'Mayday, mayday, mayday': el Brexit se despeña
En 1923, Frederick Stanley Mockford (1897-1962), un oficial de radio del aeropuerto Croydon de Londres, recibió el encargo de buscar una expresión que indicara emergencia y fuera fácilmente comprensible para los pilotos y el personal de tierra. Como la mayoría del tráfico aéreo en Croydon venía del aeropuerto Le Bourget de París, propuso la expresión “mayday”, del francés m'aider (ayúdame), una contracción de la fórmula venez m'aider (ven y ayúdame).
En 2019, el tráfico entre Londres y Bruselas es tanto o más intenso a como era en 1923 entre Croydon y Le Bourget. Y el mayday, mayday, mayday se oye en todos los rincones de Europa, mientras el continente se encamina al abismo de un Brexit en caída libre.
El Parlamento británico, una vez más, ha dado muestras este miércoles de que es capaz, a dos meses de la fecha de salida de la UE, de seguir siendo incapaz de hacer un voto constructivo para nada: ni para salir sin acuerdo, ni para apoyar el acuerdo del Gobierno de Theresa May con la UE, ni para revocar la solicitud del Brexit ni para hacer un nuevo referéndum.
Nada concita mayorías, nada. Pero, como ha recordado el negociador jefe de la UE, Michel Barnier, más de una vez, “votar contra el Brexit sin acuerdo no evita que haya un Brexit sin acuerdo si el Parlamento británico no ratifica el acuerdo del Brexit”.
Es decir, que mientras todo se rechaza, el reloj sigue avanzando, y Reino Unido se encamina al abismo. “El 12 de abril es el nuevo 29 de marzo”, dijo el portavoz del presidente de la Comisión Europea, Margaritis Schinas, el pasado viernes al acabar el Consejo Europeo. Es decir, que la fecha límite había pasado del 29 de marzo al 12 de abril, porque la otra fecha, el 22 de mayo, estaba sujeta a aprobarse en esta semana el acuerdo de retirada, asunto que parece imposible después de la sesión de los Comunes de este miércoles aunque el Gobierno logre sortear el veto del presidente del Parlamento, John Bercow, y someterlo a votación este viernes.
“Si comparo el Reino Unido con una esfinge, la esfinge me parece un libro abierto”, dijo el presidente de la Comisión Europea el miércoles por la mañana. “No quiero decir nada más del Brexit, ya está todo dicho”, sentenció Juncker.
El hartazgo en Bruselas y en el resto de capitales europeas es total: después de tres años del referéndum en Reino Unido y de dos años de negociaciones, Londres y Bruselas se encuentran como en el día uno: al borde del precipicio.
May ya avisó de que no se presentaría a la reelección, y este miércoles ha ofrecido su cabeza a cambio de que se apruebe su acuerdo. Lo ha hecho antes de las votaciones, pero no parece que haya conseguido mucho.
Mientras, al otro lado del Canal de la Mancha, Juncker, Barnier y el siempre locuaz Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, han mantenido el silencio en público después de haber visto el espectáculo de los Comunes por televisión. “Estamos más cerca que nunca del precipicio”, dijo recientemente Barnier. “No se puede traicionar a los seis millones que firmaron la petición de revocar el Brexit, ni al millón que se manifestó por un segundo referéndum, o la mayoría creciente de gente que quiere permanecer en la UE. Pueden pensar que no están suficientemente representados en el Parlamento británico, pero deben sentirse representados por ustedes en esta Cámara. Porque son europeos”, dijo este miércoles en Estrasburgo Donald Tusk.
Pero, de momento, no hay salida, no hay luz al final del túnel, no hay plan; sólo hay un precipicio, un Brexit despeñándose en caída libre mientras grita mayday, mayday, mayday sin que nadie responda a la llamada de socorro.