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La ola europea de extrema derecha irrumpe en España a través de Andalucía

El presidente de Vox, Santiago Abascal, junto a la líder del Frente Nacional francés, Marine Le Pen.

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

España eligió reforma en lugar de ruptura hace 40 años. Y eso ha propiciado la presencia del legado franquista en calles, plazas, monumentos, impunidades, mausoleos y fosas. Durante cuatro décadas, el franquismo sociológico navegó entre el PP heredero de la tardofranquista Alianza Popular y la nostalgia residual de la Falange.

Pero, 40 años después, el bipartidismo tradicional español ya no es el que era: al PSOE le ha surgido una amenaza a su izquierda y al PP le muerden por su derecha y por el centro. Y Vox, esa derecha del PP, que ha bebido de esencias tardofranquistas y tradicionalistas –incluidas las misas y las banderas, el centralismo y el anticatalanismo– y cuyos líderes provienen del ala derecha más conservadora del PP, se mira en el espejo de la extrema derecha en Europa y el resto del mundo, de perfiles más populistas con nuevas gramáticas políticas más allá del “viva España” y el “a por ellos” en el 1-O.

Vox logra irrumpir con 12 escaños en el Parlamento andaluz este domingo, mientras el PSOE pierde 14 escaños y el PP, 7 y Ciudadanos gana 12 –Adelante Andalucía se deja tres en relación con la suma de Podemos e IU en marzo de 2015–: la suma de la derecha logra la mayoría absoluta en Andalucía con un 88% del voto escrutado en unas elecciones con una caída de la participación en feudos de la izquierda. Y, de un plumazo, el asalto de la extrema derecha a las instituciones devuelve a España al eje izquierda-derecha, más allá del nuevo-viejo o arriba y abajo.

El 15M ha servido todo este tiempo para canalizar la impugnación a través de reivindicaciones de profundización democrática, política y económica, al contrario de lo que ha pasado en otros países europeos. Pero este 2 de diciembre andaluz supone un punto de inflexión en el avance de la extrema derecha en España.

En Brasil ha ganado hace unas semanas Jair Bolsonaro; Donald Trump lleva dos años en la Casa Blanca y su exasesor Steve Bannon se ha instalado en Bruselas para tejer una alianza de extrema derecha entre el Este y el Oeste de Europa. Marine Le Pen quedó subcampeona de las últimas presidenciales francesas, y su amigo Matteo Salvini es el hombre fuerte del Gobierno italiano. Y el Brexit no se entiende sin el discurso de Nigel Farage y UKIP.

En Alemania, mientras se desangra la socialdemocracia y se disparan los Verdes, caen la CDU y la CSU en beneficio de la extrema derecha de Alternativa por Alemania. En el tradicional paraíso socialdemócrata sueco, la extrema derecha de los Demócratas Suecos se han convertido en pieza clave de la política del país. En Holanda, Geert Wilders se quedó más lejos de lo que preveía de conquistar el poder... pero es el segundo partido del país en el Parlamento.

En el Este de la UE, los grandes símbolos de los ultraconservadores son Polonia y Hungría, ambos países sometidos a una censura comunitaria al activarse el artículo 7 de la Unión por violar los valores fundacionales de la UE. En Polonia, el partido gobernante, Ley y Justicia, está siendo vigilado por su asalto, precisamente, al Poder Judicial. En el caso de Hungría, Vícktor Orban, miembro del Partido Popular Europeo, ha sido censurado por su persecución a los migrantes, la mendicidad y la universidad de Budapest.

En todos los casos, como los líderes más conservadores del PPE, como el primer ministro austriaco, Sebastian Kurz –que gobierna con los ultras del Partido de la Libertad–, el foco principal reside en apuntar a los migrantes. Desde el cierre de los puertos italianos por parte de Salvini hasta la no firma del Pacto de la Migración de la ONU por parte de Orban y Kurz.

Y, además de apuntar a los migrantes, reafirmar el nacionalismo conservador frente a las “injerencias de los eurócratas”; defender la Europa de las naciones y los Estados frente a la integración bruselense; y jerarquizar a los últimos de la escala social, priorizando a los “nacionales” o “nativistas” frente a los “de fuera”; aparecer como “antiestablishment” frente a las corporaciones políticas y empresariales. En Italia, la legislación laboral proteccionista es para proteger a los trabajadores italianos frente a los migrantes.

La ola europea de extrema derecha irrumpe en España a través de Andalucía, con ese discurso contra los migrantes –con el que tanto han tonteado líderes del PP y Ciudadanos–, el procés catalán –muy del PP y de Ciudadanos también– y el establishment, mezclado con posos tardofranquistas. Hasta llegar a los 12 diputados logrados este domingo en las elecciones andaluzas.

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