Fingían disponer de una inexistente solvencia económica y llenaban sus oficinas de fotografías de la Familia Real y de otras autoridades para afianzar a sus clientes. Él, incluso, se hacía llamar 'Príncipe'. Y una vez falseado su modus vivendi, se dedicaban a comercializar productos financieros con los que prometían elevadas rentabilidades y una rápida devolución. Las cantidades, sin embargo, nunca fueron recuperadas y lo que parecía un acreditado servicio de asesoramiento financiero acabó convirtiéndose en una macroestructura piramidal con la que habrían defraudado unos ocho millones de euros a cerca de 200 víctimas.
Más de diez años después de que la presunta estafa fuese destapada, los nombres del falso príncipe Jürgen Ludwig Hohenhole y de su esposa, Beatriz D., vuelven a saltar a la palestra. La mujer se sienta estos días en el banquillo de los acusados bajo peticiones de condena de hasta ocho años de prisión. Su marido fue exonerado el año pasado por problemas de salud.
Desde que los hechos salieran a la luz y el matrimonio acabara detenido en marzo de 2012 por el Grupo de Delincuencia Económica de la Policía Nacional, el caso ha atravesado numerosas vicisitudes, entre ellas la reanudación del juicio la pasada semana tras más de dos años paralizado en la Audiencia Provincial de Balears a raíz de los problemas médicos alegados por el 'Prinz zu Hohenlohe'.
En una de las sesiones, el acusado se desplomó al suelo cuando se disponía a acercarse al micrófono para prestar declaración y una ambulancia tuvo que trasladarlo a un centro hospitalario. Durante varios años, además, la causa permaneció prácticamente estancada: el entonces procesado había reclamado la traducción al alemán de los más de 25 tomos del sumario, lo que provocó la ralentización del proceso judicial.
La causa se paralizó porque en una de las sesiones el acusado se desplomó al suelo cuando se disponía a acercarse al micrófono para prestar declaración. También ha estado estancada porque reclamó la traducción al alemán de más de 25 tomos de sumario
La Fiscalía optó por no acusar al considerar que no había quedado acreditado que el matrimonio se apropiara del dinero de sus clientes. Sin embargo, el caso continúa adelante contra Beatriz D., dado que los afectados siguen personados como acusaciones particulares. Consideran que la única intención de los supuestos estafadores fue la de obtener beneficios económicos utilizando el engaño, a sabiendas de que no iban a realizar inversión alguna que pudiera generar los elevados intereses a que los que se obligaban. Jürgen Ludwig Hohenhole y su mujer aseguran que nunca embaucaron a nadie y que, en todo caso, los hechos ya estarían prescritos.
'Chiringuito financiero' para estafar a las víctimas
En un extenso oficio al que tuvo acceso elDiario.es, la Policía Nacional apunta, sin embargo, que el matrimonio ideó y planificó la creación de un “chiringuito financiero” dirigido a apropiarse de los fondos de sus víctimas, un término que, precisa el cuerpo, define de manera informal a aquellas entidades que ofrecen y prestan servicios de inversión sin estar autorizadas para hacerlo.
“Son peligrosos porque en la mayoría de los casos la aparente prestación de tales servicios es sólo una tapadera para apropiarse del capital de sus víctimas, haciéndoles creer que están realizando una inversión de alta rentabilidad”, precisa la Policía. Y advierte de la necesidad de “tener claro” que los elevados rendimientos que ofrecen no son posibles: “Sólo son el cebo con el que consiguen que los inversores menos informados o más confiados les entreguen sus ahorros”. Cuando no pueden justificar las pérdidas, desaparecen o cambian de nombre.
El 'modus operandi'
Cada uno de los perjudicados se vio envuelto de forma similar en la maraña supuestamente defraudatoria que se juzga en la Audiencia. En el caso de uno de ellos, recuerda cómo en junio de 2010 se acercó a las oficinas de European Investment and Consulting Trust -mercantil a través de la cual el matrimonio llevaba a cabo sus presuntas prácticas delictivas, a pesar de no disponer de solvencia alguna, dado que llegó a deber a la Agencia Tributaria hasta 473.756 euros- tras haber leído en varios periódicos en alemán los anuncios en los que la entidad ofrecía ayuda a aquellas personas con problemas de liquidez.
Al encontrarse el perjudicado en esta coyuntura, los acusados le ofrecieron los servicios de su empresa como intermediaria financiera y le propusieron realizar una operación a través de un inversor privado que actuaría a modo de prestamista.
Para garantizar el pago del préstamo al inversor privado, se hipotecaría un bien inmueble propiedad del afectado en Calvià y, a su vez, con el dinero recibido del prestamista, se realizaría otra operación supuestamente sin riesgo alguno, en la que la víctima prestaría dinero a European Investment, que le sería devuelto “en un breve espacio de tiempo y con unos cuantiosos beneficios en concepto de intereses”.
Tras varias reuniones y tras firmar una escritura de préstamo hipotecario por valor de casi 100.000 euros, el afectado formalizó ante notario varias escrituras de reconocimiento de deuda a favor de la mercantil, librando varias disposiciones patrimoniales a favor de la misma mientras el matrimonio le hacía “creer”, tal como relata la víctima, que las cantidades entregadas le generarían unos intereses mediante pagos mensuales de 1.200 euros. En un momento dado, el denunciante dejó de recibir su dinero y, tras ponerse en contacto con sus acreedores mediante correo electrónico e insistentes llamadas de teléfono para averiguar qué ocurría, recibió como respuesta todo tipo de excusas.
“Lujo, ostentación, viajes, fiestas y excesos”
El abogado de este afectado -como el resto de víctimas- recrimina que el objetivo del matrimonio pasaba, en realidad, por apropiarse del dinero entregado para mantener “una vida de lujo, ostentación, viajes, fiestas y excesos”, mantener la costosa infraestructura de la empresa y, en ocasiones, pagar los supuestos intereses prometidos a clientes anteriores, creando así una estructura defraudatoria piramidal que requería la continua captación de nuevos clientes o supuestos inversores que eran atraídos siempre bajo la apariencia de una gran solvencia y promesa de alta rentabilidad.
Los hechos explotaron en 2012 en el marco de la 'Operación Boa' y culminaron con el arresto del matrimonio por parte del Grupo de Delincuencia Económica de la Policía Nacional, que había recibido una oleada de denuncias de víctimas -principalmente españolas, inglesas y alemanas- de una supuesta estafa piramidal millonaria. Las denuncias habían sido formuladas, sobre todo, por personas que habían realizado ingresos de dinero en European Investment and Consulting Trust, así como en otra empresa utilizada como tapadera, Balearic Island Investment, mediante transferencias y entregas de cheques o fondos en metálico.
Estafas “en las que puede caer cualquiera”
“Algunas de estas personas que depositaron su confianza en las mercantiles fueron cobrando los intereses iniciales hasta que, llegado un punto, dejaron de cobrarlos”, asevera la Policía Nacional, que señala que otros perjudicados “ni tan siquiera han percibido la primera entrega de dichos intereses”. Todos presentaban un común denominador: o bien de forma parcial o bien de forma total -en la mayoría de los casos- no les han sido devueltas las inversiones de dinero que aportaron inicialmente, pese a su insistencia en esa devolución.
El cuerpo policial señala que este tipo de empresas no son entidades “más o menos solventes o con mayores o menores habilidades en la gestión financiera”, sino que “sencillamente son estafadores”. Y precisa que, mientras las mercantiles autorizadas para prestar servicios de inversión (sociedades y agencias de valores, bancos y cajas de ahorro) se encuentran sometidas a las normas que regulan los mercados de valores y a estrictos controles por parte de los organismos supervisores (la Comisión Nacional del Mercado de Valores y el Banco de España), los “chiringuitos financieros” actúan al margen de la legalidad.
Asimismo, la Policía afirma que no existe un tipo concreto de víctima. A menudo se trata de estafas muy elaboradas y con apariencia de credibilidad “en las que puede caer cualquiera”: pequeños empresarios, particulares con un cierto nivel de ahorro, profesionales liberales... “Es fácil resultar vulnerable ante las propuestas de enriquecimiento rápido y sin riesgo de los 'chiringuitos financieros', que, por muy bien construidas que estén, siempre son falsas”, concluyen.