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En primera persona

Samar, trabajadora de MSF en el noroeste de Siria: “Hace falta de todo. La zona está completamente destruida”

La devastación causada por el terremoto en el noroeste de Siria.

Samar (Médicos sin Fronteras)*

Afrin (Siria) —
14 de febrero de 2023 13:26 h

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Soy Samar, soy originaria de Guta oriental, y trabajo en Médicos Sin Fronteras supervisando la promoción de salud en el noroeste de Siria. Cuando se produjo el terremoto yo estaba en casa, en Azaz. Vivimos en la segunda planta de un edificio. Estaba con toda mi familia: mi hijo, mi hija y mi marido. Estábamos durmiendo. Cuando mi marido sintió el temblor, me despertó. Cogí a mi hija en brazos y mi marido a mi hijo. Salimos corriendo de casa en pijama, descalzos y aterrorizados.

Parecía el día del juicio final. La gente corría en tropel y se agolpaba. Era como la escena del día del juicio final. No podíamos sentir otra cosa más que miedo y terror. Nos daban escalofríos bajo el frío y la lluvia. Veía a mis hijos temblar. No sabíamos qué hacer. ¿Alejarnos de los edificios o dirigirnos a espacios abiertos?

Teníamos que asegurarnos de que nuestros familiares estaban a salvo, pero nuestro edificio se estaba derrumbando y balanceándose ante nosotros. La gente salía a la calle y cogía su coche para alejarse de los edificios en dirección a espacios abiertos. Los edificios temblaban y los balcones caían sobre los coches, destrozándolos.

Los edificios temblaban y los balcones caían sobre los coches, destrozándolos.

La escena era horrible: la gente corría con sus hijos en brazos para alejarse de los edificios... Luego nos dimos cuenta de que teníamos el coche y mi marido fue a buscarlo en cuanto los temblores se calmaron para refugiarnos de la lluvia. También trajo abrigos para los niños y nosotros.

Nos alejamos con el coche y esperamos. Escuchamos réplicas hasta el amanecer.

Luego, mi familia me llamó desde Damasco preguntando si nos había ocurrido algo. La familia de mi tío había fallecido. Después, me preguntaron por la familia de mi marido. Imagínate… mi familia estaba lejos de la zona del terremoto y supieron antes que nosotros que la familia de mi tío había fallecido. La conexión a Internet y la electricidad se cortaron. Apenas podíamos usar las redes para saber cómo estaban nuestros conocidos. No lo supimos hasta las nueve de la mañana, cuando confirmamos que algunos de mis familiares habían fallecido.

Le dije a mi marido que teníamos que ir a Jindires, la zona más afectada junto con las zonas de Atarib y las afueras de Idlib. Le dije que teníamos que ir allí porque muchas personas habían muerto y toda la gente de mi pueblo vive allí. Nos fuimos a Jindires y lo que nos encontramos fue horrible. Todos los edificios estaban derrumbados. No se salvó ningún edificio desde las afueras de la ciudad. La gente estaba bajo los escombros. Todos muertos. Siendo testigo de este horror, era imposible pensar que alguien lograría salir de los edificios.

Fuimos a la casa de mi tío. Apenas pudimos llegar debido a los escombros. La hija de mi sobrino, su hermana, cuñadas y sus familiares habían fallecido. Los que sobrevivieron estaban conmocionados y no entendían lo que estaba pasando. Una madre perdió el conocimiento tras perder a su hija. Perdió la cabeza.

Cogimos el coche y nos fuimos hasta una zona de tiendas de campaña donde había gente que conocíamos. Nos sentamos en una tienda en medio de una fuerte lluvia y el barro, pero nuestros hijos y nosotros teníamos que estar a salvo. Muchos padres estaban enterrando a sus hijos. Otros estaban bajo los escombros. Ninguna familia se había librado. Todas habían perdido a uno o varios seres queridos. Llevaba mucho tiempo sacar a la gente. Había pocas máquinas. Sólo vimos esfuerzos e iniciativas particulares.

Mi marido se apresuró a ayudar a la defensa civil a sacar a la gente de debajo de los escombros. Va allí todos los días. Nuestros amigos también están ayudando. El equipo sanitario [de MSF] que superviso también está ayudando en Jindires. Todo el mundo tiene familiares allí. Y aunque no los tengan, van a ayudar también porque nadie más está ayudando a retirar los escombros.

Volvimos a las dos de la madrugada de Jindires a Afrin, donde nos alojamos en casa de un pariente que está en la planta baja. Y seguimos allí. Mi marido va a Jindires todos los días y yo me quedo aquí. Planeamos volver a Azaz. No sabemos qué pasará exactamente.

No pude participar en las reuniones de emergencia de Médicos Sin Fronteras porque no tenía conexión a Internet. Cuando me conecté, vi los mensajes que me llegaban. Mi equipo se coordinó con el equipo de logística para distribuir tiendas y ropa. Las prepararon y fueron a Jindires a distribuirlas.

No puedo asimilar lo ocurrido. Siento que la catástrofe continúa

Decidieron repartir los kits de materiales esenciales que teníamos a la gente de Jindires. Trabajaron hasta altas horas de la noche. Sigo conmocionada. No puedo asimilar lo ocurrido. Siento que la catástrofe continúa. No me atrevo a volver a casa. Mi marido intenta convencerme porque mucha gente ya ha vuelto, pero no me atrevo.

Ayer fuimos al hospital. Todos los familiares de una amiga de mi marido murieron excepto una chica. Fuimos a visitarla al hospital. Nos contó cómo se reunieron en un lugar. Ella se dirigió a la puerta con su hermano. Su hermana pequeña les siguió. Me contó cómo el tejado cayó encima de su padre, matándolo; y que dijo unas últimas palabras antes de morir. “Cuando cayeron los escombros, mi hermana se cayó debajo de mí. Se asfixió por mi culpa”, nos contó llorando.

Hace falta de todo. Lo único que preocupa ahora es salvar a la gente que está todavía bajo los escombros. Se necesitan desesperadamente excavadoras y maquinaria pesada para salvar a la gente, de lo contrario no será posible.

Hace mucho frío y llueve. La gente ha perdido su dinero y no puede comprar ropa ni calefactores. Tampoco encuentra refugio. Las casas han quedado destruidas y las familias se han desplazado a mezquitas, escuelas... Hay organizaciones trabajando en el terreno, pero las necesidades son enormes. Tiene que haber una intervención a gran escala. La mayoría de los esfuerzos que se hacen son locales e individuales. Sólo vi a Médicos Sin Fronteras distribuyendo kits. No sé si otras organizaciones internacionales trabajan también en la región.

Espero que se intensifique la respuesta y que se siga rescatando a la gente que se encuentra bajo los escombros. También que se entierre a los muertos. Hay que hacer todo lo que se pueda, porque la zona está completamente destruida.

*No se publica el nombre completo por razones de seguridad.

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