Un cierto gusto amargo -provocado porque las encuestas preveían una mayor victoria de Maduro y porque en este país los triunfos eran hasta ahora mayores- ha dado paso al optimismo en las filas del chavismo.
En el seno del gobierno y en su propio entorno se destaca la importancia de ganar con 265.256 votos de diferencia en unas elecciones a las que estaban llamados unos 18 millones de venezolanos, en un contexto de duelo, con la ausencia de Hugo Chávez y en un momento en el que el chavismo, a pesar de su amplia popularidad, tenía una tendencia descendente, sobre todo en las elecciones no presidenciales, donde no se elegía a Chávez, sino a su partido.
Fuentes del gobierno venezolano transmiten aquí en Caracas la siguiente convicción: “El gobierno, las Fuerzas Armadas y el pueblo venezolano han obtenido una victoria irreversible y seguirán trabajando por la revolución”.
Así lo ha manifestado el propio Nicolás Maduro, presidente del país, quien en su primer discurso tras el resultado electoral, en la noche del domingo, ya quiso subrayar que “lo que haya que rectificar, se rectificará”.
“Lo que vamos a hacer es construir un gobierno poderoso, del pueblo, un gobierno que rectifique lo que tenga que rectificar y vamos a construir una nueva, amplia, poderosa mayoría de la revolución bolivariana”, ha indicado.
Y eso es lo que le toca ahora. Frente a Chávez, de indiscutible carisma, conocido y adorado por millones de venezolanos, Maduro es aún un desconocido para muchos. Para este “trabajador humilde”, como se define a sí mismo, antes conductor de autobús, veterano activista, sindicalista y exmilitante de la Liga Socialista, bajista en su juventud del grupo de rock Enigma, comienza ahora el momento de presentarse como Nicolás Maduro y no solo como el “hijo de Chávez”.
Y tendrá que combinar esa tarea con la de gobernar y proseguir, como ha prometido, con la revolución socialista bolivariana “para conseguir pobreza cero”.
Ya en su campaña Maduro anunció que, al igual que Chávez hizo en su momento, él girará por todo el país, “para conocer a la gente y ver de primera mano los problemas que tiene cada estado”.
Todo ello lo tendrá que hacer en un escenario donde la oposición se resiste a reconocer su legitimidad, exige recuento de votos y llama a sus seguidores a salir a salir a la calle, lo que augura semanas de tensión política en el país. En las últimas horas ya se han registrado disturbios violentos y Maduro ha denunciado la quema de dos sedes del Partido Socialista venezolano.
Voluntad de análisis
Fuentes del gobierno insisten en la voluntad de seguir gobernando para el pueblo y de analizar qué factores, más allá de la propia ausencia de Chávez y las apresuradas elecciones consecuencia de su muerte, han influido en el descenso electoral del chavismo.
“A nosotros nos corresponde gobernar con el Pueblo. Revisar y rectificar donde haya que hacer, y cumplir el programa de la Patria!. L@s revolucionari@s a reflexionar. Pero sobretodo a TRABAJAR,con nuevos bríos, con nuestro Plan. Escuchando y obedeciendo al Poder Popular ”, ha escrito en su cuenta de Twitter el vicepresidente venezolano Jorge Arreaza, quien, al igual que Maduro, ha tenido críticas para la negativa de la oposición a reconocer los resultados.
“Lo veníamos advirtiendo: gritaron fraude y guarimbas 2004/ reiteraron en 2005/ no iban a reconocer en 2007/ Y ahora repiten el patrón”, ha escrito Arriaza.
Una distancia no tan pequeña
A pesar del empeño de Capriles en no admitir los resultados de estas elecciones -ha llegado a decir que si Maduro “ya era ilegítimo, ahora es ilegítimo de verdad”- lo cierto es que los 234.935 votos que han otorgado el triunfo al candidato chavista son más que suficientes para gobernar y constituyen una victoria.
Más aún si se comparan con resultados similares obtenidos por gobernantes europeos o estadounidenses. Por ejemplo, en 1996 José María Aznar ganó a Felipe González por 290.328 votos en un país, España, que tenía entonces unos once millones de habitantes más que los que tiene Venezuela ahora. En el año 2000 Bush perdió en voto popular frente a Al Gore por 543.895 votos. Obtuvo el 47,9% frente al 48,4% de Al Gore, pero se convirtió en presidente porque al ganar en Florida ganaba en voto electoral.
Los triunfos electorales por distancias no muy grandes son habituales en las democracias occidentales. Pero cuando se trata de Latinoamérica, y más aún, de Venezuela, la vara de medir que se emplea siempre es otra. Las razones hay que buscarlas en los intereses empresariales, financieros y políticos de poderes internos y extranjeros que observan con temor y como amenaza el proceso socialista bolivariano y el petróleo venezolano nacionalizado, con políticas que han logrado reducir la pobreza y la desigualdad social y que han erradicado casi por completo el analfabetismo.
Dicho esto, lo cierto es que los catorce años de gobierno chavista, los elevados porcentajes de inseguridad ciudadana y delincuencia, la corrupción, los apagones, el desabastecimiento y la inflación son asuntos que han hecho mella en la popularidad del partido socialista, más aún cuando su líder, creador de todo un proceso político, acaba de fallecer.
Maduro ha prometido ser' el presidente de la seguridad', combatir la delincuencia no a través de la represión sino a través de programas de reinserción y educación. Atribuye la responsabilidad de los apagones de luz a sectores que pretenden boicotear la revolución venezolana, y habla de ciertos poderes boicoteadores responsables del desabastecimiento en los supermercados, donde es difícil encontrar productos básicos, como la harina o la leche.
Sea como sea, lo cierto es que estos son grandes retos a resolver para el gobierno de Venezuela. De cómo los encare dependerá en gran medida el futuro del chavismo y el papel de Nicolás Maduro dentro de él.