Pillado de nuevo. A la tercera captura del mexicano El Chapo va la vencida. Las dos detenciones anteriores tuvieron lugar mucho antes de su mítica fuga de una cárcel de máxima seguridad mexicana. Se escapó por primera vez en 2001, escondido dentro de una cesta de la lavandería. La segunda huida tuvo lugar en 2015 y fue registrada por las cámaras de la cárcel, que lo muestran desapareciendo tranquilamente por un túnel construido bajo la ducha de su celda. Lo que pasó después entra en el terreno de la especulación: se cree que huyó subido a una motocicleta por un túnel de más de un kilómetro y a su paso rompió con un palo las luces instaladas en el techo.
Si bien la puesta en escena de ambas huidas fue espectacular, es indudable que contó con la complicidad de altos cargos del gobierno mexicano, siguiendo las indicaciones del cártel de El Chapo en Sinaloa. Tras su última fuga, el 87% de los mexicanos creía que incluso el presidente del país conocía el plan.
Este viernes los mexicanos tenían una opinión completamente distinta. El presidente del país, Enrique Peña Nieto, no puede permitirse otra humillación como la que sufrió tras la fuga de este verano. Durante un año, el fiscal general ha desmentido los rumores sobre una posible entrega de El Chapo a Estados Unidos y ha afirmado que esto solo pasará después de que el narcotraficante cumpla una condena de más de 400 años por los delitos que ha cometido en México. Solo unos meses antes, El Chapo había desaparecido sin dejar rastro.
Las escasas imágenes que se han difundido de la captura de El Chapo parecen indicar que él es consciente de que su suerte ha cambiado. En ellas aparece como un hombre devastado, sin la confianza mostrada en otras ocasiones. Muy probablemente, teme que el gobierno mexicano se trague el orgullo y lo entregue a las autoridades estadounidenses.
En ambos lados de la frontera entre Estados Unidos y México son multitud los que temen que El Chapo proporcione información al Departamento de Justicia para asegurarse una existencia un poco más cómoda en una prisión estadounidense.
De las pruebas recabadas en el feudo de El Chapo en Sinaloa se desprende que los acontecimientos de los últimos meses marcan el fin del narcotraficante y de su familia. Cuatro años atrás, mi colega Guillermo Galdós y yo nos propusimos encontrar a Joaquín 'El Chapo' Guzmán, que entonces era uno de los hombres más buscados del mundo.
Durante 12 años, desde su fuga de la cárcel de máxima seguridad de Puente Grande, en México, en 2001, las autoridades estadounidenses y mexicanas fueron incapaces de encontrarlo. La Agencia Antidrogas Estadounidense (DEA) aseguró que estaba coordinando la mayor persecución de un hombre de toda la historia del país vecino.
Habíamos reparado en el hecho de que durante su primera etapa en la cárcel y en la década posterior a su fuga, el cártel de Sinaloa había levantado un imperio de las drogas de alcance internacional y que operaba desde los Estados Unidos, desde Europa y desde el Extremo Oriente. Sus miembros se hicieron con el control de gran parte del suministro de cocaína, heroína, marihuana y metanfetamina para Norteamérica. Una grabación registrada en Chicago permite escuchar cómo El Chapo negocia el precio de la venta al por mayor de kilos de heroína. La ciudad lo distinguió con el dudoso honor de “enemigo publico número uno”, un título que hasta la fecha solo tenía Al Capone.
El Chapo se escondía en las montañas de Sinaloa, pero forma parte de la historia y las leyendas de los grupos de crimen organizado. Y sin duda se sentía orgulloso de ello. En 2012 su cártel había logrado superar con creces, en tamaño y en poder, el que en su día fundó el colombiano Pablo Escobar. Forbes lo incluyó en la lista de los hombres más ricos y poderosos del mundo.
Con el paso de los años, su leyenda se extendió como la pólvora, alimentada por las narcocorridas, unas canciones sobre sus crímenes, anécdotas sobre sus desayunos con gobernadores, su influencia sobre el Ministerio del Interior, sus vacaciones y copiosas cenas.
Era como un noble medieval, con sus cortesanos y juglares, y no hacía ningún esfuerzo por esconder el hecho de que gestionaba su cártel desde las montañas de Sinaloa. Desde nuestra productora de documentales hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos para encontrarlo y mostrar que El Chapo no se escondía. Las autoridades podrían haberlo detenido en cualquier momento si hubiesen querido. Queríamos demostrar que, como suele ocurrir en la llamada “guerra contra las drogas”, nada es lo que parece.
Lo encontramos en el mismo lugar donde había empezado nuestra búsqueda, a pocos kilómetros de La Tuna, su lugar de nacimiento y donde todavía vive su madre. Nos llevó tiempo y nos tuvimos que ganar la confianza de los integrantes de distinto rango del cártel.
La búsqueda fue en ocasiones peligrosa, pero nunca difícil. Cuando finalmente dimos con él, estaba rodeado de hombres armados pero no eran numerosos ni estaban paranoicos con su seguridad. En ningún momento nos confiscaron los teléfonos, que eran básicamente localizadores andantes. Incluso nos permitieron utilizar su internet.
Nuestros anfitriones en la montaña mientras esperábamos establecer contacto eran los hombres de confianza del hermano de El Chapo y su mano derecha, Aureliano. Cuando preguntábamos por la apariencia de El Chapo, señalaban a Cristóbal, su jefe, y decían que era “como él, excepto por el hecho de que El Chapo es famoso y es uno de los hombres más buscados, no solo en México sino también en el mundo entero”.
Cristóbal era bajito, prudente y astuto. Ejercía un control absoluto sobre el grupo: sus historias se contaban primero, sus chistes eran los más graciosos y tenía la costumbre de desaparecer sin que nadie lo notara. Consumía alcohol y esnifaba cocaína pero en ningún momento, al menos en nuestra presencia, en exceso. Como El Chapo, ha pasado gran parte de su vida en la cárcel. El Chapo, el hombre de negocios internacional y poderoso, es completamente analfabeto. Es sabido que tuvo que contratar a un compañero en la cárcel para que le escribiera sus cartas de amor. Al mismo tiempo, se han registrado grabaciones que lo muestran negociando el precio mayorista y minorista de la heroína en las calles de los Estados Unidos. Se cree que él negoció las condiciones que permitieron exportar los precursores de la metadona desde China y convirtió el cártel de Sinaloa en el principal suministrador de esta droga para Estados Unidos.
Lo cierto es que los grandes beneficios del tráfico de drogas convirtieron a este inteligente campesino en uno de los hombres más poderosos del mundo. Las elevadas sumas de dinero han permitido a su entorno contratar a los mejores abogados, los mejores negociantes y, lamentablemente, también han comprado parte del país. El flujo continuo de dinero procedente de las drogas ha corrompido todos y cada uno de los integrantes del sistema.
El control no ha estado exento de una brutalidad extrema. Nunca dudamos de que nuestros anfitriones nos matarían sin parpadear. También matarían a El Chapo si fuera necesario. A pesar de sus espectaculares fugas y de la leyenda que lo rodea, mantuvo el poder con actos de extrema violencia minuciosamente planeados. Si bien sus hombres aseguraban que no era un psicópata como algunos de sus rivales no hay ninguna duda de que su cártel esta detrás de la extrema violenta que ha dejado más de 100.000 victimas en la ultima década. Tras la fuga de este verano, la vida en La Tuna cambio drásticamente. Nos volvieron a invitar y nos contaron cómo habían construido un simulacro de túnel para ensayar la huida, pero nos advirtieron de que la situación había cambiado.
Durante nuestra primera visita, las alertas sobre las redadas militares se producían horas e incluso días antes de que tuvieran lugar, lo que permitía que El Chapo y su entorno pudieran desaparecer. En esta ocasión, los militares hacían redadas sin previo aviso. Varias de las casas y ranchos de El Chapo fueron sitiados. Se comentó que su madre se había tenido que mudar. En octubre, el narcotraficante consiguió salir ileso de la casa donde nos habíamos alojado el año anterior; sabíamos que una sola colina la separaba del rancho de su hermano.
En noviembre supimos que el grupo que habíamos filmado mientras producía marihuana para el cártel había sido atacado por un cártel rival y todos sus miembros habían muerto. Estaban perdiendo el control sobre las montañas. En diciembre Cristóbal y siete de los hombres con los que teníamos trato fueron abatidos a tiros en una emboscada cerca del camino que conduce a La Tuna. Algunos aseguraban que fueron atacados por un cártel rival que El Chapo había aplastado en el pasado. Otros indicaban que se trataba de un acto deliberado de las autoridades.
Con independencia de quien tuviera razón, era evidente que el narcotraficante estaba perdiendo el control de su feudo. También era indudable que las autoridades no habían tenido que hacer esfuerzos sobrehumanos para impedir que siguiera gestionando su negocio. Es evidente que lo sacaron de su zona de seguridad y lo llevaron a la costa para detenerlo; allí donde El Chapo y su familia habían controlado las montañas y los pueblos y habían tenido el poder de sacar a quien quisieran de la cárcel. Estos ataques coordinados han socavado el control que su entorno tenía sobre el cártel. En esta ocasión, parece que el rey ha muerto.
Las autoridades mexicanas lo están celebrando. La humillación que sufrieron tras la huida del pasado julio causó una profunda herida. Probablemente, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos está preparando el formulario de extradición, con la esperanza de que en esta ocasión las autoridades mexicanas lo entregarán. Algunos altos cargos mexicanos, y de otros países, duermen mejor desde su captura. Sin embargo, esto no es ni de lejos el fin del cártel de Sinaloa.
Si El Chapo se queda en una prisión mexicana muchos creerán que sigue gestionando sus negocios desde la celda. Lo cierto es que el cártel nunca ha dependido de un solo hombre; él solo era la cabeza visible. Son muchos los que pueden tomar las riendas y controlar este lucrativo negocio. Algunos de los posibles sucesores son de sobra conocidos, otros, todavía no han tenido la oportunidad de darse a conocer.
Sin duda, los próximos cadáveres que aparezcan en las calles de México estarán relacionados con esta batalla sucesoria. Y, de nuevo, esto no es más que el espectáculo de la guerra del narcotráfico. El único barómetro real del impacto del encarcelamiento de El Chapo es el precio de las drogas en la calle. Podría producirse una subida puntual, pero no afectará al suministro. Como ya pasó tras la muerte de Escobar, la nueva captura de El Chapo Guzmán solo cambiará las rutas de los narcos.
Angus Macqueen ha recibido numerosos premios por sus documentales. Su documental La leyenda de El Chapo se estrenó en 2014.
Traducción de: Emma Reverter