Los bohemios le dicen adiós a San Francisco y se mudan a Los Ángeles
Hace mucho tiempo, parecía que los artistas de San Francisco sólo visitaban Los Ángeles si habían tomado LSD o alguna otra droga alucinógena.
¿De qué otra forma podrían soportar el paisaje de cemento y el tráfico infernal, los cabezas huecas y la gente rara, las lentejuelas, los trapicheos y la insulsez de una ciudad que piensa que es un elogio que la llamen “La-la-land”?
Los poetas Beat, los hippies y otros bohemios hacían breves visitas a la ciudad del sur, y luego regresaban a sus santuarios en la bahía neblinosa con relatos llenos de bronceada vulgaridad.
Pero todo cambió.
“San Francisco se convirtió en un parque infantil para millonarios. Quitaron todo aquello con lo que yo podía sentirme identificado. La comunidad que yo amaba se desmoronaba y estaba desapareciendo”, afirma Andrew Schoultz, pintor. “Ya no quería quedarme allí. Así que me mudé a Los Ángeles”.
Schoultz, de 41 años, hace instalaciones y murales públicos. Se mudó a Los Ángeles en 2014 y pertenece a un grupo de ex residentes que fueron entrevistados por el nuevo sitio web 7x7. “Ha sido todo genial. Fue una muy buena decisión. Muchos curadores de arte, galerías y museos ya no visitan San Francisco”.
Una pujante comunidad de ex residentes de San Francisco – músicos, escritores, diseñadores, humoristas- parece estar creciendo rápidamente, trayendo talento nuevo a una ciudad que vibra con nuevos museos, galerías, eventos y experimentación artística, haciendo que muchos ya la consideren la capital cultural de Estados Unidos.
“Nunca pensé que encajaría tan bien en Los Ángeles, pero así fue. Me resulta cómodo moverme aquí sabiendo que tengo más amigos artistas que allí”, declara Jason Quever, fundador del grupo de pop independiente Papercuts, que se mudó la primavera pasada.
“Los Papercuts fueron una típica banda de San Francisco durante años. Cuando Jason se mudó a Los Ángeles, supe que la ciudad de San Francisco estaba acabada”, dice Van Pierszalowski, de 31 años, cantante del grupo Waters. Él se mudó hace dos años. “No me he arrepentido ni un solo día. En cuanto me mudé aquí, mi carrera musical mejoró. Estoy en el epicentro de la industria”.
'Y me mudé a Los Ángeles': una frase que repiten tantos ex residentes de San Francisco que ya parece un epitafio de lo que fuera una ciudad bohemia. Los descendientes de Jack London, Armistead Maupin, the Grateful Dead y Maya Angelou huyen de una ciudad que se vuelto carísima, al punto de poner en peligro su identidad artística.
“Me encanta San Francisco, pero ya no podía encontrar un estudio para trabajar. Era muy estresante y agotador estar siempre buscando. Me mudé al sur porque aquí está viniendo todo el mundo del arte”, afirma Melissa Fleis, de 36 años y diseñadora de moda. “San Francisco está cambiando. Ya no es la San Francisco que yo conocí”.
El boom tecnológico ha llenado la ciudad con programadores, ejecutivos y emprendedores que trabajan en empresas como Twitter y Zendesk, o viajan cada día a las oficinas de Apple, Facebook, Google y otras empresas radicadas en Silicon Valley, 64 kilómetros más al sur.
Y ganan tanto dinero que han llevado los alquileres a niveles récord. El precio promedio de un piso de una habitación es de 3.400 euros, uno de dos habitaciones llega a los 4.100 euros. Si los ejecutivos luchan por pagar estas cifras, los artistas no pueden permitirse ni dormir en un sofá, muchos menos un estudio para trabajar. En marzo un joven de 25 años salió en las noticias de todo el país por pagar 350 euros por vivir en una caja de madera en el salón de un amigo.
Quever, de los Papercuts, dice que San Francisco no está muerto artísticamente. “La ciudad es demasiado hermosa y guay como para que la arruinen los ejecutivos tecnológicos. Todavía queda gente haciendo muy buena música”.
Aún así, muchos artistas han hecho las maletas y han viajado seis horas hacia el sur. “Sentía que San Francisco ya no tenía una buena comunidad, y en cambio sí la hay en Los Ángeles”, señala Fleis.
Lo mismo opinan muchos ex residentes de Nueva York que se han mudado a Los Ángeles, especialmente a los barrios del centro y el este, como Echo Park, Highland Park y Silver Lake, donde hay montones de galerías y lugares para eventos artísticos.
“Mucha gente que conozco de Brooklyn se ha mudado aquí o lo está pensando”, afirma Kristen Liu-Wong. Antes de vivir en Nueva York, esta ilustradora vivió en San Francisco. “El mundo de la tecnología lo ha copado todo. No me gusta mucho eso. Cada vez que vuelvo de visita noto que los sitios que me gustaban han desaparecido”. Al vivir en Los Ángeles, aclara, tuvo que deshacerse de muchos prejuicios.
Sigue siendo una ciudad a merced de la industria cinematográfica, que se rinde ante los famosos, la belleza y los cantos de sirena de la fama. Las Kardashian son la realeza, actores sin trabajo son camareros y aspirantes a guionistas acaparan las mesas de los locales de Starbucks. Pero no es el páramo nihilista y consentido de la novela de Brett Easton Ellis Menos que Cero.
La influencia de los artistas ha generado una boyante mezcla cultural que incluye por ejemplo a Hopscotch, una ópera experimental que se realiza en los coches, espacios artísticos como el Melody Lounge, Lace y The Barn, y el nuevo y reluciente museo Broad de arte moderno y contemporáneo. El Lacma (Museo de Arte del Condado de Los Ángeles) se prepara para una ambiciosa renovación de 533 millones de euros.
“A nivel creativo, es un lugar mucho más inspirador”, asegura Pierszalowski, el músico. “Mucho se debe a la cantidad de gente que hay dedicada al arte. No sólo a la música, sino también al cine, la televisión, la comedia”.
La imagen de buitres de traje que explotan a los artistas oculta una comunidad solidaria, afirma. “A nadie le importa la parte financiera. Sólo quieren hacer música. Es más fácil vivir aquí si eres artista porque la gente tiene más tiempo, más recursos”. Pierszalowski está armando un grupo nuevo que se llamará Van Williams. “En San Francisco me habría resultado muy difícil. Aquí es muy fácil. Tengo el grupo de mis sueños”.
Los Ángeles también está captando a la comunidad LGBT de San Francisco, gracias a sitios como Otherwild, un estudio y espacio para eventos, y bares como Silver Platter, Akbar y Moonlight Rollerway.
“Los Ángeles es un santuario para artistas y artistas queer”, Stephen Meeneghan, de 36 años y médico naturópata y acupunturista, que recientemente recibió –junto a su pareja Ashley, una artista y diseñadora– una orden de desahucio de su piso de San Francisco. “Intentamos luchar, pero no hay forma. Nos gustaría seguir viviendo en una ciudad llena de artistas y creativos. Y Los Ángeles es la solución”.
El cambio de roles de las dos ciudades tiene su ironía. Los que ahora huyen de la gentrificación tecnológica son a su vez parte de una ola que está desplazando a muchos residentes de menores ingresos y latinos del centro y este de Los Ángeles. Activistas en Boyle Heights han realizado protestas contra lo que perciben como una invasión.
“Tenían pañuelos para cubrirse la boca y cámaras de vídeo”, explica Fleis, la diseñadora, que se encontró con una protesta el pasado fin de semana fuera de la galería Museum as Retail Space (MaRS). “La gente no lo podía creer. Tuvieron que cerrar las puertas de la galería”.
Un consejo para los recién llegados: no os dejéis engañar por los alquileres aparentemente bajos de Los Ángeles, porque no lo son. Los alquileres se han disparado en los últimos años. Todavía no llegan a los niveles de San Francisco, pero es que los salarios son mucho más bajos, por eso usando los salarios como referencia, Los Ángeles es en realidad más cara.
“Cuando alguien se muda a mi ciudad con un Toyota Camry y un sueño, ya siento cómo me subirá el costo de vida”, escribe en un correo electrónico la humorista y escritora Megan Koester. Incluso el poco glamoroso Valle de San Fernando se ha encarecido. “Intenté encontrar un piso aquí…y todo estaba por encima de mis posibilidades. ¿Sabes cómo te baja los humos no poder pagar ni siquiera algo en el puto Valle?”
Cada vez abren más cafeterías y restaurantes del estilo de San Francisco, se lamenta Koester. “Son el tipo de sitios donde cobran nueve euros por un café y en cada mesa hay un cactus. No sé si se puede culpar a los que se están mudando desde San Francisco, o al hecho de que todo el planeta se está volviendo inhabitable para los que no vivimos de escribir códigos todo el bendito día”.
Algunos profesionales del mundo tecnológico de San Francisco se han mudado a Los Ángeles, pero se quedan principalmente en Venice y Playa Vista, la zona llamada “Silicon Beach” en el oeste de Los Ángeles, desatando batallas contra la gentrificación allí también.
Johnny Chin, fundador del servicio de seguridad Bannerman, dice que le encantaba Los Ángeles, pero quiere darle un mensaje tranquilizador a los bohemios que piensan que los profesionales del mundo tecnológico quieren acaparar el lugar.
“Mis colegas no comparten mi pasión por Los Ángeles. Incluso mis amigos que tienen mucho dinero no quieren ir a Los Ángeles”. Para muchos profesionales del mundo tecnológico, Los Ángeles aún tiene ese olor rancio del antiguo Hollywood, explica. “Todavía está estigmatizado”.
Traducción de Lucía Balducci