad en otros países”, asegura. El sistema de 'Dinosaur's World' permite fabricar un dinosaurio robótico en cinco días - corriendo mucho, eso sí -, y entre 35 y 45 unidades cada mes.
Echar mano de la historia
Son dinosaurios que podrían haber salido de ‘Ice Age’ o ‘Jurasic Park’, capaces de provocar en nosotros el mismo miedo o ternura que los originales. Son animales alargados, redondos, altos, con dos o tres cuernos en línea recta, orejas en forma de corona y trasero rechoncho. Sus cualidades, como suelen revelar los arqueólogos, cambiaron muchas veces con el tiempo. Y eso es algo que estos ingenieros conocen.
Para que un trabajo como este dé sus frutos, los ingenieros tienen que recurrir a historiadores, organizaciones, investigaciones, paleontólogos, libros, enciclopedias y todo tipo de documentación fiable que permita asegurar que las reproducciones son fieles a la realidad pasada. “Aunque nos centramos en lo que pide el cliente, cada una de las partes del dinosaurio se fabrica siguiendo los descubrimientos históricos”, asegura Jacky. También se inspiran, claro está, en películas de ciencia ficción. Jacky reconoce que 'Jurassic Park' es todo un referente para su empresa.
Este empresario soñador está convencido de que el negocio de los dinosaurios robóticos tiene futuro. Son cientos los parques de atracciones que demandan sus productos, ya sea por llamar la atención de los clientes, por sentir la adrenalina de ser perseguido por un dinosaurio o por saber un poco más sobre el pasado del mundo que habitamos. Su objetivo es transmitir la magia de unos seres que desaparecieron hace muchos años y ninguna persona viva ha visto jamás. Tal vez sea esta la única oportunidad de hacerlo.
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