¿Por qué fallaron de forma espectacular las encuestas electorales en el Reino Unido?

The Guardian

Tom Clark - Londres —

Un nuevo informe ha llegado a la conclusión de que el fracaso de las empresas de encuestas en predecir la victoria conservadora en las elecciones británicas del año pasado se debió a no haber sabido entrar en contacto con los partidarios tories. Las primeras especulaciones sobre lo que funcionó mal estaban centradas en el mal diseño de los cuestionarios de preguntas, un cambio de opinión final entre votantes a favor de los conservadores, el hecho de que los “votantes laboristas perezosos” no terminaran participando en las urnas, o la reticencia de parte del voto oculto tory en revelar sus intenciones (a los sondeos).

Antes de que el profesor Patrick Sturgis presente las primeras conclusiones de su análisis sobre las encuestas para el Consejo Británico de Encuestas la próxima semana, el análisis de un experto como el profesor John Curtice descarta esas teorías y sugiere que el problema fue la incapacidad de las empresas de encuestas de contactar con la gente necesaria.

Utilizando los datos de la Encuesta de Actitudes Sociales Británicas (BSA) –un gran sondeo que lleva más de 30 años investigando las corrientes principales de la opinión pública– sobre cómo votó la gente, Curtice ha podido replicar la ventaja de los conservadores en las urnas con un margen de error de medio punto, proyectando una ventaja de 6,1 puntos, frente a los 6,6 puntos que hubo en las elecciones.

Esto se corresponde con el reciente Estudio Electoral Británico (BES), que también replicó el resultado electoral con acierto con una ventaja de siete puntos. Pero representa una diferencia clara con los sondeos preelectorales publicados entonces, que predijeron un empate técnico, y también con los estudios postelectorales de las empresas, que retomaron después su selección de encuestados para preguntarles cómo habían votado. Cuando los encuestadores hicieron ese trabajo, apenas tuvieron que cambiar sus números, lo que descarta la teoría del cambio de opinión de los votantes en los últimos días de campaña.

Curtice cree que la gran diferencia que suponen los datos de BSA es que, en línea con los datos acertados del estudio de BES, es que se han realizado “sobre una base genuina de azar, es decir, donde todo el mundo tiene la misma posibilidad de formar parte de la muestra”.

Las direcciones (de los encuestados) son elegidas por sorteo. Luego, los encuestadores se dirigen a esa casa y hacen lo posible para hablar con un individuo concreto de ese hogar. Los entrevistadores pueden llamar hasta en nueve ocasiones para localizarlo. Ese trabajo de obtener una muestra de la población es muy diferente a las encuestas online, que se hacen sobre un grupo que se ha formado para tomar parte en los sondeos, y a las encuestas telefónicas, que aún dependen de la poca disposición en los hogares a responder a llamadas a teléfonos fijos para hablar con un extraño.

Las empresas encuestadores, incluidas ICM y YouGov, apuntan cada vez más a la extraña explicación de que incluyeron a la “gente equivocada” en su muestra de votantes. El estudio de Curtice arroja conclusiones valiosas sobre cómo elaboraron esa muestra equivocada.

Curtice ha descubierto una relación, independiente de la clase social y la edad, entre la facilidad con que se puede conectar con ciertos votantes para las encuestas y sus tendencias políticas. Entre los encuestados con los que los investigadores de BSA pudieron hablar en su primera visita, la ventaja de los laboristas era de seis puntos. Pero entre aquellos que necesitaron entre tres y seis visitas a la casa, los tories tenían una ventaja de once puntos.

Los tories no son tan reservados ni están tan ocupados con otras cosas, dice Curtice a The Guardian. La conclusión es que “hay que dejar de hacer encuestas con tanta rapidez, y tomarse más tiempo para hacer las cosas mejor”. Si los encuestadores online y por teléfono se tomaran una semana para hacer su trabajo, en vez de dos o tres días, dice, esto permitiría enviar emails de recuerdo y hacer más llamadas telefónicas, y por tanto poder alcanzar a esa gente más difícil de contactar que resultaron la clave en las elecciones de 2015.

En relación a la participación, Curtice confirma la validez de la intuición de los propios encuestadores de que sobrevaloraron la ventaja laborista al no contactar con suficientes votantes apolíticos. La mayoría de los sondeos preelectorales predecían que habría más participación que el 66% que hubo al final, pero al utilizar los datos de BSA Curtice se acercó más, con un dato del 70%.

Más en concreto, el estudio de BSA subraya el fracaso de las empresas de encuestas en incluir en esa muestra a suficientes jóvenes apolíticos. Eso les llevó subestimar la importancia de la relación entre edad e inclinación a votar. Como en las elecciones de 2015 fue más acusada la tendencia tradicional de los votantes de más edad a votar a los tories, eso llevó a que las encuestas sobreestimaran el voto a los laboristas.

Sólo unos días antes de que se presenten sus propias conclusiones preliminares en la investigación de la debacle de las encuestas solicitada por el Consejo Británico de Encuestas, Sturgis no ha querido entrar en detalles. Sin embargo, sí ha contado a The Guardian que Curtice ha aportado pruebas interesantes que su propia investigación considerará. Y ha incidido en la dificultad analítica de identificar con claridad las causas concretas de los errores de los sondeos.  

El estudio de BSA de 2015 consistió en 4.328 entrevistas, realizadas por NatCen Social Research, con una muestra representativa de adultos llevada a cabo entre el 4 de julio y el 2 de noviembre.