Caracas amaneció tranquila el sábado, prácticamente vacía de carteles y propaganda electoral, casi ajena a la contienda del domingo. La imagen es un reflejo preciso de la campaña electoral del último mes, protagonizada por Nicolás Maduro, y el chavista de primera hora Henri Falcón, ahora convertido en opositor. La grave crisis económica que afronta el país y la fragmentación de la oposición parecen los causantes de este paisaje atípico en un país acostumbrado a la efervescencia política.
En un apartamento del céntrico barrio de La Candelaria, José Delgado, miembro de una organización de observación electoral, debate con su familia sobre los posibles escenarios de los comicios presidenciales del domingo. Admite que es muy probable que no asista a la votación, tal y como han pedido desde el comienzo de la campaña los líderes de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), principal alianza de la oposición, en un intento por deslegitimar los comicios convocados por el Gobierno. Entiende que concurrir este 20 de mayo supone apoyar unas elecciones que considera fraudulentas y sin el respaldo de gran parte de la comunidad internacional.
Tal desencuentro tiene su origen en las fallidas negociaciones de principios de año en Santo Domingo, impulsadas por el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero y el máximo mandatario de República Dominicana, Danilo Medina. Ambos estuvieron a punto de lograr un acuerdo entre oficialismo y oposición para la celebración de unas elecciones con términos pactados que se frustró en el último momento por diferencias cruciales sobre temas como la inhabilitación de algunos de los principales partidos antichavistas.
La MUD quería boicotear al Gobierno con una elección sin contrincantes pero la inesperada candidatura de Falcón ha laminado ese intento. Mientras tanto, ha conseguido perfilarse como el candidato del voto útil y podría tener alguna opción de vencer a Maduro, según algunos analistas.
Luis Vicente León, director de la consultora Datanálisis, calcula que si la participación supera el 55%, Maduro puede verse en problemas.
Sobrevivir al día después
Más allá de quién gane, en Venezuela preocupa el día después, el 21 de mayo. En un país donde la tasa de inflación supera el 15.000% anual, el dinero en efectivo se agota y hay un desabastecimiento generalizado de medicinas, el debate político ha quedado relegado a un segundo plano. Aunque cerca de un 60% de la población tiene una mala imagen de Maduro y lo responsabiliza de la actual situación económica, las encuestadoras anticipan una abstención de más de la mitad del electorado.
José mira de soslayo la calle que pasa debajo de su ventana. Hace menos de un año allí se sucedían las fuertes manifestaciones contra el Ejecutivo que se saldaron con más de un centenar de muertos. Ahora, en lo que parece un lapso eterno en el código de tiempo político, las protestas se han disipado por completo y solo quedan en esas aceras algunos vecinos que buscan comida en la basura.
Lo que ha cambiado en apenas nueve meses es el endurecimiento de la situación económica. Juan Carlos, taxista, recorre un supermercado en Las Mercedes, una de las zonas más acomodadas de la ciudad. Las estanterías no acusan el desabastecimiento habitual en otras partes de la ciudad, pero los productos se compran por millones de bolívares. Un bote de salsa de tomate cuesta 2,5 millones de bolívares. “Es lo mismo que un salario mínimo en Venezuela”, dice. Apenas dos dólares según el cambio en el mercado negro. Unas lonchas de queso, 1,5 millones; un filete, tres millones.
Los candidatos han centrado sus discursos en la situación económica. Javier Bertucci, un pastor evangélico que arrastra el voto de sus fieles, cerró su campaña el jueves con un reparto de medicinas y sopa entre los asistentes, mientras que Falcón insistió en su promesa de campaña de dolarizar la economía.
Maduro ha dinamizado los bonos que el Estado reparte a través del “carnet de la patria”, un sistema que permite acceder a subsidios y comprar productos básicos con precios regulados en una cadena de supermercados nacionalizada durante los gobiernos de Hugo Chávez. Sin embargo, la inflación se come en un día cualquiera de estos beneficios.
El 21 de mayo queda a la vuelta de la esquina y ya cunde el temor en las calles de que las elecciones no cambiarán el rumbo económico del país, con una oposición sin un plan alternativo y un Gobierno incapaz de frenar la debacle económica. Zapatero, que ya se encuentra en Venezuela para seguir las elecciones de cerca, exhortó a que gane quien gane convoque una mesa de diálogo que reúna todas las sensibilidades políticas del país. Una ambición que a estas alturas parece remota.