“Nos preocupa un gobierno con la extrema derecha en España”. Así se expresan fuentes diplomáticas de importantes países, fundadores, de la Unión Europea. En Berlín, donde gobierna una coalición de socialdemócratas, verdes y liberales, temen que un Gobierno de PP y Vox suponga un freno al Pacto Verde Europeo y quiebre esa alianza entre España y Alemania para impulsar una transición ecológica que destierre la energía nuclear, por ejemplo.
De ello saben bien en París. Hasta tal punto saben lo que significa un acuerdo entre PP y Vox, que el Elíseo ya censuró hace exactamente cuatro años a Albert Rivera, entonces socio político del partido de Emmanuel Macron, que llegara a gobiernos municipales y autonómicos gracias a Vox. No en vano, el presidente francés ha ganado dos veces las elecciones en segunda vuelta contra la ultraderechista Marine Le Pen.
El 23 de julio se juega en España una partida que tendrá traslación en el Edificio Europa de la rue de la Loi en Bruselas, sede del Consejo Europeo. La UE es, fundamentalmente, lo que decidan 27 gobiernos en esa mesa presidida por Charles Michel. Y de esa mesa se ha ido recientemente la sueca Magdalena Andersson mientras permanece en funciones la finlandesa Sanna Marin, derrotadas por partidos conservadores aliados con la extrema derecha. Y a esa mesa también ha llegado Giorgia Meloni al frente de Italia, país del G7 y uno de los grandes europeos, en lugar de Mario Draghi, apoyado por socialdemócratas.
El mapa de la habitación en la que se decide el rumbo europeo está cambiando. Y la llegada de Feijóo de la mano de Abascal al gobierno de uno de los principales países progresistas de Europa tendrá consecuencias.
“Para empezar, ese Gobierno supondrá un freno al pacto verde europeo y la transición energética”, explican fuentes diplomáticas de un importante país europeo. No en vano, tanto en las capitales como en Bruselas como en el TJUE saben bien que PP y Vox impugnan en Doñana, en Madrid y en Murcia, por ejemplo, lo que dicen las directivas europeas y la misma ciencia en relación con el deterioro del medio ambiente y las consecuencias del cambio climático. Pero no sólo eso: desde la fecha de caducidad del motor de combustión hasta las normas para la reforestación, la derecha y la extrema derecha están alineadas pisando el freno.
Pero hay más dosieres en la UE: está el debate de las reglas fiscales, en las que la posición de un Gobierno neoliberal en Madrid tendrá incidencia en la correlación de fuerzas, igual que en asuntos como la migración, la seguridad y la guerra de Ucrania.
El líder de la Lega italiana y vicepresidente y ministro de Infraestructuras y Transportes, Matteo Salvini, alineado en Europa con Le Pen, hablaba este jueves con El País del momento político español y su repercusión continental: “Tendrán un gran impacto [las elecciones del 23 de julio]. También en otoño las polacas. Son dos grandes países que pueden prolongar una tendencia positiva en junio de 2024 [elecciones europeas]. La hipótesis de una mayoría de centroderecha en el Parlamento Europeo, que parecía descabellada hace un año, es más cercana. Lo que pase en España será importante para nuestra visión de Europa. Una gran parte de la política nacional dependerá de las elecciones de Europa: el tema de los coches, de la vivienda… Tener una mayoría menos inclinada ideológicamente a la izquierda, contra el mercado, contra la industria, será importante”.
En este sentido, la primera ministra italiana, la utraderechista Giorgia Meloni, que preside un Ejecutivo formado por sus Fratelli D'Italia, la Lega y Forza Italia (el partido de Silvio Berlusconi, socio del PP europeo), decía este jueves en Chisinau (Moldavia) a donde ha acudido para la cumbre de la Comunidad Política Europea: “Ha sido todo muy rápido en España, pero es muy interesante para nosotros entender lo que va a pasar. No quiero meterme demasiado en la dinámica de otro país. Ya sabes que soy presidente de los Conservadores Europeos [ECR, la familia de los ultraconservadores], y evidentemente me interesa mucho lo que van a hacer los conservadores europeos en España [Vox]”.
En efecto, Italia mira con muchísimo interés el 23 de julio en España. El corresponsal en Bruselas de La Stampa, Marco Bresolin, escribía esto esta semana: “Las elecciones anticipadas del 23 de julio representan la primera gran encrucijada que marcará la próxima legislatura europea. Porque de esa votación dependerá el nuevo equilibrio de poder en el Consejo de la Unión Europea (el órgano que reúne a los 27 Gobiernos) y, sobre todo, en el Consejo Europeo (donde se sientan los 27 jefes de Estado y de Gobierno). Y porque de ese voto dependerá también el papel de Giorgia Meloni en Bruselas. Una mayoría de centro-derecha en Madrid, construida sobre el eje PP-Vox, supondría un espaldarazo decisivo para el Ejecutivo italiano. Por el contrario, una reconfirmación de los socialistas acabaría agravando el aislamiento político del premier en Europa”.
Y es que los cambios de las sillas en la mesa del Consejo son fundamentales para priorizar o frenar políticas. Es cierto que las elecciones europeas que se celebrarán entre el 6 y el 9 de junio del próximo año dibujarán una correlación de fuerzas en el Parlamento Europeo para los próximos cinco años, y se verá si en la Cámara sigue prevaleciendo el pacto entre populares, socialistas y liberales o hay mayorías alternativas a derechas –más probable– o izquierdas –quizá menos probable.
Pero, como recuerda La Stampa, para que la maquinaria de toma de decisiones de la UE siga funcionando se necesitan dos mayorías diferentes, una en el Parlamento Europeo y otra en el Consejo. Y los que terminan teniendo la última palabra son los gobiernos en el Consejo. Es más, el acuerdo para designar a los nuevos responsables de las instituciones de la UE, tras las elecciones europeas de junio de 2024, surgirá, como siempre, en una larga cumbre de líderes en el Consejo Europeo: la presidencia de la Comisión Europea debe ser votada por el Parlamento, pero antes es nombrada por el Consejo, y para eso la correlación de fuerzas entre los 27 gobiernos de la UE es determinante: por eso es tan determinante el 23 de julio español.
Además, todo el colegio de comisarios está formado por personas nombradas por los respectivos gobiernos, será un espejo de la composición política del Consejo. Y al eje francoalemán que pactó el reparto actual, con Ursula von der Leyen al frente de la Comisión Europea; Michel, en el Consejo; y Christine Lagarde, en el BCE, se puede oponer un eje Roma-Madrid si gana el bloque de las derechas en España, a la espera de lo que pase en Polonia en otoño, donde gobierna el PiS, partido de la familia política de Meloni.
“Pedro Sánchez sabe que lo que está en juego es también europeo. Por eso intentará aprovechar el escenario que le ofrecen las primeras semanas de presidencia española de la UE. El semestre de Madrid comenzará el 1 de julio y a mediados de mes el primer ministro pronunciará su discurso ante el Parlamento de Estrasburgo. El lugar ideal para dar la voz de alarma sobre el riesgo de que la ultraderecha de Vox se apodere de España y, en consecuencia, de la UE”, escribe La Stampa.
Aval del PP europeo a la extrema derecha
“Mire lo que ha hecho el Gobierno italiano en los primeros meses”, argumentaba el líder del PP europeo en una entrevista con los periódicos del grupo Funke media: “Meloni es constructiva en Europa, apoya a Ucrania y no hay problemas con el Estado de derecho en Italia”. ¿Está interesado en una alianza de los democristianos europeos con los partidos de extrema derecha? “Como líder del partido y del grupo parlamentario, tengo la ambición de que al PPE le vaya tan bien en las elecciones europeas del próximo año, que sigamos siendo la fuerza más fuerte y capaz de dar forma a la política europea en los próximos cinco años”.
El viraje de Weber está siendo histórico, si bien el líder del PPE procura quitar de las ecuaciones los acuerdos con AfD, la extrema derecha alemana, históricamente vetada por los democristianos. Como confiesa Weber, su horizonte es mantenerse como principal partido en el Parlamento Europeo; a lo que juega también es a tener una alternativa al pacto histórico que ha operado en la arquitectura institucional europea: socialdemócratas, democristianos y liberales. Una alternativa a su derecha que, por cierto, ya ha funcionado en votaciones en el Parlamento Europeo relevantes, como la de la elección de la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, y la mesa de la Eurocámara que, por primera vez en la historia, cuenta con uno de sus vicepresidentes de extrema derecha –Roberts ZÄ«le, de la Alianza Nacional letona.
Weber también tiene presente que su partido hermano en Italia, Forza Italia, depende mucho de su fundador. Y Silvio Berlusconi ya tiene 85 años. La actitud del actual jefe de filas de la derecha europea con respecto a los pactos con la extrema derecha es opuesta a la de su antecesor, el polaco Donald Tusk, y eso normaliza una política de pactos que antes no se santificaba –aunque hubiera este tipo de pactos en Austria, por ejemplo.
Y todo esto en un momento en el que, precisamente, los populares europeos, aunque dominan las instituciones comunitarias –Comisión Europea, Eurocámara y BCE–, sufrían el golpe de la pérdida de Alemania, que les ha dejado fuera de todo gobierno de países fundadores de la UE, y básicamente resisten en los bálticos y el Este, junto con Grecia, mientras pactan gobiernos con la extrema derecha en países como Suecia o Finlandia, por ejemplo.
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