La FIFA intenta impedir la suspensión de la Federación de Israel de Fútbol
“Beitar, puro para siempre”. Así de claro dejaron los hinchas radicales del equipo más derechista de Israel que no estaban dispuestos a aceptar jugadores árabes en su plantilla. El eslogan se exhibió en una pancarta en 2012, en protesta por el fichaje de dos jugadores chechenos de religión musulmana. “Puro para siempre”. Una proclama que parece salida de un mitin racista y sin embargo es habitual en el Teddy Stadium donde juega el Beitar, equipo que cuenta con el primer ministro Netanyahu entre sus fans. Eso sí, de los aficionados más moderados, no de los que exhiben camisetas con las palabras “muerte a los musulmanes”.
La Federación Palestina de Fútbol sabe que la lucha contra el racismo es una de las banderas que la FIFA ha enarbolado y plantea ahora una prueba de coherencia a la organización al pedir la suspensión de Israel por este tipo de comportamientos en su fútbol.
Los estatutos de la FIFA no dejan lugar a dudas: “Cualquier tipo de discriminación contra un país, persona o grupo de personas por su origen étnico, género, lenguaje, religión, ideología o cualquier otra razón está estrictamente prohibida y es sancionable como suspensión o expulsión”. Esta norma mantiene preocupado al presidente del organismo, Sepp Blatter. Sabe que uno de sus 209 Estados miembros lo incumple sistemáticamente y eso le puede causar un conflicto interno.
Palestina ha conseguido que la suspensión del infractor sea discutida en el próximo congreso que la FIFA celebrará en Zurich el 29 de mayo. Sería la primera vez que se vota abiertamente esta cuestión.
La Familia, como se autodenominan los hinchas del Beitar de Jerusalen, son un bochorno para el fútbol israelí. En sus gradas se ha vitoreado al asesino de Isaac Rabin en mitad de un minuto de silencio en su memoria y se han desplegado una y otra vez pancartas que llaman homosexual a Mahoma. Sus directivos no se atreven a fichar jugadores árabes como hace el resto de equipos israelíes con lógica, puesto que el 20% de la población de Israel es árabe. Han sido sancionados a jugar sin público y eso es un dato que demuestra que el racismo es un problema en Israel. “No hace mucho que el presidente Blatter llamó a aplicar duras sanciones contra el racismo en el fútbol. Dijo: ‘Tenemos que usar nuestras reglas para suspender equipos’”, escribió en The Guardian el presidente de la Federación Palestina de Fútbol (APF) Yibril Rayub.
Pero las quejas de Palestina van más allá del racismo del Beitar. Sus jugadores, entrenadores y directivos no tienen libertad de movimientos. El material donado por otros países jamás llega a tiempo y hay otro gran incumplimiento de los estatutos de la FIFA: cinco equipos de la Liga israelí tienen su sede en las colonias ilegales en territorio palestino. “¿Permitirían ustedes que equipos de otros países compitieran en sus ligas nacionales?”, pregunta la carta que la APF ha enviado a los miembros de la FIFA. El artículo 84 de los estatutos de la FIFA lo impide.
Blatter aterriza el miércoles en Israel con el objetivo de frenar la votación en su congreso. Basta con que el 50% de los votos (abstenciones aparte) sean favorables a la moción palestina para que Israel sea expulsada. Y la votación sigue en pie en el punto número 15 del orden del día del Congreso de la FIFA.
De momento, Blatter ya ha declarado que es contrario a que se produzca una votación que a su juicio esconde un problema político, pero ha advertido a los israelíes en una carta al Jerusalem Post: “Tendrán que hacer concesiones”. El jefe del departamento legal de la APF, el abogado Gonzalo Boyé, aseguró a eldiario.es vía email desde Ramala que “lo que se busca es garantizar la integridad y salud del fútbol; solo se pretende que se respeten los estatutos de la FIFA que son obligatorios para todos sus miembros. No se trata de una reivindicación política, todo lo contrario, y sí jurídica en el ámbito normativo que gobierna la FIFA”.
La comitiva de Blatter prevé cruzar la frontera con Cisjordania a las 9.45 de la mañana. Prevé pasar rápido ese paso, no como las cinco o seis horas que estuvieron retenidos hace unos meses unos directivos de la FIFA. Pasará nueve horas en Cisjordania donde visitará una academia de fútbol con su nombre y las obras de cinco campos de fútbol de hierba artificial. A las 19.00 aterrizará de vuelta en Suiza. Confía en su labor diplomática y en su apoyo financiero para evitar que una votación deje las vergüenzas de la FIFA al descubierto.