Un ataque en Siria con misiles cargados de retórica
En una guerra que ha causado centenares de miles de muertos, el éxodo de millones de personas y la destrucción completa de un país, el ataque norteamericano, británico y francés contra edificios vacíos alimentará los titulares y las declaraciones de los políticos, y poco más. Las características de esta intervención militar, y sobre todo los pasos dados por Washington y Moscú en los días anteriores, aseguran que ambos bandos salven la cara y reduzcan el riesgo de un enfrentamiento directo para el que nadie tiene demasiado interés.
El secretario de Defensa, James Mattis, cerró cualquier especulación en la noche del viernes sobre lo que puede ocurrir en los próximos días. Descartó nuevos ataques más allá de los ya conocidos y dio la operación por terminada: “Nos hemos limitado a los objetivos relacionados con las armas químicas. No íbamos a ampliarlos, fuimos muy precisos y proporcionados”.
En los días anteriores, Mattis había mostrado su preocupación por una posible escalada en el conflicto si la represalia alcanzaba a fuerzas rusas e iraníes. El Pentágono no tenía muchas intenciones de estar a la altura de la retórica errática de Donald Trump, que por lo demás ya ha comunicado en público que pretende retirar los 2.000 soldados norteamericanos desplegados en el norte de Siria una vez que ya considera derrotado al ISIS. Mattis y el alto mando militar tienen otras ideas al respecto.
Por si acaso, los rusos no asumieron riesgos. Sus objetivos más vulnerables en un ataque con misiles, los buques de guerra en la base naval de Tartus, zarparon hace unos días, por muy improbable que fuera un ataque directo norteamericano contra fuerzas militares rusas. Pronto volverán a su base. Esa presencia naval en el Mediterráneo es la principal razón de la intervención rusa en la guerra siria. Al estar asegurada la supervivencia del régimen de Asad, EEUU no está en condiciones de impedir esa presencia rusa.
Siempre se dice que los misiles no sirven para sustituir a una estrategia. Pero los comunicados oficiales y las informaciones de los medios de comunicación insisten en que permiten lanzar un mensaje al adversario. Tanto los principales medios norteamericanos como los medios públicos rusos están ahora totalmente concentrados en este ataque, aunque sus repercusiones vayan diluyéndose en los próximos días. Pero por unos días la guerra siria volverá a las posiciones más altas de las portadas.
El anterior bombardeo norteamericano de una base aérea siria en represalia por el presunto uso de armas químicas por Asad no tuvo ninguna repercusión relevante en la guerra. Sólo fue útil para alimentar las respectivas campañas propagandísticas. Es probable que ocurra lo mismo con este.
Quien sale de esta última crisis con algo tangible en su favor es el Gobierno de Asad, que ha recuperado el control del enclave de Guta Oriental, en las cercanías de Damasco tras una campaña de bombardeos que produjeron un alto número de víctimas civiles. Dentro de unos meses, procederá a ocuparse de la última zona en poder de sus enemigos, la provincia de Idlib en el noroeste del país. Sus habitantes ya saben lo que les espera.