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¿Por qué ya no hay huelgas en Gran Bretaña?

Gregor Gall

El número de huelgas en Gran Bretaña ha llegado a su punto más bajo de todos los tiempos. El año pasado fue el que vio menos trabajadores en huelga, desde que se comenzó a tomar registro en 1893. ¿Esto se debe celebrar como un triunfo de la colaboración entre las patronales y la mano de obra? La respuesta es un rotundo no.

Aunque la huelga sea un recurso de última instancia para trabajadores, ya que se les descuenta el tiempo no trabajado, el hecho que en 2015 solo se hayan perdido 170.000 jornadas laborales por huelgas (contra 29,5 millones en 1979) deja en claro la vulnerabilidad en que se encuentra la mayoría de los trabajadores en el mercado laboral actual. Demuestra que los trabajadores se sienten impotentes para actuar colectivamente contra prácticas laborales cada vez más comunes como las que llevan a cabo Sports DirectDeliveroo y Hermes. Algunas empresas ahora obligan a los empleados a hacerse cargo de lo que antes eran responsabilidades del empleador (como la Seguridad Social, pensiones, bajas por enfermedad) y los someten a humillantes condiciones de trabajo y vigilancia.

El sometimiento de la mano de obra por parte de las patronales –bajo los términos de las patronales- no se ha dado de forma voluntaria. Es el resultado del debilitamiento del poder la masa trabajadora. El trabajo de los sindicatos es básicamente regular el suministro de la fuerza de trabajo para elevar su valor (expresado en salario y condiciones de trabajo). Una forma de hacerlo es negándose a trabajar, o al menos amenazar con ello. Pero como demuestra una reciente investigación del Congreso Sindical, desde 2007 los salarios han caído en Gran Bretaña más que en cualquier otro país de los 28 que integran la OCDE, excepto Grecia. Claramente, los sindicatos británicos no están haciendo bien su trabajo.

¿Y esto por qué es así? Parte de la respuesta está en las regulaciones legales y jurídicas cada vez más restrictivas del derecho a huelga. La nueva Ley de Organización Sindical es aún más restrictiva que la legislación de los gobiernos conservadores de los años 80 y 90 (y que los gobiernos laboristas de 1997 al 2010 no revirtieron). Ha habido varios fallos judiciales en los que las empresas ganaron a los huelguistas. Pero si las leyes son un factor tan importante, ¿por qué había más huelgas hace 10 o 20 años?

Los sindicatos, como representantes de los trabajadores, se encuentran en una espiral descendente. A pesar de los grandes esfuerzos de las últimas dos décadas por conseguir afiliados y retenerlos, los sindicatos representan a una porción cada vez menor de trabajadores en un mercado laboral desrregulado y en continuo crecimiento. En el sector privado, donde se encuentra la mayor parte del empleo, la afiliación sindical es de sólo el 14%. Es sólo un 25% del total.

Frente a los escépticos no-afiliados, la percepción de debilidad no es una buena arma de reclutamiento. Cuando los trabajadores preguntan “¿qué puede hacer por mí un sindicato?”, la respuesta no es muy convincente, a pesar de que los sueldos de los trabajadores sindicalizados sean más altos que los de sus colegas no sindicalizados. Lo peor es que muchos trabajadores sindicalizados también se sienten impotentes. No tienen la confianza para ponerse firmes y defender los intereses colectivos. La inseguridad laboral y el poder de la patronal infunden una sensación de miedo.

Pero aún quedan algunos trabajadores con poder de huelga, que logran mejores condiciones de trabajo. El mejor ejemplo son los trabajadores del ferrocarril, representados por los sindicatos Aslef y RMT. Estos tienen el poder estratégico de detener las operaciones de sus jefes de una forma que les duele en el bolsillo, y pueden hacerlo de forma casi inmediata, dada la escasez de servicios alternativos y los pocos trabajadores sustitutos que pueden reemplazarlos.

La misión es que otros trabajadores se den cuenta de su propio poder estratégico. Los centros de distribución (como los de Sports Direct en Shirebrook, Derbyshire), empresas de transporte como Hermes y Deliveroo, así como Eddie Stobart y muchas fábricas (como por ejemplo Hovis) operan con el método “justo a tiempo”. Estos sistemas son frágiles y muy vulnerables ante una interrupción. El papel de los sindicatos debe ser el de convencer a estos trabajadores de que pueden hacer uso de su poder si actúan unidos.

Las campañas en redes sociales para dañar la reputación de las marcas pueden complementar las huelgas, pero no reemplazarlas. El poder de los trabajadores está, primera y principalmente, en su lugar de trabajo. Los lugares de trabajo son los medios de producción, distribución e intercambio dentro del sistema capitalista. El plan de Jeremy Corbyn de introducir la negociación colectiva obligatoria para lograr más derechos para los trabajadores  puede ayudar pero hace falta una liberación cognitiva para que los trabajadores usen esos derechos para beneficio propio. Sólo entonces volverán los índices de huelgas a su nivel de tiempos anteriores.

Traducido por Lucía Balducci