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OPINIÓN

Las granjas pequeñas, la clave para un futuro sostenible

Una vaca se acerca al objetivo
25 de mayo de 2021 22:06 h

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Los pequeños agricultores de granjas familiares son la columna vertebral de nuestras comunidades rurales. Gracias a su trabajo duro se obtienen alimentos de excelencia, producidos con los estándares más altos de calidad. Su gestión cuidadosa teje lazos entre lo ambiental y lo social en nuestros hermosos e icónicos paisajes. Son un grupo humano excepcional, resistente y trabajador.

Están acostumbrados a innovar en momentos adversos. Su propia diversidad fortalece nuestro ambiente, nuestras comunidades rurales y nuestro sistema de salud. Todo esto debe ser tenido en cuenta en un momento en el que la agricultura se dirige hacia un cambio profundo. Más de 110.000 pequeñas granjas familiares han desaparecido en Reino Unido desde 1990.

A mi entender, es crucial que se reconozca debidamente la contribución de estas familias productoras de pequeña escala: deberán ocupar un papel clave en la transición justa, inclusiva y equitativa hacia un futuro sostenible. Para lograrlo debemos asegurar que las granjas familiares cuenten con las herramientas y la confianza para formar parte de la transición rápida hacia los sistemas de cultivo regeneradores que necesita nuestro planeta.

Vale la pena recordar que la mayoría de estas granjas son gestionadas por una o dos personas. A diferencia de los cultivos grandes, a menudo no cuentan con el tiempo ni los recursos para buscar asesoramiento. Los cambios venideros son enormes. La manera en la que ayudemos a nuestros agricultores a trabajar nuestro suelo, plantaciones y ganado y a desarrollar cadenas de abastecimiento local es la clave para la biodiversidad, la reducción del dióxido de carbono en la atmósfera y la gestión del agua, elementos estrechamente relacionados con nuestra salud y bienestar.

Creo que la unión hace la fuerza. Considero que la mejor manera de asegurar un futuro sostenible para estas granjas pequeñas es que se agrupen en algún tipo de cooperativa. Mientras que parece existir una profunda aversión a las cooperativas rurales en Inglaterra (a lo largo de los años he intentado fomentar con poco éxito), funcionan bien en muchas partes de Europa. Y los tiempos nuevos exigen ideas nuevas.

No puedo evitar pensar que la combinación de tecnología moderna —mediante la cual los granjeros podrían estar mejor conectados a los mercados y a redes de asesoramiento— y el deseo de los consumidores por lo “local” y “pequeño” (en otras palabras, slower food) hacen que este sea el momento para intentarlo de nuevo, y no solo en Reino Unido.

En todo el mundo hay granjas pequeñas que podrían unirse para conformar una cooperativa global comprometida con la producción de alimentos basada en los principios de mi iniciativa Terra Carta, una apuesta por la naturaleza, la gente y el planeta: altos estándares ambientales, el uso de variedades nativas de animales y plantas para una producción de alimentos sanos y nutritivos, protegiendo la naturaleza y el bienestar de las comunidades y consumidores rurales.

¿Es este un sueño utópico? El talento de los emprendedores con sentido ético y la determinación de los productores agroalimentarios por hacer que funcione pueden proveer un futuro concreto y esperanzador para un sector que debería ser homenajeado y apoyado por su importancia vital para la seguridad alimenticia, comunal y cultural. Eso es precisamente lo que implica el término “agri-cultura”. Estos granjeros son de los emprendedores más trabajadoras e innovadores y, en más de un sentido, dependemos de ellos mucho más de lo que alguna vez sabremos.

Carlos, príncipe de Gales, es el heredero al trono británico.

Traducción de Julián Cnochaert

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