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El techo de la deuda, un problema nacional e internacional para Biden

El presidente de Estados Unidos, en Washington, antes de partir hacia la cumbre del G7.

Javier de la Sotilla

Washington —
21 de mayo de 2023 22:21 h

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Joe Biden ha tenido que regresar de su viaje exprés de tres días a Japón, donde ha participado en la cumbre del G7 en Hiroshima y ha evidenciado el papel cada vez más activo de Occidente en la guerra de Ucrania. El presidente de Estados Unidos tenía previsto viajar posteriormente a Australia, país miembro de la alianza militar Aukus, con el que firmó recientemente un acuerdo para el suministro de submarinos nucleares. Y luego, tenía en la agenda diplomática Papúa Nueva Guinea, un viaje histórico, puesto que ningún mandatario estadounidense ha ido nunca.

Sin embargo, Biden decidió cancelar esos dos viajes para volver a casa y seguir con las negociaciones sobre el techo de deuda, un problema que apremia, ahora que queda una semana y media para que el país entre en riesgo de suspensión de pagos, según alertó la secretaria del Tesoro, Janet Yellen. De este modo, el mandatario vuelve tras la clausura de la cumbre “para reuniones con los líderes del Congreso que garanticen que éste toma medidas dentro del plazo para evitar impagos”, según indicó la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre.

Es un claro mensaje a los estadounidenses, y también al mundo: el problema económico doméstico que atraviesa el país es más acuciante que la diplomacia en una región de primer orden para sus intereses. Y no es para menos: por primera vez en la historia de EEUU, el Gobierno podría caer en default si no se llega a un acuerdo entre las partes.

De momento, tanto Biden como el líder de la Cámara de Representantes, el republicano Kevin McCarthy, se echan mutuamente las culpas y se tachan de inflexibles. Ninguno parece dispuesto a ceder, pues eso significaría más que torcer el brazo: es una derrota ideológica. Los republicanos que, cuando han estado en el poder, han aumentado la deuda reduciendo impuestos, piden a Biden que reduzca el gasto social. Por su parte, el mandatario pide al Congreso que apruebe un aumento del límite de la deuda, algo que ha ocurrido hasta en 78 ocasiones en la historia del país, para poder llevar a cabo su programa.

¿Es EEUU un socio confiable?

Sea como sea, el análisis que se está haciendo dentro del país es que los problemas domésticos están debilitando la posición diplomática de EEUU. El mensaje es que si el país no es capaz de solucionar los problemas del día a día del Gobierno (pagar sus facturas), menos podrá convencer a sus socios, o a países de la órbita de China, de las ventajas de ser su aliado.

“La crisis en casa complica la diplomacia en el exterior de Biden”, titulaba un análisis en portada en The New York Times, el pasado miércoles. “La volatilidad se ha convertido en la nueva norma en Washington”, diagnosticaba el subtítulo. Y las primeras frases del artículo eran demoledoras: “El presidente partió hacia Japón para asistir a una reunión de los líderes de las siete principales democracias industriales, que se reúnen cada año para tratar de mantener estable la economía mundial. Pero resulta que la principal amenaza para la estabilidad económica mundial este año es EEUU”.

Este análisis da cuenta de un hecho: los aliados, europeos e internacionales, comienzan a darse cuenta de que EEUU ya no es fuente de orden en el mundo. Un “orden” establecido durante la Guerra Fría a base de prosperidad económica, pero también de guerras, la imposición de dictadores y el control de organizaciones financieras como el FMI, alianzas como la OTAN o de su influencia en foros como el G7.

Después de años manteniendo el orden en Occidente a costa de terceros países, las vulnerabilidades están de puertas para adentro. Además del problema de la deuda, en el último año, EEUU ha sufrido la peor crisis bancaria desde el 2008, con la caída de tres bancos regionales que han arrastrado al gigante europeo Credit Suisse. Además, ha tenido la mayor inflación interanual en cuatro décadas, alcanzando el 9,1% en junio del 2022, lo que ha propiciado la subida drástica de tipos de interés por parte de la Reserva Federal.

Por otro lado, la violencia armada sigue a la orden del día en las calles, con 647 tiroteos masivos en 2022 y más de 200 en lo que llevamos de año, según la organización Gun Violence Archive (que define un tiroteo masivo como aquel en el que mueren o son heridas al menos cuatro personas). Y la violencia política de organizaciones ultraderechistas como los Proud Boys, los Patriot Front, los Oath Keepers o los Three Percenters, sigue muy presente dos años después del asalto al Capitolio, el mayor ataque moderno a la democracia estadounidense. Estas milicias y batallones se dejan ver a menudo patrullando las calles, así como en manifestaciones LGTBI y del movimiento Black Lives Matter.

“Nuestra mayor amenaza somos nosotros mismos”, dijo al NYT Jane Harman, presidenta del centro internacional Woodrow Wilson, “nuestro liderazgo en el mundo está siendo erosionado por nuestra disfunción interna”.

EEUU se acerca al precipicio de la deuda

El riesgo de suspensión de pagos se cierne cada cierto tiempo sobre este país, y siempre se encuentra una solución, aunque sea in extremis. Del mismo modo que cada parte están tratando de torcer el brazo a la otra para lograr sus objetivos políticos, ninguna quiere pasar a la historia como la primera que permitió el impago de la deuda –y con ello, de sus intereses, sus facturas, las nóminas de los trabajadores públicos o partidas como la seguridad social, el Medicare y el Ejército.

De no alcanzar un acuerdo, someterán a EEUU a una crisis crediticia “catastrófica”, según alertó Yellen, que arrastraría a Occidente y al mundo entero. Y en el país saben que eso afectaría enormemente a las relaciones diplomáticas estadounidenses. “A países como Rusia y China nada les gustaría más que incumpliéramos el pago de la deuda para poder señalar con el dedo y decir: 'Ya ven, EEUU no es un socio estable y fiable'”, afirmó John F. Kirby, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional. “Nuestra capacidad para pagar nuestras deudas es una parte clave de la credibilidad y el liderazgo de EEUU en todo el mundo”.

No es la primera vez que un mandatario estadounidense cancela un viaje al extranjero por motivos domésticos. También lo hizo George H.W. Bush en 1991 para priorizar la economía en crisis; Bill Clinton en 1995 durante un cierre de gobierno; Barack Obama en 2010 para centrarse en la legislación sanitaria y, en 2013, durante su propio cierre de gobierno (debido a la falta de acuerdo para los presupuestos, ya que los republicanos se negaron a financiar su programa de salud, el llamado Obamacare).

En el caso de Biden, por el techo de deuda, ha recortado su visita a Asia Pacífico, una región que se ha convertido en prioritaria para las aspiraciones estadounidenses. Desde Obama, pero especialmente con Trump y Biden, el país busca alianzas militares entre los países orientales para contener la expansión de China. Y recientemente, el actual presidente ha reforzado su presencia militar en Corea del Sur, Japón y Filipinas, además de comenzar a materializar el pacto Aukus (Australia, Reino Unido y EEUU) y la alianza diplomática de los Quad (Australia, India, Japón y EEUU).

Casualmente, el mayor tenedor de la deuda estadounidense es China, con más de 850.000 millones de dólares en valores del Tesoro. A medida que han aumentado las tensiones entre ambas potencias, el Gigante Asiático se ha ido deshaciendo de parte de esta deuda: si en 2013 tenía 1,3 billones de dólares, ahora tiene 450.000 millones menos.

China ya ha acusado a EEUU de “sabotear” los esfuerzos de otros países por resolver sus problemas de endeudamiento: “la mayor contribución que EEUU puede hacer a los problemas de deuda fuera del país es actuar con políticas monetarias responsables, hacer frente a su propio problema de deuda y dejar de sabotear los esfuerzos activos de otros países soberanos para resolver sus problemas de deuda”, dijo la Embajada china en Zambia.

El país asiático es el mayor acreedor mundial, no solo de EEUU, también de los países en desarrollo, y ha sido criticada por su falta de compromiso por reducir la carga de la deuda en esos países. Pero, aun así, año tras año sigue ganando terreno diplomático a EEUU en todo el mundo, con su política de “no interferencia” en asuntos internos de otros países, sus inversiones en infraestructuras en el marco de la “Ruta de la Seda” y su poder blando en expansión.

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