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Así se gestó la incursión ucraniana en Rusia, entre el secreto y la esperanza de una negociación de paz

Un militar ucraniano camina cerca de edificios dañados en el centro de la ciudad de Sudzha, en el territorio controlado por Ucrania de la región rusa de Kursk.

Shaun Walker

Sumy (Ucrania) —

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Una mañana reciente, tres soldados ucranianos de un comando de operaciones especiales subieron a su coche en lo más profundo de la Rusia ocupada. Sin parabrisas trasero debido a los explosivos de un dron ruso el día anterior, se alejaron a toda velocidad en dirección a Ucrania. Seis horas más tarde llegaban a Kiev con su valioso cargamento de documentos en cajas apiladas sobre el asiento trasero, fruto de una misión de cuatro días en territorio enemigo.

Entre los documentos había papeles del Ministerio del Interior ruso y órdenes militares. Se los habían llevado de edificios oficiales de la ciudad de Sudzha, centro de la operación sorpresa ucraniana en Kursk, así como de trincheras rusas abandonadas en la zona. “En ese momento todo era borroso; hasta que no sales no entiendes dónde has estado y qué has estado haciendo”, dice Artem, uno de los tres integrantes del comando, junto a una carretera ucraniana pocas horas después de abandonar territorio ruso.

La sorprendente incursión ucraniana en Rusia, ahora en su cuarta semana, se ha convertido en un desafío inesperado para el Kremlin. De repente, son las banderas de Rusia las que están siendo arriadas de los edificios administrativos; son los civiles rusos los que se refugian mientras soldados de un ejército extranjero patrullan sus calles; y es Rusia la que se afana en demostrar que mantiene el control de sus propias fronteras, fijadas desde hace mucho tiempo.

Tras meses de constantes malas noticias, la incursión en territorio de Rusia ha supuesto una inyección de moral dentro de Ucrania, cuyas tropas siguen sometidas a una presión constante en otras partes del frente. Según un diplomático occidental en Kiev, los ánimos de la élite política han mejorado enormemente en las últimas semanas gracias a la operación de Kursk. “Están en una lucha desesperada de David contra Goliat, y esto despierta sus ganas de rebelarse”, dice.

Un plan secreto

Parte del entusiasmo inicial tuvo que ver con lo inesperado de la incursión. Volodímir Zelenski, el presidente ucraniano, habló de los planes con la principal autoridad militar en privado, y pocas personas entraron en ese círculo. “Por la experiencia que tenemos hasta ahora de esta guerra, cuanto menos gente conozca una operación, más éxito tendrá”, dice Mijailo Podoliak, uno de los principales asesores de Zelenski, durante una entrevista en Kiev. “Lo sabía un número extremadamente reducido de personas”.

Durante las semanas previas a la incursión, los habitantes de la ciudad ucraniana de Sumy, la más cercana a la frontera, notaron que el núcleo urbano y los alrededores se llenaban de militares pero no entendían por qué. “En Sumy no hay demasiadas opciones de alquiler, y había gente que preguntaba buscando sitios libres en los que pudieran alojarse soldados; cuando empezó la operación, encajó el rompecabezas”, dice Dmytro Tishchenko, director general de cukr.city, un medio especializado en las noticias y vida cultural de Sumy.

Los soldados tampoco fueron avisados de lo que se les venía encima. “Pensábamos que nos trasladaban aquí para labores defensivas contra una posible incursión rusa”, dice un soldado al que movieron a la zona una semana antes de la incursión.

El Gobierno de Ucrania comunicó la semana pasada que sus fuerzas controlaban casi 1.300 kilómetros cuadrados de territorio ruso, una superficie en la que hay unas 100 localidades. Aunque en su mayoría se trata de aldeas pequeñas, la zona incluye la ciudad de Sudzha, donde antes del asalto vivían unas 5.000 personas. La carretera que une a Sumy con la frontera sigue repleta de vehículos militares, con soldados desplazándose hacia Rusia subidos a todo tipo de vehículos, desde tanques hasta motocicletas.

Los soldados ucranianos dicen que las calles de Sudzha están casi desiertas y huele a putrefacción por productos frescos que se han descompuesto bajo el sol de finales de verano. Muchos de sus vecinos huyeron al interior de Rusia al comienzo de la ofensiva, pero los que se quedaron viven aislados: sin cobertura de móvil, sin electricidad, y sin poder salir. Su única fuente de información son los soldados ucranianos que patrullan las calles. “Les decimos que las fuerzas ucranianas han tomado la ciudad de Kursk, que están marchando hacia Moscú, y que es hora de aprender ucraniano”, cuenta riéndose un soldado que estuvo hace poco en Sudzha.

Los soldados ucranianos se van de Sudzha con trofeos: desde banderas y carteles rusos que se llevan de edificios oficiales hasta camisetas con el rostro de Vladímir Putin cogidas en los puestos del mercado. Dicen que no están infligiendo sobre la población el terror que los ocupantes rusos sembraron en las ciudades ucranianas ocupadas por Moscú.

Sudzha lleva más de dos semanas bajo el control total de Ucrania, pero los drones rusos no han dejado de ser una amenaza constante y operar al margen de la ofensiva es algo que puede ser aterrador. En una ocasión, Artem creyó ver a un soldado ruso huyendo de la trinchera rusa abandonada que él estaba revisando. Justo antes de disparar se dio cuenta de que era un espejo dejado por alguien en la trinchera. El soldado que creía haber visto era su propio reflejo. “Te arrastras por los bosques en la oscuridad y te das cuenta de que estás en territorio enemigo y completamente solo”, dice Serhii, otro miembro del equipo.

Avance estancado

El avance ucraniano más allá de su frontera parece haberse estancado por ahora, pero Rusia tampoco ha logrado recuperar terreno. Aunque Kiev dice que no tiene interés en anexionarse territorio ruso, por ahora mantendrá el control de lo que ha tomado. “No somos Rusia, no queremos reescribir nuestra Constitución para añadir estos territorios”, dice Podolyak. “Nuestra misión es alejar la artillería rusa y otros equipos, destruir los almacenes que hay allí, y otras infraestructuras militares; y también influir sobre la opinión pública en Rusia”.

En un momento en el que están cobrando fuerza las voces de los que sugieren algún tipo de negociación con Rusia a medio plazo, muchos en Kiev también entienden la incursión de Kursk como un mensaje para los socios internacionales de Ucrania. “Ucrania está intentando ejercer presión sobre Rusia para entablar negociaciones reales, y no una rendición disfrazada de negociación”, dice Alyona Getmanchuk, fundadora en Kiev del Centro Nueva Europa. En un primer momento, Podolyak negó que Kiev estuviera pensando en negociaciones futuras. Pero luego dijo: “Rusia no es un país racional, se le podría obligar a negociar, pero para eso hace falta [hacer cosas como] la operación en Kursk”.

Kiev no compartió con los socios occidentales los detalles de una operación que, según Getmanchuk, también tiene su origen en la frustración de Ucrania tras las reiteradas advertencias de Washington en torno a los riesgos de una escalada bélica. “La operación Kursk fue la señal de que se olvidaban las supuestas 'líneas rojas' que Ucrania no debía cruzar”, dice.

Prisioneros de guerra

Otro de los objetivos de la incursión era capturar a soldados rusos que sirvieran como intercambio en la liberación de algunos de los miles de ucranianos encerrados en prisiones rusas. Ucrania sostiene que ha capturado a casi 600 soldados rusos en el interior de la región de Kursk, muchos de ellos reclutas. Hace una semana, Ucrania canjeó a 115 de estos soldados por el mismo número de ucranianos encarcelados en Rusia.

En un centro de detención de la región de Sumy, los prisioneros rusos hablan de su falta de preparación para el combate y de su conmoción por la llegada de la guerra a territorio ruso. Cuando algunos de ellos fueron capturados, solo llevaban días o semanas en la región de Kursk. The Guardian ha hablado con más de una decena de prisioneros rusos, con su consentimiento y sin la vigilancia de los guardias, pero no puede citarlos directamente por las convenciones internacionales sobre prisioneros de guerra.

“Como ciudadano de Ucrania los desprecio, pero los trato como quiero que sean tratados nuestros prisioneros en Rusia”, dice Volodímir, el subdirector de un centro donde están encarcelados. “Si podemos emplearlos para liberar a nuestros chicos, entonces estoy contento”.

La operación de Kursk ha generado un clima de optimismo, pero muchos soldados ucranianos siguen siendo conscientes de la cada vez más funesta situación en el este, donde las tropas de Rusia se están acercando a la ciudad de Pokrovsk.

Si continúa ese avance, es probable que cobren fuerza las preguntas, hasta ahora solo susurradas, sobre si la aventura de Kursk valió la pena. Pero por el momento la incursión sigue siendo para Ucrania un éxito en el campo de batalla. “Podemos utilizarla para crear una zona de amortiguamiento en la frontera que reduzca los ataques contra nosotros”, dice Artem. “Y, como mínimo, tenemos prisioneros con los que hacer intercambios y hemos dado a nuestra población un motivo para celebrar”.

Traducción de Francisco de Zárate.

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