Kosovo vuelve a llamar a la puerta de España
Alcanzar un acuerdo con el enemigo es difícil. Saber venderlo como una victoria es aún más importante. “Se trata del texto más favorable para el lado serbio”, dijo el viernes el primer ministro serbio, Ivica Dacic, para referirse al acuerdo firmado por Serbia y Kosovo, que abre una vía de reconciliación por primera vez desde la guerra.
Al otro lado, el Gobierno kosovar no parecía decepcionado. “Este acuerdo nos permitirá cerrar las heridas del pasado si tenemos la inteligencia necesaria para ponerlo en práctica”, dijo el primer ministro, Hashim Thaci.
Como en otros conflictos, había que esperar a que los más radicales de cada bando estuvieran frente a frente para dar los pasos imprescindibles. Los resultados de las últimas elecciones serbias, que dieron la victoria a los conservadores del presidente Nikolic, parecían convertir en una quimera cualquier proceso de paz. Pero la rueda de las negociaciones no se llegó a parar.
El pasado verano, en un encuentro con periodistas españoles en el que estaba eldiario.es, Thaci se mostró confiado. Sabía que el tiempo corría en su favor. Para cualquier Gobierno serbio, el objetivo estratégico de la futura adhesión a la UE es irrenunciable, y sin encontrar una coexistencia pacífica con su antigua provincia es imposible. Kosovo ha sobrevivido a cinco años de independencia en un cierto limbo diplomático que ha frenado su desarrollo económico, pero no hay que olvidar que 99 países lo han reconocido ya como Estado independiente y que es miembro del FMI y del Banco Mundial.
“Como líderes, debemos tomar decisiones que quizá no gusten a todos”, dijo entonces Thaci, el antiguo líder guerrillero, adoptado tras la guerra por Washington para convertirlo en el futuro líder del país. Desde esa época, ha sobrevivido con facilidad sin importarle las denuncias sobre su implicación en hechos delictivos y la realidad, bastante evidente, de haber construido un Estado basado en relaciones clientelares en las que la corrupción sirve para asegurar los apoyos necesarios cuando se acercan las elecciones.
“El reconocimiento de hecho de Kosovo (por Serbia) llevará su tiempo”, comentó Thaci, que destacó que su país contaba con “muy buenas relaciones” con todos sus vecinos, excepto con Belgrado. El enfoque pragmático podía apreciarse en uno de sus requisitos para que se pueda hablar de reconciliación entre los dos pueblos: “No pido a nadie que olvide el pasado”. Y a la hora de marcar límites sobre hasta dónde llegar en el recuerdo de los crímenes cometidos: “No permitiré venganzas originadas en el pasado”.
Puede creerse o no su sinceridad, pero es difícil negar que ese punto de vista es el que le ha permitido mantenerse en el poder, con lo que es muy posible que no le interese apostar todas sus cartas propagandísticas al odio al enemigo.
Los cinco países del no
El acuerdo alcanzado en Bruselas obliga a los cinco países de la UE que no han reconocido a Kosovo a revisar su estrategia: España, Grecia, Chipre, Rumanía y Eslovaquia. Uno de ellos juega con ventaja desde hace tiempo, y curiosamente se trata del país con una relación histórica más intensa con Serbia a causa de la religión ortodoxa común: Grecia.
Frente a la negativa absoluta de los dos últimos gobiernos españoles a tratar con Kosovo, los griegos han demostrado un mayor realismo. Un diplomático griego reside en Prístina, capital de Kosovo, desde hace tiempo. No es un embajador, porque no hay relaciones diplomáticas, pero en la práctica sirve de interlocutor del Gobierno de Thaci.
Su función consiste formalmente en ocuparse en nombre de la Unión Europea de los santuarios ortodoxos que existen en Kosovo, enclaves aislados de la zona norte (habitada mayoritariamente por serbios) y por tanto vulnerables. A eso se le llama “proteger la herencia cultural y religiosa de la Iglesia Ortodoxa Serbia en Kosovo”. Es por tanto admisible para Belgrado y ha sido al mismo tiempo una palanca perfecta para que el Gobierno de Thaci haya tenido relaciones, no estrictamente diplomáticas, con Atenas.
“Grecia ha mantenido una actitud muy positiva con nosotros”, dijo Thaci en el encuentro con los periodistas españoles. “Es cierto que no han tomado aún la decisión de reconocernos, pero tenemos una muy buena relación con los griegos”.
A causa del no reconocimiento, Grecia no admite los pasaportes de Kosovo, pero la oficina griega en Prístina sí extiende visados a los kosovares que quieren visitar Grecia. Más ejemplos: el ministro kosovar de Exteriores ha estado en Atenas. Grecia votó a favor de la entrada de Kosovo en el FMI y el Banco Mundial. Atenas ha demostrado ser bastante creativa en sus relaciones con Serbia y Kosovo.
Oferta a España
Con el avance de los contactos, hasta Serbia cuenta con un representante (no diplomático) en Prístina. Sin embargo, y a causa de sus problemas internos, España se ha anclado en un rechazo tajante a cualquier aproximación a Kosovo. El viceministro de Exteriores, Petrit Selimi, recuerda que su hermano obtuvo plaza para estudiar en una universidad de Barcelona, pero no pudo conseguir que se aceptara su petición de visado.
A pesar de que los gobiernos españoles sienten un intenso temor a que parezca que aceptan la independencia de Kosovo, los kosovares no responden con hostilidad a esa negativa, ni en la calle ni en los círculos oficiales. “No consideramos a los cinco países como un grupo de cinco enemigos de Kosovo”, explica Selimi.
Y eso que en el caso de España, hubo además un intento deliberado de impedir el reconocimiento. “España envió cartas a toda Latinoamérica para que no reconocieran a Kosovo”, afirma el viceministro. Por eso, actualmente, sólo Perú y Colombia en Suramérica dieron ese paso (además de Costa Rica, Panamá y Honduras, más vulnerables a la presión norteamericana).
El acuerdo con Serbia abre un nuevo camino para esos cinco países de la UE. Ya antes las reclamaciones de Prístina no parecían maximalistas ni exigían un reconocimiento inmediato. ¿Qué pide el Gobierno kosovar a España?
Selimi planteaba en el verano de 2012 que haya una “interacción” con Madrid, aunque no llegue al nivel de ministro de Exteriores, “pero sí otros niveles inferiores de comunicación”. Que haya alguna presencia física de representantes españoles en Prístina, al modo de los griegos, que facilite la obtención de visados. Y el apoyo a la integración europea de Kosovo en la línea que llevan otros países de los Balcanes, además de intercambios culturales o comerciales.
“No tenemos que pasar ya ningún Rubicón, pero se pueden dar muchos pasos como se ha hecho en los Balcanes”, dice Velimi. “Si negociamos en Bruselas, si Thaci dio la mano a Boris Tadic (el anterior presidente serbio), en Dubrovnik, ¿por qué no podemos tener contactos con el Gobierno español? ¿Por qué querer ser más papista que el Papa?”.
Los kosovares son conscientes de la situación interna de España y dicen no considerarse precedentes de nada. No ven que su historia o situación política tengan nada que ver con Euskadi o Cataluña. En ese punto, su mayor problema es que la respuesta del Gobierno español no depende ya de ellos ni de los acuerdos a los que lleguen con Belgrado. Tienen que esperar a que algo cambie en Madrid.
Martes: Kosovo, un Gobierno controlado por EEUU.