El pionero altruista que sentó las bases de WhatsApp y otros chats que usas a diario
El pueblo de Cascade, en el estado de Iowa, tiene algo más de 2.100 habitantes. Allí vivía Jeremie Miller a finales de los años 90, después de haber crecido en una granja de la misma zona rural. Pero a Miller no le interesaban los animales ni el campo, sino los ordenadores.
Aunque abandonó los estudios de diseño informático, las largas horas que pasó encerrado en su casa del pequeño municipio dieron sus frutos: el estadounidense es el creador de XMPP, un protocolo que utilizan chats tan populares como WhatsApp o los antiguos Google Talk y Facebook Chat (predecesores de Hangouts y Messenger). Pero, a pesar del éxito alcanzado por su vástago tecnológico, Miller ha preferido dedicarse a proyectos diferentes y dejar que otros triunfen usando la herramienta que creó en formato libre y abierto.
“Todo comenzó en 1998”, empieza a contar Miller a HojaDeRouter.com. Por entonces, “cada vez utilizaba más ICQ [un programa ‘open source’ de mensajería instantánea] y me di cuenta de que no había ningún protocolo estándar que pudiera compararse al SMTP [para correo electrónico] o al HTTP [para la Web]”. Así que, ni corto ni perezoso, decidió desarrollar él mismo el sistema que echaba en falta.
“Pasé varios meses investigando qué existía al respecto, qué necesitaba y cómo podía programarlo”, continúa Miller. Finalmente, durante las vacaciones, escribió “suficiente código para hacer una 'demo' de un protocolo simple que podría luego perfeccionar. Lo anuncié en 1999”, recuerda. Lo bautizó como Jabber, aunque le cambiaría el nombre más tarde.
A lo largo de ese año logró crear la pequeña infraestructura que sustentaba Jabber.org, el primer servicio de mensajería instantánea apoyado en su idea. La red estaba formada por un servidor, varios ordenadores conectados al mismo, librerías de código para implementar diversas funciones y distintos protocolos abiertos para intercambiar información codificada en lenguaje XML −XMLbasado en etiquetas y usado para almacenar datos en formato legible−. Miller concibió la plataforma como un campo de pruebas “para ejecutar nuevas versiones del código y experimentar con funcionalidades”.
Técnicamente hablando, el XMPP “pertenece a lo que se denomina ‘middleware’ orientado a mensajes”, explica María Antonia Martínez, ingeniera informática y profesora de la Universidad de Murcia (UM). Como cualquier protocolo, establece una serie de normas para que dos máquinas se comuniquen en el mismo idioma. En su caso, lo hacen intercambiando mensajes cifrados en XML.
Los clientes u ordenadores se conectan a un servidor XMPP al que envían los mensajes, y este “se encarga de distribuirlos entre los distintos receptores”, explica Martínez. En cada intercambio se mandan y reciben tres tipos de información: el contenido que se quiere transmitir, indicadores de presencia de un usuario (si está o no en línea, el estado, el alias...) y otros detalles, como informes de errores.
El invento atrajo a toda una comunidad de desarrolladores y amantes de la tecnología que constituirían, junto con Miller, la Fundación del Software Jabber (JSF), encargada de coordinar los proyectos, tanto abiertos como corporativos, basados en la iniciativa original. Sus miembros han ayudado a “desarrollar las implementaciones y mejorar el protocolo para que el sistema pudiera soportar todas las funciones propias de la mensajería instantánea”, cuenta el estadounidense.
Un año después del nacimiento de Jabber, Miller solicitó al Grupo de Trabajo de Ingeniería de Internet (IEFT) –una organización internacional que establece estándares tecnológicos− que considerara el XMPP para su normalización. La entidad dio el visto bueno a un equipo de trabajo dedicado a la tarea y, en 2004, aprobó varias de las normas que integran el protocolo. La Fundación para los Estándares de XMPP, heredera de la JSF, sigue activa y gestiona las nuevas extensiones y normas desarrolladas por la comunidad.
Tecnología maleable
El sistema es descentralizado. “Esto no quiere decir que no haya servidores”, aclara Martínez, sino que “las aplicaciones que envían los mensajes no saben la dirección IP de los receptores”. Solo los servidores XMPP, que distribuyen la información, identifican a los destinatarios. Es, además, extensible: “Aunque define un estándar de la estructura que debe tener los mensajes, esta puede modificarse”, explica la investigadora de la UM.
“Independientemente del lenguaje de programación de una ‘app’, los mensajes se entienden: puedes enviarlos desde una aplicación desarrollada en Java, como WhatsApp en Android, a una creada en iOS”, indica Martínez. Otra de las ventajas del XMPP es que permite el uso de pasarelas, un tipo de servidores configurados para traducir los mensajes a otros protocolos de mensajería, como el ICQ, o a los de SMS y correo electrónico.
“Es uno de los mejores protocolos que pueden utilizarse para mensajería instantánea y chats”, afirma Martínez. Además, su carácter abierto disminuye los costes que supone adoptarlo para desarrollar cualquier proyecto.
Lo han utilizado tanto Google, para su aplicación Talk (hasta 2013), como Facebook, para el chat que precedió a Messenger, o WhatsApp, aunque todos han partido de versiones modificadas o han introducido algunos cambios sobre el estándar para mejorarlo y adaptarlo a sus requerimientos. Miller se declara “muy orgulloso” de su gran utilidad: “La idea original era que fuera extensible para satisfacer todas estas necesidades de comunicación”.
Cuando su retoño creció lo suficiente para valerse por sí mismo, el estadounidense lo dejó a un lado para centrarse en otros planes. Fundó la ‘startup’ Singly, desde donde lanzó el proyecto Locker, una herramienta para que los internautas pudieran recuperar y gestionar los datos de su huella digital. También ha trabajado como director técnico en el desarrollo de un motor de búsqueda para Wikia, el desaparecido Wikia Search. Actualmente, Miller forma parte del equipo de Filament, una empresa que desarrolla tecnología para llevar la internet de las cosas a la industria.
No le importa que el servicio de mensajería original (Jabber.org) no se generalizara y tampoco se ha planteado crear su propia aplicación. “Hace mucho tiempo que me he desvinculado”, asegura. Si pudiera volver a los años 90, lo primero que haría sería cifrar los mensajes y exigir esta medida de seguridad desde el primer momento. Su objetivo nunca fue rentabilizar la tecnología: “Mi pasión era crearla, no utilizarla en mi propio beneficio”, concluye.
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