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El sur global hace oír sus demandas en una ONU con los focos sobre Zelenski

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, en la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Javier de la Sotilla / Washington

20 de septiembre de 2023 22:34 h

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La guerra en Ucrania dominó por completo la agenda en la Asamblea General de las Naciones Unidas el año pasado, lo que conllevó quejas de los países no alineados, que ven en este tipo de cumbres una oportunidad para alzar su voz. Y aunque este año la organización se ha propuesto dar más espacio a la emergencia climática y los desafíos del llamado sur global, los titulares de las grandes cabeceras internacionales se los sigue llevando Volodímir Zelenski, quien este martes llevó por primera vez su vestimenta verde militar al debate celebrado anualmente en Nueva York.

En paralelo al debate general, que se alargará hasta el próximo martes, los líderes mundiales han participado esta semana en dos encuentros de calado para el futuro del planeta: la Cumbre sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), donde se han revisado durante dos días la situación de los 17 objetivos que se marcaron hace ocho años para cumplir en 2030; y la Cumbre sobre Ambición Climática, que ha tenido lugar este miércoles, donde se ha tomado la temperatura a la lucha contra el cambio climático en el mundo. En este evento, donde solo se ha permitido turno de palabra a 41 países elegidos por la ONU como “pioneros” por sus planes para alcanzar emisiones neutras, no han podido intervenir los representantes de China, EEUU ni India, los tres países más contaminantes.

Las conclusiones de ambas cumbres son preocupantes. “La consecución de los ODS está en peligro”, reza la declaración consensuada en el primer encuentro. “Nos alarma que la mayoría de los ODS avancen demasiado despacio o hayan retrocedido por debajo de la línea de base de 2015”. De todos los objetivos propuestos –como la erradicación de la pobreza extrema, el hambre cero, la igualdad de género o la reducción de las desigualdades económicas–, el mundo solo va camino de cumplir el 15%, y en muchas de las metas no solo no se está avanzando, sino que se retrocede.

Las consecuencias de este incumplimiento son especialmente palpables en los llamados “países en vías de desarrollo”. El presidente de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva, que ha vuelto a la tribuna de las Naciones Unidas por primera vez desde 2009 –antes de abandonar la presidencia–, se erigió en líder del sur global durante su discurso, escenificando el retorno de su país a la escena internacional después de los años de mandato aislacionista de Jair Bolsonaro. “¡Brasil ha vuelto! Nuestro país está de vuelta para hacer su debida contribución para afrontar los principales desafíos del mundo”, dijo el martes ante los cientos de mandatarios congregados en Nueva York.

“El hambre, el tema central de mi discurso en este Parlamento del Mundo hace 20 años, afecta hoy a 735 millones de seres humanos, que irán a dormir esta noche sin saber si tendrán algo para comer mañana”, sostuvo, marcando sus prioridades, Lula al inicio de su intervención, que abrió el debate general este martes, como es tradición. “El mundo se está volviendo cada vez más desigual. Los diez milmillonarios más ricos tienen más riqueza que el 40% más pobre de la humanidad. El destino de cada niño nacido en este planeta parece estar decidido mientras está en la barriga de su madre. La parte del mundo en la que vivan sus padres y la clase social a la que pertenezca su familia determinarán sus oportunidades a lo largo de su vida”, recordó el mandatario.

A la luz de estos datos, reconocidos por la ONU, “corremos el riesgo de dejar atrás los ODS... necesitan un plan de rescate”, aseguró el secretario general de la organización, António Guterres. Y cada año que el mundo se aleja de los objetivos marcados en 2015, se encarece el precio de lograrlos: según un informe de Force for Good Iniciative, aumentó un 25% hasta los 176 billones de dólares el año pasado, mientras que el déficit de financiación para los ODS aumentó aún más durante el mismo periodo, un 35% hasta los 135 billones.

“Debemos superar la resignación, que nos hace aceptar esta injusticia como un fenómeno natural. Hay una falta de voluntad política de parte de quienes gobiernan el mundo para superar la desigualdad”, resaltó Lula en su discurso.

“Poner fin a la guerra y ganar tiempo para salvarnos”

Los países del sur global encuentran en la Asamblea General de la ONU un espacio mediático, del que habitualmente carecen, para expresar sus demandas y marcar su agenda. A pesar del protagonismo de la guerra en Ucrania, que opaca todo lo demás, en esta edición están logrando más atención, tanto en el debate general como en las cumbres paralelas. 

Desde el principio de la invasión rusa, el sur global ha mantenido generalmente una posición ambigua, sin la necesidad de decantarse por uno de los dos bandos, y enfatizando únicamente en la paz, algo que ha sido visto por Occidente con recelo. Mientras los países ricos ven la guerra como un conflicto de interés geopolítico, los pobres sufren sus consecuencias de manera más directa, como el aumento del precio de los alimentos y la energía, y siguen más preocupados por los efectos del cambio climático y la desigualdad.

“Propongo poner fin a la guerra para que tengamos tiempo de salvarnos”, dijo el presidente de Colombia, Gustavo Petro, en su intervención el lunes: “Propongo que las Naciones Unidas patrocinen lo antes posible dos conferencias de paz. Una sobre Ucrania, la otra sobre Palestina, no porque no haya otras guerras en el mundo, como en mi país, sino porque mostraría cómo hacer la paz en todas las regiones del mundo”. Por su parte, Lula reiteró su ofrecimiento de moderar dichas negociaciones: “Hay que trabajar para crear un espacio de negociación. Ninguna solución será duradera si no se basa en el diálogo”.

En un discurso cargado de críticas al orden mundial capitalista, a “los ricos de Davos” y a “los blancos que se creen superiores”, Petro lamentó que este año “los gobiernos y la humanidad han salido perdiendo” en asuntos como la migración, la lucha contra las drogas o la emergencia climática, y “sin dudarlo ha adelantado los tiempos de la extinción”. Con tono apocalíptico, el presidente colombiano alertó de que “la crisis de la vida” ya ha comenzado, como indica el aumento de migrantes medioambientales, y advirtió que en el próximo medio siglo su número alcanzará los 3.000 millones.

“La humanidad se ha dedicado a la guerra”, sostuvo Petro, desviando la atención y los recursos de los ODS y del cambio climático, que calificó como “la madre de todas las crisis”. Empezando por su país, hoy cubierto de frondosos bosques, que “se transformará en desierto” y sus gentes “huirán en masa, ya no atraídas por las lentejuelas de la riqueza, sino por algo más simple y vital: el agua”.

Para mitigar la crisis climática, propone una receta corte izquierdista: el aumento de inversión pública, que hoy en día, consideró, se está destinando a “pagar las guerras”, en políticas contra el calentamiento global. Para ello, ve necesario un cambio en el sistema financiero mundial para “financiar la vida y el capitalismo descarbonizado”, una inversión que requiere, según sus cálculos, tres billones de dólares. “Con una emisión del FMI habrá un descenso de la deuda pública mundial y un incremento de los presupuestos para mitigar la crisis climática. Hay que liberar lo público para salvar la vida”, concluyó el presidente de Colombia.

El discurso elocuente de Petro sucedió al de Joe Biden, presidente de EEUU, el país que históricamente ha emitido más gases de efecto invernadero, alrededor del 20%. Si bien el año pasado inició su intervención hablando de la guerra en Ucrania, que monopolizó el discurso, en esta ocasión tardó 22 minutos (de los 27 que duró) en mencionar el conflicto. Habló antes de la Unión Africana, de Palestina, del “liderazgo” de EEUU en la lucha contra el cambio climático y de su contribución a la erradicación del hambre y la pobreza extrema en el mundo. 

“Comprendo el deber que tiene mi país en este momento crítico”, dijo el mandatario, que reiteró su promesa de aumentar la inversión en bancos de desarrollo y su deseo en reformar el Banco Mundial para ello. Una propuesta que ya lanzó durante el encuentro del G20 en Nueva Deli, donde se incorporó a la Unión Africana como nuevo miembro permanente. “EEUU busca un mundo más seguro, más próspero y equitativo para todos, porque sabemos que nuestro futuro está ligado al vuestro, y ninguna nación puede afrontar sola los retos de la actualidad”, aseguró, lanzando el guante a un grupo de países que se ve atrapado entre dos bloques que compiten por su influencia.

La incapacidad de la ONU para dar respuestas: “Reforma o ruptura”

“Aumentan las tensiones geopolíticas, se multiplican los desafíos globales, y nosotros parecemos incapaces de unirnos para dar respuesta”, dijo, contundente, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, reconociendo que la institución no está consiguiendo adaptarse a la nueva realidad geopolítica. Especialmente el Consejo de Seguridad, donde conviven cinco potencias con poder de veto y agendas contrapuestas, entre otros, en cuanto a la guerra de Ucrania, a la sucesión de golpes de estado en África y al conflicto del Nagorno Karabaj.

“Avanzamos rápidamente hacia un mundo multipolar”, destacó, pero “la gobernanza mundial sigue parada en el tiempo. Solo hay que ver el Consejo de Seguridad y el sistema de Bretton Woods: reflejan la realidad política y económica del 1945, cuando muchos de los países aquí presentes estaban todavía bajo dominación colonial”. En este sentido, hizo un llamamiento a la reforma de las Naciones Unidas: “Si las instituciones no reflejan el mundo tal como es, en lugar de resolver los conflictos, se convierten en parte del problema”.

“No me hago ilusiones. Las reformas son una cuestión de poder. Y sé que hay muchos intereses contrapuestos. Pero la alternativa a la reforma no es el statu quo, sino una mayor fragmentación. Es reforma o ruptura”, concluyó Guterres. 

Esta visión fue ratificada también por Lula, que criticó la “parálisis del multilateralismo”, y defendió la expansión de los BRICS (el grupo de “potencias emergentes” donde están presentes, también, China y Rusia, que ha incorporado recientemente a Argentina y Arabia Saudí) para equilibrar la balanza y crear un “comercio global más justo”. Concretamente, lamentó que el FMI solo puso a disposición de los países africanos 34.000 millones de dólares, mientras que los europeos se llevaron 160.000 millones. “La representación desigual de la dirección del FMI y el Banco Mundial es inaceptable”, dijo.

Este miércoles, muchas miradas han estado puestas en la mesa con forma de herradura de la sala del Consejo de Seguridad, que ha celebrado una reunión sobre la guerra en Ucrania con la presencia de Zelenski, quien ha vuelto a abogar por una reforma de la composición del órgano clave de la ONU, argumentando que considera “injusto” que miles de millones de personas no tengan un representante permanente. También ha pedido que Rusia sea despojada de su derecho a veto, a la vez que ha cuestionado el rol de Naciones Unidas para hacer frente a los conflictos: “La humanidad ya no mira a Naciones Unidas con esperanza en cuanto a la defensa de la frontera soberanas de las naciones. Los líderes mundiales están buscando nuevas plataformas y alianzas que puedan reducir el desastroso alcance de los problemas, los problemas que se afrontan aquí dentro de estas paredes con retórica en lugar de soluciones reales”.

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