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La falsa guerra del 'impeachment' contra Dilma Rousseff

Eduardo Cunha, el poderoso presidente del Congreso que tramita los pedidos de 'impeachment' contra la presidenta Dilma Rousseff. /EFE

Bernardo Gutiérrez

São Paulo —

El Gobierno brasileño finge estar de manos atadas. El Congreso brasileño simula estar casi paralizado. Y el monotema de los últimos meses –una lluvia de pedidos de impeachment (destitución) contra la presidenta Dilma Rousseff– impide la normalidad política. A la trama que podría hacer caer a Rousseff asociándola a escándalos de corrupción, se suma una nueva bomba: las cuentas en Suiza de Eduardo Cunha, el presidente del Congreso, que coordina y tramita simultáneamente los pedidos contra Dilma.

A primera vista, ambos procesos son independientes. Incluso antagónicos: el Partido dos Trabalhadores (PT) ha pasado de víctima a verdugo, activando una estrategia para poner a Cunha contra las cuerdas. El Tribunal Superior de Justicia (STF) paralizó esta semana el proceso de destitución trazado por Eduardo Cunha. Y las informaciones enviadas por el Ministerio Público de Suiza aportan contundentes pruebas contra el presidente del Congreso. El PT toma aire. Pero, ¿existe de verdad un enfrentamiento frontal entre Rousseff y Cunha? ¿Cómo se explica que el Partido del Movimiento Democrático de Brasil (PMDB) de Cunha sea el principal aliado del PT?

La virulencia de Eduardo Cunha contra la presidenta Dilma lo ha transformado en un verdadero ídolo de la oposición y de colectivos neoliberales como el Movimento Brasil Livre (MBL). Y, por otro lado, en el nuevo enemigo número uno de los militantes progresistas. Sin embargo, cada vez son más las voces que denuncian una escenificación dicotómica que esconde la crisis política y económica brasileña y la pujante agenda conservadora del gobierno. Para el investigador de la UniNômade Bruno Cava, el grito “Fora Dilma” de la oposición y el “Fora Cunha” que usa el PT forman parte de “otra polarización falsa creada por el gobernismo” (término muy frecuente en Brasil para definir a quien defiende fanáticamente al gobierno).

¿Cómo explicar entonces el violento pulso entre el PT y Cunha? En febrero, unos días después de la ascensión de Eduardo Cunha a la presidencia del Congreso, el filósofo Marcos Nobre afirmó en una entrevista que “el PT ya no controla el Gobierno”. El PMDB, hasta entonces convidado de piedra, había pasado a manejar el timón. Precisamente, Marcos Nobre ha popularizado el término pemedebismo, esa alianza entre el PT y el PMDB tejida en el lulismo que impide cualquier cambio profundo en el sistema. El pemedebismo explicaría que, en medio de la guerra del impeachment, voces tan conservadoras como el diario O Globo o el presidente del banco Itaú estén defendido públicamente a Dilma. La trama del impeachment no es una guerra contra Dilma: es una batalla del PMDB para aumentar su cuota de poder.

La teoría del golpe

Desde que se convirtió en presidente del Congreso, Eduardo Cunha ha sido el auténtico protagonista de la vida política brasileña. Con él se rompió el la tradición de reservar ese cargo para el PT. Y al conseguir ese cargo para el PMDB –que hasta ahora se conformaba con la vicepresidencia, ministerios, alcaldías y algunos Estados– comenzó a mandar un recado a Dilma: el nuevo epicentro político del gobierno es el PMDB, no el PT.

El PT adoptó inicialmente la estrategia que tan buenos resultados le dio en las elecciones de 2014: la polarización entre la izquierda y la derecha. Gabriel Media, secretario de Juventud del Gobierno de Dilma y militante histórico del PT, contrapone a “los dos principales líderes de la derecha” (Eduardo Cunha y Aécio Neves) a Lula y Dilma. Además, la tesis más usada públicamente por el PT es que existe un intento de golpe de Estado de las fuerzas conservadores contra Dilma.

Sin embargo, la tesis del golpismo no está calando como al PT le gustaría. Y son muchos los que denuncian el legado de la alianza entre el PT y el PMDB que fraguó Lula en 2002. El antropólogo Eduardo Viveiros de Castro, una influyente voz crítica desde la ecología, define al gobierno Dilma como “un caso de falso secuestro” pues el “rehén es cómplice”.

Mientras el PT denuncia públicamente al PMDB, su aliado histórico en el poder, la agenda de la austeridad con corte neoliberal avanza implacable. La Agenda Brasil –propuesta precisamente por un histórico del PMDB, el senador Renan Calheiros– pretende cobrar parte del uso de la sanidad pública o transformar reservas indígenas en “tierras productivas”. Nadie de peso del PT ha cuestionado la Agenda Brasil. Más bien todo lo contrario.

Marcelo Castañeda, doctor en Ciencias Sociales, asegura que la identificación del PT con la agenda conservadora y neoliberal del PMDB es total: “Las medidas traducen un deseo tanto de Dilma como del PT de intentar recuperar el rumbo del neodesarrollismo con fondo neoliberal”. Para completar su viraje a la derecha, el propio PT cocinó la Ley Antiterrorista que encuadra como terroristas a buena parte de los activistas.

A pesar de la pataleta escénica del PT contra “el golpista” Eduardo Cunha, el partido de Dilma es el principal responsable del fortalecimiento del PMDB, el partido con más gobiernos municipales de Brasil. La hemeroteca no engaña. El propio Lula entregó el Estado de Río de Janeiro y el Ayuntamiento carioca al PMDB, a cambio de su apoyo en Brasilia. Lula obligó al PT a no tener candidato propio a las elecciones del Estado de Río de Janeiro en 2010. Y Lula presidente, Sérgio Cabral gobernador y Eduardo Paes alcalde inauguraron a bombo y platillo las obras del Porto Maravilha para la ciudad olímpica. Los multimillonarios contratos, muchos ejecutados por la multinacional Oderbrecht acosada por la corrupción, cayeron a la gestión del PMDB. Por su parte, Dilma Rousseff, premió a la pemedebista y representante del agro negocio Kátia Abreu con el Ministerio de agricultura. Además, en su reciente reforma ministerial entregó tres nuevas carteras al partido de Eduardo Cunha. Pero el PMDB quiere más.

Cunha, presidente de Jesus.com

Desde que llegó a la presidencia del congreso Cunha ha marcado el ritmo, el tono, la agenda. El evangelista Cunha ha aprovechado su posición para favorecer pautas conservadoras y religiosas, como el Estatuto de la Familia, que retira derechos a los homosexuales. Cunha abre sesiones parlamentarias con la Biblia en la mano y rezos colectivos. Y es el dueño de 212 dominios en Internet de tintes religiosos, 154 con el nombre de Jesús. La investigación Lava Jato reveló que algunos de los coches de lujo que usa su mujer están a nombre de su empresa Jesus.com.

Pero la ola conservadora tampoco es un patrimonio del PMDB o del opositor Partido de la Social Democracia de Brasil (PSDB). El PT facilitó en 2013 que el pastor evangelista de Marco Feliciano se convirtiera en presidente de la Comisión de Derechos Humanos y Minorías en el Congreso. A su vez, el gobierno de Dilma ha mantenido la exención de impuestos de las iglesias evangélicas, ha dado marcha atrás en políticas LGBT y continúa sin abordar la cuestión del aborto.

¿Cómo acabará el proceso en el que tanto la presidenta Dilma como el presidente del Congreso pueden perder su cargo? Al paralizar el trámite del impeachment, el Tribunal Superior de Justicia lanza una verdadera bombona de oxígeno a Dilma: difícilmente dejará el cargo. Además, las informaciones enviadas por el Ministerio Público de Suiza están provocando una oleada de indignación ciudadana contra Cunha.

Salpicado de corrupción, Cunha pierde apoyos políticos y legitimidad para liderar el ataque contra Dilma. El meteorito suizo ha propiciado que 64 diputados rebeldes, 32 de ellos del PT, hayan firmado la petición de renuncia contra Eduardo Cunha, presentada en la Comisión de Ética del Congreso por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL) y Rede Sustenabilidade.

Sin embargo, ni el PT ni el opositor PSDB apoyan oficialmente el pedido de renuncia de Eduardo Cunha. El PT que demoniza a Cunha se niega a pedir su renuncia. La oposición que fustiga al PT por los casos de corrupción no toma partido ante el escándalo suizo. Lula, según los no tan confiables medios brasileños, negocia un alto al fuego. Y puede que tanto Cunha como Dilma salven sus cargos.

Lo más probable es que Cunha, para mantener su cargo de diputado, tenga que encontrar un sucesor para la presidencia del congreso. Esa es la batalla: ¿será alguien del PMDB próximo al PT o un enemigo con voz y ambiciones propias como Cunha? José Antonio Lima, en un durísimo artículo en la izquierdista Carta Capital, coloca al PT y al opositor PSDB en el fango de Cunha: “PSDB y PT dejan cualquier expectativa de ser eventuales intentos de un sistema político más legítimo”.

De momento, algunos movimientos de izquierda se han alejado de la teoría del golpe. El pasado 18 de septiembre, 15.000 personas tomaron las calles en São Paulo protestando por primera vez simultáneamente contra el PT y la oposición del PSDB.

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