Un artista español crea el mural más grande de la historia de Nueva York en Times Square: “Querían que pintara donde va la publicidad”

Nadja Sayej

Times Square no es precisamente un semillero de sofisticación cultural. Como Fran Lebowitz dijo una vez: “Si eres neoyorquino y te encuentras con otro neoyorquino en Times Square, es como si te hubieras encontrado con alguien en un bar gay en la década de los 70: te inventas excusas sobre por qué estás allí”.

Ahora, este eje del turismo masivo en pleno centro de Manhattan está cambiando y comienza por exponer algo más de arte. El artista español Domingo Zapata acaba de terminar el mural más grande que la ciudad de Nueva York haya visto, a casi 100 metros de altura, en el edificio situado en el número uno de la plaza. Le llevó tres semanas pintarlo y allí permanecerá los próximos tres meses.

Pero, ¿en Times Square? ¿De verdad?

“Pensé 'traigamos algo que no sea comercial al lugar más comercial del mundo'”, cuenta Zapata. “Es importante que la gente se tome unos minutos y lo disfrute. Va de sueños, del modo en que todo es posible. Podrías verte en él y podría lograr que tu día sea más bello”.

Por Times Square pasan alrededor de 340.000 personas al día –unos 50 millones al año–. La mayoría son turistas. No se trata del lugar donde uno espera cruzarse con obras de arte (más allá de las postales de paisajes o el vaquero desnudo). “Por eso lo trajimos. Porque ya era hora”, afirma Zapata y explica: “Antes, hasta la publicidad era más artística. Ahora todo son datos. ¿Qué ha pasado con la atracción natural que se siente por los objetos?”

La obra es, en lo fundamental, sobre la gratitud. “Detente un segundo, vamos demasiado rápido con las redes sociales. ¿Qué ha sucedido con la capacidad de frenar y apreciar lo que te rodea y hacerlo ahora?”, se pregunta. “Podría gustarte”.

El mural se extiende sobre las pantallas del número uno de Times Square, un rascacielos de 25 plantas, propiedad de la inmobiliaria Jamestown y habitualmente cubierto de publicidad luminosa que gestiona la agencia New Tradition. Es el lugar por el que cada Nochevieja desde 1907 cae la bola que anuncia el nuevo año. Anunciarse allí cuesta hasta un millón de dólares al año.

Zapata ya había expuesto un conjunto de obras de videoarte en Times Square el año pasado, antes de que Jamestown se pusiera en contacto con él para un proyecto más ambicioso. “Querían que pintara un mural en el lugar de la publicidad, algo diferente. Pensaron que yo era un artista suficientemente loco como para subirme allí”, explica el artista.

Y, al menos, la situación lo fue desde el comienzo, cuando Zapata tuvo que lidiar con un problema inesperado. “El primer día nos quedamos atrapados en la plataforma durante tres horas a 60 metros y se fue la corriente, se avecinaba una tormenta. Me pregunté '¿Por qué hago esto? ¿en qué estaba pensando?'”, cuenta Zapata.

El imponente mural de Zapata tiene toques de modernismo europeo que encaja símbolos familiares al expresionismo (como las guitarras que pintara Pablo Picasso) hombres apuestos vestidos de traje (como los de Henri de Toulouse-Lautrec) y flores de trazo grueso (como las de Henri Matisse).

El mural se extiende a lo largo de 15 de las plantas del edificio y cubre tres de sus flancos: oeste, este y sur. En su creación trabajó un equipo de 25 personas, entre las que había un puñado de asistentes de pintura. Sin embargo, no todo es pintura, ya que parte de la obra está impresa sobre vinilo. Si levantas la cabeza, puedes leer frases como 'La vida es un sueño' o 'Todo el mundo muere, pero no todo el mundo vive'.

“Lo que trato de decir es que aquí tenemos la zona más comercial y de finanzas más agresivas del planeta, donde la gente va y va y va y no prestas atención al hecho de que quizá no necesites sueños tan grandes, tan inmensos, sino una combinación de cosas pequeñas, de detalles. Detente un segundo y aprecia lo que tienes. La recompensa será grande”, mantiene Zapata.

Antes de la creación de la obra de Zapata, el mural más grande en Nueva York era una obra de la artista argentina Magda Love junto a un grupo de estudiantes de instituto en el West Village de casi 2.000 metros cuadrados.

Desde que Alfredo Jaar mostrara una obra de videoarte político en 1987 hasta la reciente serie de videoarte a medianoche, las vallas publicitarias de Times Square ya han lucido una buena cantidad de arte. Hace poco, el cofundador de Studio 54, Ian Schrager utilizó una pantalla que dobla la esquina de la calle 47 con Broadway para anunciar su nuevo hotel. Escogió una pieza del estudio de diseño Sila Sveta para hacerlo, con la intención de regresar “la sofisticación glamurosa y el romanticismo con clase” que caracterizó Times Square en la década de los 40.

Una vez que se desmonte, el mural se cortará en piezas de unos 4 metros cuadrados y se donarán a organizaciones solidarias para apoyar proyectos de educación artística. Una de ellas será la fundación del Papa Francisco para la educación artística Scholas Occurrentes. Otra será Elevate, que lleva el arte a las escuelas de los barrios de la ciudad.

“El arte es una terapia fantástica para comprender que puedes conformar un lugar propio en el mundo, un lugar mágico”, explica Zapata, y agrega: “Trato de ayudar a que se vea lo positivo”. Zapata quiere que ese tipo de ambiente continúe, y lo hizo pintando un mural durante el Concierto por la Paz celebrado este verano en Madrid. Quiere que ese tipo de ambiente continúe.

“Me gusta enviar un mensaje de energía positiva ¿No? Siempre digo que muchos pintores emiten una declaración sobre lo que está mal en el mundo. Yo no entiendo de política ni sobre cómo hacer que la economía mejore pero sé como hacerlo más bonito para quienes saben cómo hacerlo un lugar mejor”, dice el artista. “Ese es mi objetivo”, añade.

“Ya hay mucho sobre lo que preocuparse. No podemos cambiar el mundo en un día, ni en una semana ni en un año, pero sí como generación, paso a paso”, sostiene Zapata. “La energía positiva es buena pero la gente está acostumbrada a la negatividad. En las noticias, todo es un desastre. Pero no todo es un desastre. Hay cosas bellas a las que no prestamos atención”.