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Cuatro errores que ha cometido Italia en su respuesta contra el coronavirus, según investigadores de Harvard

Gente a la Plaza de San Pedro mientras el Papa Francisco reza por el fin de la pandemia de coronavirus.

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Italia es, en estos momentos, el país que más fallecimientos asociados al coronavirus ha registrado en todo el mundo, seguido por España. También es el segundo con mayor número de casos notificados, más de 100.000, por detrás de Estados Unidos.

Desde el inicio del brote en febrero se han hecho varios análisis sobre las lecciones que deja al resto del mundo la respuesta de las autoridades italianas. Investigadores de la Universidad de Harvard han indagado en un artículo en los errores que bajo su criterio se han cometido en el país para que los responsables políticos en EEUU y el resto de Europa tomen nota sobre cómo reconocer y abordar una crisis que se expande con rapidez. En Italia, ha sido sin duda “la mayor” desde la Segunda Guerra Mundial, escriben los autores del texto publicado recientemente en la revista Harvard Business Review –editada por la Escuela de negocios Harvard– y del que se han hecho eco los medios locales.

Entre las razones, hay un primer elemento que resaltan, la sfortuna, la simple mala suerte, en referencia a que hay algunos aspectos que no estaban “claramente bajo control total” de los gobernantes italianos. Sin embargo, los académicos destacan los “profundos obstáculos” a la hora de reconocer la magnitud de la amenaza que representaba la enfermedad COVID-19, organizar una respuesta sistemática y aprender qué hacer desde los primeros éxitos y errores.

Su conclusión es que, aunque aún no se sabe con certeza qué medidas se necesitan exactamente para detener el virus, hay varios aprendizajes clave que se desprenden de la experiencia italiana. La primera, no hay tiempo que perder. La segunda, es necesaria una movilización masiva, “tipo bélica”, de recursos, tanto humanos como económicos. La tercera: las autoridades deben adoptar un enfoque integral en su respuesta al coronavirus.

Los analistas destacan que, para cuando Italia empezó a verse afectada, “ya se habían aplicado con éxito algunos modelos alternativos para contener el virus, en China y otros lugares”, reza el documento firmado por Gary P. Pisano (economista y decano adjunto de la Escuela de Negocios de Harvard), Raffaella Sadun (profesora de la misma facultad e investigadora de la escuela de Salud Pública de Harvard) y Michele Zanini (director del Management Lab y titulado en la universidad estadounidense). En este sentido, subrayan el “fracaso sistemático” a la hora de actuar de manera rápida y eficaz sobre la información que ya existía. Son varios los factores que analizan:

Escepticismo y no escuchar a los expertos

A juicio de los autores, en los primeros momentos del brote en Italia, la crisis no se parecía a una crisis. Las declaraciones que hacían en referencia a una emergencia “fueron recibidas con escepticismo tanto por el público como por muchos en los círculos políticos, a pesar de que varios científicos habían estado advirtiendo de la posibilidad de una catástrofe” durante semanas. Se trata de una reacción que, según recuerdan, se ha dado en “muchos otros países” y atribuyen a un mecanismo psicológico conocido como el sesgo de confirmación, la tendencia a favorecer la información que confirma nuestras creencias.

“Amenazas como las pandemias que evolucionan de manera no lineal (es decir, comienzan pequeñas pero se intensifican exponencialmente) son especialmente difíciles de enfrentar debido a los desafíos de interpretar rápidamente lo que está sucediendo en tiempo real”, recalcan. Sin embargo, señalan, el momento más eficaz para actuar de forma enérgica “es extremadamente pronto, cuando la amenaza parece pequeña, o incluso antes de que se produzcan los casos”. No obstante, indican que si estas medidas funcionan, pasado el tiempo pueden verse como una reacción exagerada. Y este, dicen, es un juego “al que muchos políticos no quieren jugar”.

“La incapacidad de escuchar a los expertos pone de relieve los problemas que los líderes –y la gente en general– tienen para saber cómo actuar en situaciones graves y altamente complejas para las que no hay una solución fácil. El deseo de actuar hace que los líderes confíen en su instinto o en las opiniones de su círculo íntimo. Pero en tiempos de incertidumbre, es esencial resistir esa tentación”, añaden.

Medidas parciales

Para los investigadores, otra de las lecciones principales de la gestión de la epidemia en Italia es la importancia de los enfoques sistemáticos y el riesgo de las soluciones parciales. Y recuerdan que para contener la enfermedad, el Ejecutivo de Giuseppe Conte ha ido promulgando decretos que han ido aumentando progresivamente las restricciones, desde las “zonas rojas” –las más afectadas– hasta extenderlas a todo el país.

A su juicio, fue una decisión contraproducente por dos razones: porque era incompatible con “la rápida propagación exponencial” del virus y porque creen que esta manera de actuar ha podido facilitar su expansión. Recuerdan, en este sentido, el éxodo al sur cuando se anunció el cierre del norte “propagando sin duda el virus a regiones donde no había estado presente”. En cambio, consideran que la respuesta efectiva se debe basar en múltiples medidas tomadas de manera simultánea y coherente. Ponen como ejemplo a China y Corea del Sur. “Si bien el debate público sobre las políticas seguidas en esos países se centra a menudo en elementos individuales de sus modelos (como las pruebas exhaustivas), lo que realmente caracteriza sus respuestas eficaces es la multitud de medidas que se adoptaron a la vez”. Entre ellas, la capacidad de rastrear a los contactos de los pacientes.

Diferencias entre regiones

En Italia, donde el sistema de atención sanitario está “muy descentralizado”, hay áreas que han reaccionado mejor que otras, de acuerdo con los expertos. En concreto, comparan lo que han hecho Lombardía y Véneto, dos regiones vecinas y con características socioeconómicas similares. También han sido las más afectadas durante el brote, con cerca de 42.000 y 13.500 casos totales, respectivamente. Las dos han aplicado enfoques similares, como el distanciamiento social y los cierres. Sin embargo, Véneto adoptó otras medidas mucho más proactivas, como, por ejemplo, un mayor número de pruebas para casos asintomáticos y sintomáticos, esfuerzos específicos para proteger a profesionales sanitarios, trabajadores de residencias y empleados de cara al público o el seguimiento de contactos.

“Se cree que el conjunto de políticas puestas en marcha en Véneto ha reducido considerablemente la carga de los hospitales y ha minimizado el riesgo de que la enfermedad COVID-19 se propague en las instalaciones médicas, un problema que ha afectado enormemente a los hospitales de Lombardía. El hecho de que las diferentes políticas dieran lugar a resultados diferentes en regiones que son similares debería haberse reconocido desde el principio como una poderosa oportunidad de aprendizaje. Las conclusiones que deja Véneto podrían haberse utilizado para revisar las políticas regionales y centrales desde el principio”, señalan los autores. “Es especialmente importante comprender lo que no funciona”, recalcan.

Falta de datos comparables

Otro punto débil de la respuesta italiana ha sido la recopilación de datos. En un primer momento fueron escasos, y después apuntan a la falta de precisión, recalcan los investigadores de Harvard. “A pesar del notable esfuerzo que el Gobierno italiano ha demostrado al actualizar periódicamente las estadísticas (...) hay quienes han planteado la hipótesis de que la sorprendente discrepancia en las tasas de mortalidad entre Italia y otros países y dentro de las regiones italianas puede deberse (al menos en parte) a las diferencias en las pruebas”.

Esas diferencias, sostienen, “complican considerablemente la gestión de la pandemia, porque a falta de datos verdaderamente comparables es más difícil asignar recursos y comprender qué es lo que funciona y dónde”.

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