Rousseff: “Aquellos que tienen compromisos con la democracia y la paz no pueden estar a favor de intervenciones militares”
“¡Lula libre! ¡Lula libre!” El recibimiento de un escogido público madrileño a la expresidenta brasileña Dilma Rousseff en el Ayuntamiento de la ciudad ha vaticinado la línea discursiva del acto, protagonizado junto al exmandatario colombiano Ernesto Samper. Rousseff, por supuesto, les complació. Acompañó su reclamo antes de arremeter contra el gobierno de Jair Bolsonaro, un mandatario “ultraderechista” y “ultraliberal” que, según expresó, no encontró otra manera de acceder al poder que encarcelando a la figura que encarna el mensaje “más importante de la lucha democrática”.
Bolsonaro ganó las elecciones presidenciales con el apoyo de alrededor de 57 millones de brasileños: un 56% de los votos. A dos meses de los comicios de octubre, el expresidente brasileño Inácio Lula da Silva, condenado recientemente a 13 meses más de prisión, aparecía en las encuestas con el 40% de la intención de voto, cuando Bolsonaro no llegaba a la mitad de ese porcentaje. “Antes de impedir que saliera elegido de forma clara, antes de tomar todas las medidas contra él, tomaron una forma muy usual: desmoralizar a sus seguidores”, argumentó Rousseff.
Esa desmoralización a base de hachazos judiciales es la que defiende la expresidenta que ha conseguido colocar un Gobierno de ultraderecha al frente del país. En su discurso apareció retratado el Brasil de la década de los noventa: un sistema neoliberal en el que el fuerte recaía sobre la red de universidades (públicas y también privadas), una política de tierras que “utilizaba la reciprocidad” y las tierras no eran expropiadas a empresas extranjeras y una regulación del mercado de trabajo basado en la protección de los empleados.
“Estamos pasando por un proceso en Brasil que no es solo Bolsonaro. Es toda la articulación que sustenta a Bolsonaro: sustituir el estado democrático de derechos que construimos desde 1988; mudar todas las políticas que conseguimos en los últimos años”, defendió Rousseff. Llegados a este momento del discurso, aseguró que la línea que trazó el Partido Social Liberal, liderado por Bolsonaro, fue apartar de cualquier cargo a todas las figuras que representaban ese modelo anterior. Fue forzada a “salir del Gobierno por un acto incondicional, inconstitucional e ilegal con un objetivo claro: transformar el Brasil en proceso con medidas ultraliberales”, aseveró, en relación al impeachment que sufrió en 2016.
“Sufrimos un proceso muy fuerte que el mundo acompañó”, dijo en referencia a los hastíos que sufrió el Partido de los Trabajadores (PT) desde la encarcelación de Lula, pasando por su impeachment. “Antes de ese proceso, tuvimos cuatro elecciones consecutivas y ganamos porque teníamos un proyecto para Brasil. No era perfecto, más que fue capaz de tirar a millones de personas de la pobreza, trató de mejorar el país desde punto de vista de la infraestructura”.
“Poderes fácticos en la región”
El acto conjunto, organizado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense para la presentación del Seminario Permanente sobre América Latina que coordina Pablo Gentili, anunciaba la promesa de resaltar las violaciones de derechos humanos más potentes de la región sudamericana. No obstante, incluso Samper terminó por abandonarse a la marea denunciante que protagonizaba la sala.
“Para mí, Lula es el preso político más importante que existe en el mundo. No hay un preso al que le hayan violado tanto los derechos, se le han desconocido todos. Esto forma parte de la aparición en la región de los poderes fácticos, los que están asumiendo la representación política de nuestros países”, explicó, en alusión al actual presidente de Colombia, Iván Duque.
El proceso de paz que dejó en legado el expresidente Juan Manuel Santos está virando de la mano de Duque “hacia la decisión de volver a la guerra”. Los acuerdos que comenzaron en 2012 y que se fortalecieron con la firma del desmantelamiento de las FARC en 2016 están siendo “infravalorados” por el Gobierno actual. “La ilusión y la esperanza de que hubiera un acuerdo sobre sostenibilidad [del pacto] de la Habana se ha visto truncada en los últimos meses por una serie de decisiones que ha tomado Duque”, como la de objetar la ley que creó la figura del juez de paz.
“Los dos procesos que atraviesan ambos países son un salto al pasado”: a los años más crudos y violentos de actuación de las FARC y a la dictadura militar de Brasil de la década de los ochenta. Tal y como retrataron al presidente actual de ese país y las intenciones políticas que está expresando de cara a implantar en la región, no descartan que la situación pueda volver a tornarse violenta.
Venezuela y sus países vecinos, amenazados
Jair Bolsonaro estaría descuadrando todo lo que la expresidenta considera que define la “diversificación” de Brasil con su agenda política, cada vez más parecida a la de su homólogo estadounidense, Donald Trump. El pasado miércoles, ambos se reunieron en Estados Unidos para discutir sobre Venezuela y los acuerdos militares. El resultado de ese encuentro ha avivado la llama que de todas maneras habrían prendido Rousseff y Samper en un acto dedicado a los derechos humanos.
Ninguno de los dos presidentes actuales descartó una intervención militar en Venezuela, donde la situación se ha encrudecido desde que el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, se autoproclamara presidente. Guaidó cuenta con el apoyo de ambos presidentes, que ya han dejado ver que la actuación de la fuerza podría llegar a ser necesaria en el país. “Todas las opciones están sobre la mesa”, dijo Trump.
“La única guerra que faltaba acabar era la de Colombia y fue muy importante lo que ocurrió allí, fue el final de un proceso. Sería gravísimo que haya una intervención militar en la región. Vimos lo que aconteció en Afganistán, vimos lo que aconteció en Irak y en Siria. No queremos esto en nuestro continente”, dijo Rousseff ante los periodistas.
Tras la experiencia colombiana, descarta cualquier opción de pensar en una intervención militar dirigida por países exteriores: “Es muy grave cuando después de no tener guerra entre nosotros, con ningún enemigo externo por décadas, escuchemos estas propuestas. Aquellos que tienen compromisos con la democracia y la paz no pueden estar a favor de intervenciones militares.”
“La destrucción de los partidos de centro en Brasil abrió el espacio para que en la derecha entrase un hombre que era visto como un aventurero, un hombre de ultraderecha. No es que virara de otra ideología, es que era de ultraderecha. Su posición era tan minoritaria porque era folclórica de tan derecha que era”, dijo.