¿Evidencia la epidemia de droga en EEUU y Canadá una crisis de masculinidad?
Las llamadas empezaron poco después de medianoche y continuaron sin cesar durante todo el día. Para cuando el miércoles 26 de abril había acabado, los paramédicos de la provincia canadiense Columbia Británica tenían una cifra récord de llamadas por supuestos casos de sobredosis: 130 en un solo día.
Aquel día puso al descubierto la batalla que se desarrolla en la región de Columbia Británica, donde los habitantes luchan contra una crisis de opiáceos que se ha cobrado, de media, cuatro vidas al día.
La misma lucha que libra toda América del Norte. Las autoridades canadienses y de EEUU se enfrentan a una epidemia que ya ha causado la muerte a miles de personas a ambos lados del paralelo 49.
Con este duro contexto como telón de fondo, un profesor de la Universidad de Columbia Británica ha centrado sus estudios en una de las estadísticas de la crisis: de las 935 personas que murieron por sobredosis en la provincia en 2016, el 80% eran hombres.
Las investigaciones demuestran que los hombres son más propensos a consumir drogas ilegales, por lo que parece lógico que también sean los más proclives a las sobredosis. Pero el psicólogo clínico Dan Bilsker sostiene que de las estadísticas se desprende también una relación entre la crisis y la masculinidad. Una relación que tal vez ofrezca pistas sobre el aumento de las muertes y las posibles soluciones.
“Creo que no hemos pensado en profundidad o con detenimiento sobre la identidad de los hombres, sobre la presión que ejercemos sobre ellos y sobre lo que necesitamos que sean”, explica Bilsker.
Durante años, Bilsker ha estudiado la salud mental de los hombres, indagando por qué viven un promedio de entre cuatro y seis años menos que las mujeres y por qué son más propensos a quitarse la vida. En algunos aspectos, dice el especialista, la crisis de opiáceos surge de las mismas complejas raíces. Como en tantos otros problemas de salud, su particular relación con el género ha sido pasada completamente por alto.
Más muertes que en el peor pico de sida
De acuerdo con los registros del Gobierno canadiense, el año pasado murieron al menos 2.458 personas por sobredosis de opiáceos en todo el país. “Desde que la gripe se cobró la vida de 50.000 personas hace 100 años, el número de muertes es peor que el de cualquier enfermedad infecciosa de Canadá, incluido el pico máximo de muertes por sida”, aseguró a principios de año Jane Philpott, ministra de Sanidad de Canadá, durante una conferencia en Montreal. Su gobierno ha sido criticado por no hacer lo suficiente para combatir la crisis. Mientras hablaba, un grupo de manifestantes desplegó un cartel que decía: “Mientras ellos hablan, nosotros morimos”.
Bilsker cree que la respuesta del Gobierno sería diferente si el 80% de esas muertes fueran mujeres: “Sospecho que habría más grupos, más gente involucrada de manera activa en hacer que el público tome conciencia. Habría más gente dando su opinión y se habría generado una mayor sensación de que es un problema importante”.
Según la directora de medicina de Vancouver Coastal Health, Patricia Daly, la diferencia de género en el número de muertes refleja los niveles de abuso de drogas en la provincia, donde el 80% de los adictos son hombres. “Aquí la gente suele hablar de la salud de los hombres”, indica. “Nuestra atención no está puesta en los factores de riesgo para los hombres y ciertamente esta es una de esas cosas. La muerte por sobredosis está afectando principalmente a los hombres, y a hombres en la plenitud de su vida”.
Otros creen que la reticencia del Gobierno de Canadá a comprometerse con la situación se debe menos al género y más al estigma del consumo de drogas. “Creo que si fuera cualquier otro grupo de gente la que muere de esta manera, ya lo habríamos solucionado hace tiempo”, declaró hace poco a the Guardian Jordan Westfall, de la Canadian Association of People Who Use Drugs (asociación canadiense de gente que consume drogas).
¿Por qué los hombres?
Cuando le preguntan por qué están muriendo tantos hombres, Bilsker responde con una variedad de razones. Los datos demuestran que es más probable que los hombres sufran lesiones graves en su lugar de trabajo, algo que a su vez los vuelve más propensos a utilizar opiáceos bajo prescripción para combatir el dolor. “En nuestra sociedad, asignamos a los hombres los trabajos más peligrosos, algunos pocos se mueren, pero muchos se lesionan”, explica.
En todo Canadá, muchos de esos hombres que están perdiendo la vida tienen entre 19 y 50 años. Para Bilsker, está mal “verlos solo como unos tontos que ponen en riesgo su vida”. En su opinión, eso es minimizar la recompensa que nuestra cultura otorga a los hombres dispuestos a correr riesgos.
“Ya sea cortar leña o ir al Ejército, necesitamos que lo hagan los hombres”, sostiene. “Necesitamos que los hombres hagan los trabajos inherentemente peligrosos”.
Según Bilsker, esa tendencia hacia los trabajos más arriesgados se agrava por la norma cultural que dificulta a los hombres pedir ayuda o hablar sobre su sufrimiento emocional. “Uno de los usos principales de las drogas es el de acabar con el dolor psicológico. No se trata solo de consumir algo para ponerse eufórico, muchas veces es una forma de escapar del sufrimiento que genera un dolor insoportable”, afirma.
En su opinión, una comprensión más integral de todos estos factores puede ayudar a combatir la crisis. Señala como ejemplo las campañas públicas de información de los últimos años contra los conductores bajo los efectos del alcohol o las drogas.
Tras meses analizando la diferencia de género en la crisis de opiáceos, Bilsker dice estar viendo indicios de que el mensaje está llegando a la gente. “Está empezando a verse como algo de lo que realmente es necesario hablar”.
Traducido por Francisco de Zárate