Querida Manuela, tenemos que hablar…
No me conoces. Y yo te conozco poco, la verdad.
Cuando salió tu nombre como cabeza de lista de la confluencia en Madrid creí reconocerlo de viejas historias de militancia antifranquista. Me sonaba 'a lo de Atocha' y a algo de Jueces Para la Democracia. Lo miré en internet y sí. No me acuerdo que pensé en aquel momento exactamente, pero sí en algo de que tu papel no iba a ser nada fácil por entonces: estábamos todos en Madrid esperando a nuestra propia ada madrina. Sí, Manuela, ada sin hache.
Me puse a investigar tu figura y me avergonzó darme cuenta de no conocer todo lo que has hecho: la limpieza en los juzgados de Plaza de Castilla, tu trabajo como relatora de la ONU o tu apoyo a los reclusos. ¿Sabes Manuela? Yo hice una película en un centro penitenciario sobre la vida en la cárcel y esa experiencia me transformó un poco. Conocí la plataforma Otro derecho Penal es Posible, empecé a leer un poco y... Bueno, que me voy del tema.
Te estoy escribiendo esta carta el viernes. Pasado mañana se vota. Yo ya he votado por correo. No sé si serás Alcaldesa. La alternativa me aterra, te confío. Sigo.
Inmediatamente tras conocer que serías la candidata de la unidad popular lo que hice fue preguntar. Preguntar a esa gente que está contigo en las listas y también a esa gente que no se ve tanto pero que está ahí trabajando desde la sombra en Ahora Madrid. Y he de decirte, Manuela, que la unánime respuesta acompañada de la aún más unánime sonrisa que encendía las caras de los que me los y las que me contestaban, me tranquilizó. Algo.
Lo que más me gustó fue curiosamente el que muchos te colocaran dentro de una figura muchas veces perjudicial en estructuras en las que me muevo: el free-rider. Esa persona que (por distintas motivaciones) tiene su propia agenda y una meta concreta. Se puede llegar a decir que 'va a lo suyo'. El día que dijiste aquello de “yo no soy de Podemos”, o mejor dicho: “yo no tengo nada que ver con Podemos” (y con todo el respeto por esa formación) comprendí que eras exactamente lo que necesita esta ciudad. Tú y tu equipo.
Necesitamos desbordar, Manuela. Que nos desbordes.
Necesitamos un Ayuntamiento donde pasen cosas. Donde no se deje uno secuestrar por ese cieno gris que te atrapa y te inmoviliza sino que se atienda lo importante. Donde se cree conflicto cuando haga falta. Donde se delegue.
Es ya domingo. Aunque voté por correo me he pasado por dos colegios electorales a mirar. He hablado con la gente, observado los montones de papeletas. Me he encontrado mi colegio electoral de Madrid centro lleno de apoderados de tu partido, de tu no-partido, mejor dicho. Mucha ilusión. Acabo este párrafo y me voy a trabajar a la radio donde hacemos un especial electoral. Tengo que aparcar unas horas la ilusión que me hace todo esto y que me tiene un tanto descolocado. Mañana intento acabar la carta. Mañana, Manuela, entonces sabremos si serás alcaldesa, o no. Si cambian las cosas, o no. Si hemos querido que cambien las cosas, o no.
Hola Manuela, retomo. Lunes ya. He dormido cuatro horas. Supongo que como tú. ¡Has ganado! O como me dijeron dos concejales electos tuyos que me encontré anoche (por separado) y que curiosamente me repitieron exactamente lo mismo (por separado, insisto) cuando les felicité por los resultados electorales: “No, en realidad has ganado tú”, refiriéndose a la ciudadanía. A todos.
Jo, Manuela, que ilusión.
Llevo tres días escribiéndote este post-carta y no soy capaz de acabarla. Llevamos todos un mes hablando de estas elecciones y de tu no-partido. Ayer les comentaba a mis compañeros de la radio: “Estoy totalmente descolocado, el enamoramiento que tengo de un proyecto político es algo totalmente nuevo para mí. Siempre me he sentido muy cómodo en las órbitas de los partidos. Haciendo política pero desde fuera. Perdiendo las elecciones una detrás de otra, feliz en la derrota. Pero esta nueva sensación me incomoda. Y me da mucho miedo que me rompan el corazón.”
Sí, Manuela, me da miedo que me rompas el corazón.
Le decía a mis compañeros: “Ojalá no gobiernen…” y, claro, me miraban con cara de “Este tío es gilipollas…”. Estoy aterrado.
Ains… Por otra parte..., mira esta foto:
Nunca, nunca, nunca en mis mejores sueños pude imaginarme a un grupo de personas que mejor pudiera representarme. Ya no a mis intereses, Manuela, sino a mí. A lo que soy. A lo que quiero ser. A en lo que quiero que se convierta esta ciudad, esta sociedad.
Pero claro: gobernar. Aaaaajá. Go-ber-nar.
Gobernar es empezar a cagarla (perdón por el lenguaje). Estoy enamorado y no quiero desenamorarme. Solo te voy a pedir una cosa, Manuela: cambia el mundo. Inténtalo.
Tienes a tus 20 concejales. A un equipazo detrás. A muchos orbitantes que hacemos política desde fuera y que luchamos cada día y queremos vivir en democracia y en fraternidad con nuestros conciudadanos en una sociedad en la que no seamos una mera mercancía en manos de políticos y banqueros.
Así que Manuela, rómpeme el corazón.
Pero entre tanto cuenta conmigo para lo que quieras. Aunque sea para destruir la Democracia occidental. ;-)
Un cordial abrazo y todo lo mejor,
Stéphane.