Inmediatamente después del 11-S y la invasión estadounidense de Afganistán, una red de jóvenes terroristas se organizaron en Londres y discutieron sobre posibles objetivos. No hablaron de embajadas, bases militares o aviones. Hablaron de atacar “pubs y discotecas”. También almacenaron el suficiente nitrato de amonio (un fertilizante) para elaborar una gran bomba. La agencia de inteligencia británica MI5 grabó en secreto al líder de la red sugiriendo un ataque a un gran centro comercial y a la discoteca Ministry of Sound.
Ahora, mientras expertos forenses peinan los restos del ataque en el Manchester Arena, ese plan anterior es un recordatorio de que los terroristas islamistas buscan desde hace tiempo objetivos sin relevancia política, militar o incluso económica. De hecho, los objetivos más atractivos para un terrorista son a menudo aquellos que parecen más banales, al menos para la mayoría de nosotros. Estos objetivos son, en palabras de una destacada autoridad, objetivos “de estilo de vida”.
Aunque los dos primeros grandes ataques de la nueva era de terrorismo islamista global fueron contra dos embajadas y un buque de guerra estadounidenses en 1998 y 2000 respectivamente, los ataques del 11-S de 2001 fueron contra objetivos que representaban tanto el poder duro como el poder blando de Estados Unidos: el Pentágono y el World Trade Center.
Cientos de personas murieron en los trenes y autobuses en Madrid y Londres en 2004 y 2005, prácticamente los mismos que murieron en el atentado con bomba en una discoteca en Bali en 2002. El terrorista suicida que chocó su coche contra el aeropuerto de Glasgow en 2007 lo hizo tras no conseguir explotar en su primer objetivo: el club Tiger Tiger de Londres.
En los últimos años se ha producido un cambio: los ataques al “estilo de vida” cada vez son más comunes. En Francia, recientes ataques extremistas han ocurrido en el Museo del Louvre, en la avenida de los Campos Elíseos llena de tiendas y en el paseo marítimo de Niza durante las celebraciones del 14 de julio.
En noviembre de 2015, miembros de una red del ISIS mataron a más de 150 personas en una sala de conciertos, en bares y en las calles pegadas a un campo de fútbol lleno en París. En Alemania, el objetivo fue el mercado navideño de Berlín. ¿A qué se debe este cambio y por qué son tan atractivos estos objetivos para los terroristas?
El terror: irracional pero comprensible
Una razón es que los objetivos evidentes como bases militares, embajadas, oficinas gubernamentales y aviones, entre otros, están más protegidos que hace una década. A menudo los objetivos terroristas se determinan por lo que es viable, no por lo que constituye un plan maestro.
Otra razón que explica el cambio es que Al Qaeda, que hoy en día es relativamente más débil que antes, e ISIS, que se ha convertido en el favorito de los yihadistas, difieren en tácticas y estrategia, incluso a pesar de que sus objetivos coinciden.
Los veteranos de Al Qaeda dan prioridad a construir una red de apoyo a su proyecto extremista e intentan atacar objetivos que creen que sus posibles simpatizantes considerarán ataques legítimos. La organización terrorista justifica algunos de sus ataques con su interpretación de la ley islámica, que pide represalias justas, en su caso por las víctimas musulmanas de las acciones militares de Occidente. Otros atentados pueden ser justificados al considerar responsables a los ciudadanos de países occidentales por los actos de sus gobiernos. Pero incluso Al Qaeda consideraría inaceptable matar a adolescentes en un concierto.
Eso no ocurre con el ISIS. El grupo confía en un aumento de la brutalidad para aterrorizar a las poblaciones que son su objetivo, ya sea en Occidente o en Oriente Medio.
Una de las razones tras el foco en los objetivos de “estilo de vida” viene de tiempo atrás. ISIS describió el concierto del lunes por la noche como “deshonroso”, igual que describió a las víctimas de su ataque en París en 2015 en la sala Bataclan: “Centenares de infieles se reunieron para un concierto de prostitución y vicio”.
ISIS ve cualquier otra cultura como una amenaza, destrozando obras de la antigüedad en sus bastiones para extirpar la idolatría y la falta de religiosidad. Esta visión puritana y rigurosa es un elemento fundamental del fervor religioso violento de todos los grupos yihadistas. También recuerda al lenguaje de los conservadores en buena parte del mundo islámico, que ve la cultura occidental como la mayor amenaza para los jóvenes musulmanes, para la cohesión de sociedades locales y para lo que ellos consideran como su cultura.
Esta visión también es fundamental para los extremistas islamistas radicados en Occidente, que a menudo son muy jóvenes y, casi siempre, hombres. Sin embargo, el lenguaje que utilizan es diferente al utilizado por los ideólogos. El líder del plan de 2002 para hacer estallar la discoteca Ministry of Sound se refería a las “putillas que bailan” y que iban a morir.
Además, el mayor atractivo de los ataques en conciertos o eventos similares para ISIS es que son extremadamente efectivos.
Los extremistas islamistas violentos quieren convencernos de que nos enfrentamos a una amenaza impredecible y generalizada. Atacar una base militar no sirve porque no todos somos soldados. Atacar una oficina gubernamental, o incluso un lugar emblemático a nivel nacional, tampoco lo consigue porque ninguno de ellos es parte de nuestra vida diaria. Pero ataca un pub o una discoteca, ataca a adolescentes en un concierto o a menores en un colegio y todos nos sentiremos inmediatamente en peligro.
Puede que esto no sea una reacción totalmente racional, dadas las posibilidades reales de ser víctima de la violencia terrorista, pero es absolutamente comprensible. Y por eso a veces el terrorismo funciona.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti