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Felicitaciones contenidas de la izquierda y una extrema derecha envalentonada en América Latina tras la victoria de Trump

Foto de archivo. Manifestante de extrema derecha y votante de Jair Bolsonaro, lleva una máscara del presidente estadounidense Donald Trump mientras celebra que Bolsonaro ganara las elecciones presidenciales de Brasil. Sao Paulo, Brasil. 28 de octubre de 2018.

Bernardo Gutiérrez

Río de Janeiro —
8 de noviembre de 2024 22:24 h

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Unos minutos antes de que Donald Trump conquistara el estado de Pensilvania, el expresidente brasileño Jair Bolsonaro mandó un mensaje a un grupo de WhatsApp: “Gracias mi dios. Felicidades, Donald Trump. Salmos 30:5: ”El lloro puede durar una noche, pero la alegría llegará por la mañana“. Todavía durante la madrugada americana, Bolsonaro lanzó su mensaje de felicitación en inglés en la red social X: ”Hoy, presenciamos el resurgimiento de un verdadero guerrero. Un hombre que, tras enfrentar un brutal proceso electoral en 2020 y una persecución judicial injustificable, se ha levantado de nuevo“.

En una entrevista a la Folha de São Paulo este jueves, el expresidente de Brasil unía su destino a la vuelta profética de Donald Trump. Su nuevo triunfo, reconoció, es un “paso importantísimo” para su “sueño” de disputar las elecciones de 2026 y volver a presidir Brasil. Bolsonaro, inhabilitado políticamente hasta 2030, insinuó que el triunfo de Trump va a provocar su amnistía política. El exmandatario afirmó incluso que quiere asistir a la toma de posesión del presidente estadounidense a pesar de que su pasaporte está aprehendido por la justicia y tiene prohibido salir del país.

La reacción de Jair Bolsonaro sintetiza el entusiasmo con el que determinadas derechas y extremas derechas latinoamericanas recibieron el triunfo de Donald Trump. Del salvadoreño Nayib Bukele al argentino Milei, pasando por el ecuatoriano Daniel Noboa, los gobiernos conservadores de la región se deshicieron en elogios hacia Trump. “Ahora, Haga América Grande Otra Vez. Usted sabe que puede contar con Argentina para llevar adelante su tarea. Éxito y bendiciones. Saludos cordiales”, escribió Javier Milei en inglés en la red social X.

“Los candidatos con discurso de odio van a sentirse incentivados y con ello, acabaremos teniendo de vuelta un discurso bien preocupante. Un negacionista contra las vacunas va a convertirse ministro de salud. Todo eso puede volver con mucha fuerza para los países de América del Sur”, explica Raphael Seabra, profesor de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Brasilia, quién considera que la elección de Trump puede alimentar discursos extremistas en la región.

El retorno de Trump al poder supone un balón de oxígeno para las derechas y extremas derechas latinoamericanas de oposición. Si el maltrecho bolsonarismo –acorralado por la justicia y acechado por nuevos actores de derecha radical– ha unido su destino al salvavidas trumpista, la oposición venezolana confía en un fuerte golpe de timón de Estados Unidos en el país.

En Chile, José Antonio Kast, líder del Partido Republicano, describió el éxito de Trump como “un nuevo triunfo de la libertad y el sentido común”. Kast, firme defensor de la dictadura de Augusto Pinochet, está ya aprovechando el escenario político estadounidense para desgastar al presidente Gabriel Boric y para consolidarse como alternativa en las elecciones presidenciales chilenas de 2025.

Resistencia y mensajes crípticos de la izquierda

Desde el otro lado del espectro político, los presidentes progresistas latinoamericanos felicitaron a Donald Trump con pragmatismo y mensajes velados. Gustavo Petro, presidente de Colombia, afirmó que “la única manera de sellar las fronteras es con la prosperidad de los pueblos del sur y el fin de los bloqueos”, aludiendo a Cuba y a Venezuela. Además, criticó el apoyo estadounidense a la guerra de Gaza. El presidente chileno, Gabriel Boric, mandó una felicitación llena de recados: “Chile reafirma su compromiso de fortalecer la relación con Estados Unidos en favor de un desarrollo inclusivo, el respeto a los derechos humanos y el cuidado de la democracia en nuestra región”.

Por su parte, la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, mantuvo una “muy cordial” conversación telefónica con Donald Trump el jueves en la que hablaron “de la buena relación que habrá entre México y Estados Unidos”. A pesar de la llamada a la tranquilidad, Sheinbaum sabe que la amenaza de deportaciones masivas de inmigrantes ilegales y de una tasa del 25% a los productos mexicanos en caso de que el país no frene la inmigración desde Centroamérica sobrevolarán su relación con el vecino del norte.  

Por su parte, Lula da Silva, presidente de Brasil, mandó un mensaje de felicitación en portugués usando las palabras “democracia”, “diálogo” y “paz”, y la frase “la democracia es la voz del pueblo y debe ser respetada”. A pesar del anunciado pragmatismo en su relación con los Estados Unidos de Trump, Lula sabe que en 2025 estará en el epicentro del huracán trumpista.

El próximo mes de enero, Brasil asume la presidencia de los BRICS, bloque que tras abrir sus puertas a países como Irán reforzaron su cariz antioccidental. Además, en noviembre de 2025, Lula será el anfitrión de la COP30 de la ONU, la mayor cumbre ambiental del planeta. Por otro lado, la batalla abierta entre la justicia brasileña y Elon Musk, que casi con seguridad formará parte del gobierno de Estados Unidos, así como la prioridad de la agenda venezolana ya anunciada por Trump, colocan a Brasil en el filo de la navaja geopolítica. 

El retorno del Donald Trump al poder es un jarro de agua fría para Lula. La posible salida de Estados Unidos del acuerdo climático de París puede marchitar la COP30 de la ONU en la ciudad de Belém, que se celebrará entre el 10 y el 25 de noviembre. El presidente brasileño había apostado fuertemente por acoger la COP en la Amazonia, para implicar al resto del mundo en su conservación y luchar contra el calentamiento global.

De este modo, Brasil aspiraba incluso a conseguir un nuevo compromiso a global de reducciones de misiones de carbono. Para ello, el ministro de Economía, Fernando Haddad, y la ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, llevan meses trabajando juntos en el entorno del G20 que ha presidido Brasil en 2024. El cortocircuito climático provocado por el triunfo de Trump puede comenzar durante la Cúpula de jefes de Estado de los próximos días 18 y 19 de noviembre en Río de Janeiro. Estados Unidos difícilmente priorizará la pauta ambiental y el nuevo eje de la bioeconomía propuesto por Brasil.

El mayor desafío geopolítico para Brasil será presidir los BRICS en 2025. Tras la reciente reunión en Rusia de los presidentes del bloque, en la que Vladímir Putin se regodeó de contar con apoyos internacionales, la imagen antioccidental de los BRICS continúa in crescendo. La reciente incorporación de países como Irán o Emiratos Árabes y la renuncia de la Argentina de Javier Milei dejan a Brasil como único aliado claro occidental.

Lula se enfrenta la tesitura de mostrar equilibrio entre Estados Unidos y China, mientras intenta luchar contra la hegemonía del dólar en el comercio internacional. El hecho de que los BRICS incentiven las transacciones comerciales en otras monedas y que la expresidenta Dilma Rousseff presida el Banco de los BRICS (con sede en China) colocan a Brasil en el punto de mira de Washington.

El reciente veto de Brasil al ingreso de Venezuela en los BRICS y que hasta el día de hoy Lula no haya reconocido los resultados oficiales de las elecciones en Venezuela que dan el triunfo a Nicolás Maduro pueden suavizar los ánimos de Trump. Sin embargo, uno de los conflictos más temidos por Brasilia está relacionado con el magnate Elon Musk.

Tras la dura postura de la justicia brasileña contra la desinformación de la red social X, que fue clausurada durante cuarenta días y sufrió multas millonarias, la venganza personal de Elon Musk puede contagiar al gobierno de Trump, en el caso de que se incorpore al mismo. Musk, que ya ha definido a Brasil como una dictadura en la que no se respeta la libertad de expresión, puede forzar que Alexandre de Moraes, ministro del Supremo Tribunal Federal (STF), sea impedido de entrar en Estados Unidos, tal como demandan varios congresistas republicanos, por supuesto atentando contra la libertad de expresión. Además, Estados Unidos puede provocar interferencias en el intento brasileño de legislación de las fake news y de las Big Tech, tal como ocurrió en abril, cuando Musk dinamitó el PL das Fake News, una de las leyes más ambiciosas del mundo al respecto. 

Durante la madrugada electoral del pasado 6 de noviembre, Eduardo Bolsonaro, hijo del ex presidente brasileño, se demostró exultante. Desde el cuartel general de Donald Trump en Florida arremetió contra Alexandre de Moraes: “Le van a colocar una especie de freno. ¿O acaso piensas que Alexandre de Moraes va a querer enfrentarse con el ministro Elon Musk?”, declaró a un medio brasileño.

De momento, Eduardo Bolsonaro afirmó estar mediando para que Estados Unidos presione a la justicia brasileña para que le devuelva el pasaporte a su padre. La foto de Jair Bolsonaro junto a Donald Trump en su pose presidencial marcaría el comienzo de la precampaña electoral brasileña de 2026, incluso aunque Jair no pueda disputarla. Eduardo, la bala de plata del expresidente, espera capitalizar el resurgimiento del trumpismo

Por su parte, la líder opositora venezolana, María Corina Machado, también ha felicitado al próximo presidente de EEUU erigiéndose como la ganadora de los comicios en Venezuela —tras unos resultados oficiales muy cuestionados que daban la victoria a Nicolás Maduro—: “Presidente Trump, el Gobierno democrático que elegimos los venezolanos el pasado 28 de julio (...) será un aliado confiable para trabajar con su administración”.

“Sabemos que contamos con el apoyo de los pueblos de las Américas y el de sus gobiernos democráticos para asegurar una transición a la democracia sin demora. Y también sabemos que siempre hemos contado con usted”, señaló Corina Machado. Trump fue uno de los impulsores de la vía de confrontación con Juan Guaidó para intentar derribar a Nicolás Maduro.

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