Los políticos británicos no son los únicos que participarán en la batalla del Brexit
La batalla del Brexit, como la de Waterloo, puede ser ganada o perdida en los campos del colegio Eton entre dos de sus ex alumnos más famosos, David Cameron y Boris Johnson. Pero esto no significa que los políticos europeos y estadounidenses se vayan a ausentar de la pista de juego en los próximos tres meses. De hecho, podrían representar un papel crucial según sus declaraciones y cómo sean capaces de gestionar la Unión Europea de aquí en adelante.
El desafío de los diplomáticos extranjeros es encontrar el papel a través del que sus líderes puedan prevenir el Brexit. ¿Deberían los socios del Reino Unido en la UE mostrarse de su lado pero en silencio? ¿O intervenir? Como hizo David Cameron durante el referéndum de Escocia, ¿tendrían que expresar su amor pasional y arrodillarse como quien suplica a su pareja que no abandone el hogar familiar?
No cabe duda de que los jefes de Estado de la UE quieren disuadir al Reino Unido del Brexit, y evitar así una crisis económica y política en un momento en el que Europa, sumida en el desafío migratorio, no puede afrontar más trastornos. Gran Bretaña, como quinta potencia del mundo, amplía la influencia de la UE, y su pragmatismo hace crecer la diversidad en Bruselas. Muchos están preocupados por la propagación de una ola sufragista a través de Europa.
Pero la cuestión a la que se enfrenta el Gobierno es si los británicos reaccionarán bien ante una sucesión de líderes europeos, con acentos marcados y un nivel variable de inglés, que les digan cómo deben votar.
El voto de silencio europeo
En el debate de la soberanía nacional, las voces de las élites europeas, que a veces se salen de tono, pueden ser contraproducentes.
La Comisión Europea ha tomado un voto de silencio implícito y está sacrificando cualquier medida que pueda ser considerada como una amenaza en el bando británico. Anand Menons, profesor de política europea en el King's College, declara: “En Bruselas, todos los cargos veteranos de las instituciones han sido advertidos de que no deben desacreditar el acuerdo de Cameron o sugerir que no cumple la ley. Lo hicieron después de la cumbre, pero ya no. También es inadmisible que den discursos formales mostrando su amor por Europa”.
Pero los británicos partidarios de permanecer en Europa, como Lord Mandelson, instan a los socios europeos del Reino Unido a encontrar el equilibrio entre avisar de los riesgos del Bréxit en términos de acceso al mercado único, y alcanzar acuerdos sin sonar amenazantes. “El referéndum es una decisión puramente británica y nadie quiere que otros nos aconsejen en la votación. Nuestros aliados europeos quieren que nos quedemos en la UE, así que no sería una sorpresa que lo hicieran público, y que explicaran por qué no se debería debilitar a Europa con la salida del Reino Unido”, aconseja Mandelson.
“Hay ciertas figuras en Bruselas que apoyan los efectos de la reforma y comparten la visión económica del Reino Unido. Pero el problema es: ¿serán capaces los medios británicos de mencionarles sin alterar sus declaraciones?”.
En opinión de Downing Street, es inevitable que los líderes del mundo se involucren en la causa, siempre y cuando se coordinen con ellos. El documento lanzado por los altos cargos financieros del G20 en China, que demuestra que el Brexit supone una amenaza para la economía mundial, ha sido incluido a petición del ministro de Hacienda, George Osborne. Barack Obama, figura de confianza en el Reino Unido, va a aprovechar su visita a Europa en primavera para tender una mano e instar al país a permanecer en la UE. No es solo un favor a Cameron. Aunque tarde, Washington reconoce la tensión que ha provocado la crisis migratoria dentro de la UE.
Controlar el impacto extranjero
En un intento de unificar la intervención, el consejero del primer ministro, Daniel Korski, se reunió con importantes diplomáticos de los 27 Estados miembro en Londres el viernes pasado, en un intento de hacerles partícipes de la campaña del Gobierno y convencerlos de que mediten bien su papel.
Korski ha pedido a los políticos de la UE que se lo piensen dos veces antes de menospreciar o criticar públicamente el acuerdo alcanzado por Cameron en Bruselas. François Hollande, presidente de Francia, es especialmente despectivo con el asunto. Korski ha sugerido que el Gabinete británico sea consultado antes de cualquier discurso o declaración importante, incluso si están dirigidos a una audiencia nacional, ya que los datos han demostrado que pueden tener un impacto relevante en el debate sobre el futuro del Reino Unido.
“Es evidente que lo que dicen en sus propios países tiene un efecto aquí, para que tengan en cuenta que hay consecuencias. Si un líder se levanta y dice algo frente a su propio Parlamento, no se va a usar solo en los medios de comunicación locales, también va a llegar al Reino Unido”.
Pero algunos políticos están intentando meter mano en el asunto británico. El embajador alemán, Peter Ammon, ha organizado discretos desayunos informativos con periodistas británicos para destacar la importancia del Reino Unido en Alemania. Esta semana, incluso dijo en un acto de campaña en Londres que la diferencia está entre votar con la cabeza o con el corazón. “Quiero que los británicos mantengan los pies en el suelo”, manifestó.
“El sueño romántico de restaurar la soberanía va a convertirse en una quimera. Porque en un mundo de decisiones políticas globalizadas, así como de cadenas de producción globalizadas y mercados financieros globalizados, esto puede restar influencia sobre el destino de vuestro país, no sumarla”. Pero Ammon también fue lo suficientemente modesto para conocer el límite de su poder de persuasión. “Sé que la mayoría de los británicos no se levantan cada mañana pensando en qué opinan los alemanes”.
Parece que va a haber una campaña de presión en la que los ministros de Economía europeos, como el italiano Pier Carlo Padoan y su homólogo alemán Wolfgang Schäuble, viajarán por Londres para advertir de los peligros del Brexit.
Las tensiones anglofrancesas
La disyuntiva alcanzó un punto crítico cuando David Cameron y François Hollande se reunieron en la cumbre anual anglofrancesa de Amiens.
El Elíseo estaba al tanto de que la primera pregunta de la prensa británica en la comparecencia sería si Hollande coincide con Cameron en que, en el caso del Brexit, los franceses anularán el acuerdo bilateral firmado en 2003, que permitió que la frontera británica empiece en Calais.
En resumen, ¿Hollande estará de acuerdo con que la “Jungla” o el “gusano” se desplace desde Calais hasta la costa de Kent con el Brexit? La advertencia ha sido denunciada por conocidos euroescépticos como David Davis y Liam Fox por ser alarmista.
Hollande podría simplemente decir, como dijo el embajador francés en Londres, que no se puede saber la reacción de su país y que sería mejor centrarse en las recientes medidas de seguridad que se han tomado para reducir el tamaño del campamento, reubicar a más refugiados en otros centros de Francia, acelerar los procesos de solicitud de asilo y mejorar la seguridad en la entrada del túnel.
Pero Cameron, impaciente por destacar la amenaza sobre las fronteras británicas si tiene lugar el Brexit, espera que Hollande eleve sus advertencias a la UE sobre las consecuencias de la salida del Reino Unido.
La reacción de Francia
Además, Hollande se enfrenta a conflictos internos. La izquierda de su partido amaga con bloquearle en las elecciones presidenciales del próximo año, harta de su viraje hacia la derecha. Pero Alain Juppé, el alcalde de Burdeos y el candidato con más probabilidades de ganar las elecciones de junio, ha visitado Calais y ha calificado la situación de inaceptable.
El aliado político de Juppé, Xavier Bertrand, presidente reelegido hace poco en la región de Nord-Pas-de-Calais-Picardie, ha asegurado en repetidas ocasiones que el pacto de Le Touquet se romperá si el Reino Unido abandona la UE. “En este caso, la frontera pasará de Calais a Dover. No seguiremos vigilando la frontera británica si no continúan en la Unión Europea”.
Emmanuel Macron, ministro de Economía, ha advertido en una entrevista concedida al Financial Times el jueves de que “el día que esta relación se acabe, los migrantes no podrán permanecer en Calais”. Sin embargo, el ministro del Interior de Hollande, Bernard Cazeneuve, parece rechazar las distintas alternativas. “Pedir a los británicos que abran la frontera no es una solución responsable. Enviará una señal a los delincuentes y conducirá a los migrantes en masa hasta Calais, lo que desencadenará un desastre humanitario. Es un camino imprudente que el Gobierno no va a tomar”.
Así que Hollande está entre la espada y la pared. Cualquier cosa que diga va a ofender a unos u otros en el debate sobre el Brexit. Y no parece probable que sea el último político europeo que se enfrente a este dilema en los próximos meses.
Traducción por Mónica Zas