Ohio y sus votantes misteriosos
El gobernador republicano de Ohio, John Kasich, firmó en abril de 2011 una ley para limitar los derechos de negociación colectiva de los funcionarios. Una iniciativa popular logró convocar un referéndum, que derogó la ley en noviembre por un margen enorme: 61% a 39%. En el condado de Lawrence, al sur de Ohio, votaron a favor de suprimir la ley con aún más fervor: 74% a 25%.
Un año antes, en 2010, en Lawrence habían votado al gobernador demócrata Ted Strickland en contra del ganador John Kasich por 50% a 47%. Parece un condado con cierta tendencia demócrata. Según el profesor Tanner Heaberlin, que nació y vive en la región, “los sindicatos tienen aquí bastante fuerza”. Apenas hay minorías -más del 95% son blancos-, que son otra de las bases hoy del Partido Demócrata.
Pero 2008, en ese mismo condado, el republicano John McCain ganó a Barack Obama por 56% a 41%. “Me duele reconocerlo, pero no se me ocurre otra cosa que el racismo”, dice bajando la voz Heaberlin. Estamos en su clase, con la puerta abierta; pueden oírle. En las primarias de 2008 en Ohio ganó Hillary Clinton.
Este año Obama volverá a perder en el condado de Lawrence. Es una zona rural, más cercana a Kentucky que a las grandes ciudades de Ohio -Cincinnati, Columbus, Cleveland-, centros demócratas.
Pero durante toda la campaña Ohio ha sido el estandarte que Obama ha presentado para demostrar que era el favorito. Mitt Romney necesita Ohio para ganar, pero a pesar de los devaneos de las encuestas nacionales, Obama se ha mantenido siempre por delante.
El condado de Jefferson está al este de Ohio. La composición es similar a Lawrence, con algo más de negros, un 5,7% por 92% de blancos. Es una zona más industrial. Fue junto al oeste de Pensilvania un centro metalúrgico que ya ha desaparecido.
El centro de Steubenville, su población más importante, tuvo que retirar los parquímetros porque los robaban. No es un lugar esperanzador. Ahora vuelve un ligero vigor económico gracias a las perforaciones de petróleo y gas natural, pero “todos los obreros que traen las empresas vienen con ellos de Texas y del sur”, dice una camarera de una taquería en el centro de Steubenville.
En Jefferson, Obama ganó en 2008 por 72 votos de 36.071 emitidos. Una empleada de la campaña confía en poder repetir el éxito. Además este año el presidente tiene un argumento mejor en Ohio: el rescate de la industria del automóvil gracias a una inyección de dinero público en 2009. En Steubenville la industria de los coches no domina, pero la sensación de un Gobierno más sensible a las necesidades de los trabajadores puede dar votos.
Obama nunca cayó bien del todo en esta región obrera -blue collar- y blanca -red neck- del Medio Oeste: fue territorio de Hillary y McCain. Era una de sus debilidades y por eso su vicepresidente es Joe Biden, nacido en el oeste de Pensilvania. Obama lo complicó más con uno de sus comentarios más desafortunados en 2008 referido a los blancos de zonas deprimidas de esos estados: “No es sorprendente que se vuelvan resentidos, que se aferren a sus armas y su religión o a la antipatía de la gente que no es como ellos o al sentimiento antinmigrante o anticomercio como un modo de explicar sus frustraciones”.
En Pensilvania el peligro electoral para Obama es menor que en Ohio -aunque la rumorología dice que se ha ajustado- porque Philadelphia y sus minorías dominan el estado: “Siento impotencia porque cada elección en Pensilvania la deciden entre Philadelphia y Pittsburgh”, me decía un profesor republicano en Latrobe, en el condado rural de Westmoreland.
Además de la raza y su aire de profesor, Obama tiene otro problema misterioso en la zona: las armas. El presidente no va a derogar la segunda enmienda, que garantiza su tenencia: primero porque no puede y, segundo, porque no ha demostrado ningún interés. Pero por ejemplo en la cabeza conspiratoria de John, un miembro del Tea Party en Virginia, “sí puede gravar con un impuesto brutal la venta de munición; yo, por si acaso, ya he llenado el almacén de balas”. Es una razón que puede ocultar otras.
Esta mezcla de temores infundados y razones sutiles se combinan para hacer que todo este territorio del Medio Oeste sea uno de los grandes retos hoy para Obama. La raza puede tener algo que ver, porque Clinton ganó aquí sin problemas en 1992 y 1996. Pero en 2000 y, sobre todo en 2004, George W. Bush se llevó estos condados. Debieron sentir al gobernador tejano más cercano a sus valores.
Obama espera paliar el golpe primero con su campaña de base que movilice a más votantes y luego con el rescate a General Motors y Chrysler. En condados misteriosos como estos se juega la presidencia.