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Tensión en Alemania por el veto a las marchas de apoyo a Palestina: “No nos dejan canalizar nuestro dolor”

Manifestantes ondean la bandera palestina frente a los agentes de policía en Berlín el pasado 18 de octubre.

Leila Nachawati

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En estos días en los que las bombas israelíes se ceban con la Franja de Gaza, miles de personas se manifiestan en todo el mundo. En Alemania, el país europeo que más personas refugiadas acoge (1,24 millones, además de 233.000 solicitantes de asilo, de los cuales la mitad proceden de Siria) y cuya capital cuenta con la mayor diáspora palestina en Europa, las protestas chocan con el cierre de filas con su aliado israelí.

Tanto la capital alemana como Frankfurt, Colonia, Düsseldorf y otras ciudades del país han sido escenario de numerosas protestas desde el estallido de la guerra en Gaza, uno de los lugares con mayor densidad de población y vulnerables del mundo. Muchas de esas concentraciones se han celebrado pese a los vetos de las autoridades.

En su cuenta en la red social X, antes Twitter, la Policía de Berlín anunciaba el 10 de octubre la prohibición de marchar en solidaridad con Palestina en la Plaza de París, en el centro histórico de Berlín, alegando que su celebración suponía un peligro para la seguridad y el orden. En otro mensaje del 12 de octubre referido a la manifestación en plaza Potsdamer iban más allá y especificaban que “los participantes probablemente simpaticen con Hamás”. El 15 de octubre se canceló otra por considerarla sustitutiva de las anteriores. “Debido a la gran afluencia de personas portando símbolos a favor de Palestina, la reunión fue prohibida antes de comenzar”, anunciaron.

“Primero teníamos permiso para manifestarnos, pero a los pocos minutos de empezar, la policía dijo que se prohibía y cargó contra quienes estábamos allí, lanzando gas pimienta y deteniendo a manifestantes”, cuenta a elDiario.es H., refugiado palestino que lleva seis años residiendo en Berlín y que prefiere no revelar su identidad. “Somos una comunidad enorme a la que se está denegando el derecho a expresar y canalizar su dolor de forma pacífica”, añade.

En la misma semana, otras marchas como la de Jewish Berliners Against Violence in the Middle East también se han prohibido y se han vivido incidentes como el protagonizado por una mujer judía retenida por la policía cuando llevaba un cartel con el lema “detened el genocidio en Gaza”.

Las convocatorias y los incidentes se han repetido a lo largo de la semana. El jueves, la activista siria Wafa Moustafa, refugiada en Alemania, denunció que iba con otras dos personas y la policía les pidió que se marchasen de Potsdamer Platz porque llevaban la kufiya. “La histeria antipalestina y antiárabe tiene que parar”, denunciaba en su cuenta de Instagram.

Las medidas no son nuevas (ya se prohibieron concentraciones anteriores, como las del 13-15 de mayo de 2022 para conmemorar la Nakba, algo que denunciaron organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional), pero han ido a más, incluso hasta la cancelación de eventos culturales.

Entre los más recientes, la ceremonia de entrega de premios a la escritora palestina Adania Shibli en la feria del libro de Frankfurt y la del evento en el que participaba la artista y directora de cine palestina Emily Jacir. Asociaciones y centros cívicos como Oyoun, centro cultural y artístico berlinés, afirman que han recibido presiones para cancelar actos como el de Jewish Voice for a Just Peace in the Middle East. El pasado 15 de julio, el grupo de música Ska-P sufrió otro incidente en Munich. Según denuncia el grupo, la policía se presentó en la prueba de sonido y les comunicó que por orden de la Fiscalía tenían prohibido cantar la canción 'Intifada'.

"No hay espacio para el matiz"

“Parece que defender el derecho a existir de los palestinos, o denunciar los crímenes de guerra, aquí se considera equivalente a pedir la destrucción de Israel. No hay espacio para el matiz y esta censura está siendo implementada con más virulencia hoy contra los símbolos palestinos de lo que hemos visto cuando se trata de manifestaciones de grupos domésticos explícitamente antisemitas o neonazis”, dice en entrevista con elDiario.es Elisa M, activista de los derechos humanos con familia en Siria que lleva siete años viviendo en Alemania.

“Estos días nos están sirviendo a muchas personas inmigradas y refugiadas en Alemania para comprender mejor el marco de pensamiento de esta sociedad, las líneas rojas de las que nadie te habla cuando se concibe este país como un lugar donde se respetan los derechos humanos y la libertad de expresión”, añade.

Según A., activista bosnio-alemán dedicado a la investigación de la memoria histórica que también ha pedido no revelar su identidad, lo que se está viendo “es la consolidación de un nuevo 'German ersatz-nationalism' o nacionalismo de reemplazo”. “Grupos racializados son ahora el objetivo en nombre del 'anti-antisemitismo'. Es difícil no remitirse al 11 de septiembre, al pánico racista y a la supremacía blanca que lo sucedieron”, dice.

En la misma línea se expresan voces como las que recoge el artículo de Jewish Currents 'Bad Memory'. “Se elogia a Alemania por sus esfuerzos para expiar el Holocausto. Sin embargo, su método de repudiar el pasado se ha convertido en una herramienta de exclusión”, sostiene el artículo. “En vez de un compromiso amplio contra el racismo y la violencia, lo que hay es una lealtad específica a cierta formación política: el Estado de Israel”.

Radicalización de gobiernos europeos

Los últimos enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas policiales se dan en un contexto de endurecimiento de la política migratoria alemana. El país se había convertido en uno de los pocos lugares seguros para quienes huían de la represión en Oriente Medio.

La propuesta está en línea con otras recientes en el contexto europeo, como la de la ministra de Interior británica, Suella Braverman, que afirmó que ya no solo los símbolos explícitos de apoyo a Hamás son una cuestión preocupante, sino que incluso la bandera palestina podría considerarse una muestra de apoyo al terrorismo.

En Francia, la semana pasada, el ministro del Interior ordenó a los prefectos (los delegados de gobierno) la prohibición de las manifestaciones propalestinas alegando que “pueden generar alteraciones del orden público”. El ministro dijo que la organización de estas protestas “debería dar lugar a detenciones”. La policía incluso se presentó en un restaurante que se llama Chamas Tacos y cuyo letrero luminoso se había estropeado, dejando apagada la 'C' inicial (hamas).

Las medidas no han logrado, de momento, frenar las muestras de solidaridad. “En mi barrio, donde se concentra buena parte de la comunidad de origen árabe, hay concentraciones diarias. Para protegernos, son nuestros compañeros alemanes o europeos quienes están dando un paso al frente en la organización de las protestas. A esa solidaridad nos aferramos”, explica H.

“Me gustaría hablar alto y claro, pero muchos estamos en proceso de obtener la residencia permanente o la nacionalidad y no podemos arriesgarnos a que se nos acuse de ‘antisemitas’ por defender los derechos de los palestinos. Esta es la línea de las autoridades alemanas y es evidente que se está endureciendo”, añade.

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