La solicitud de que Australia apruebe un impuesto a las bebidas azucaradas ha despertado protestas de la industria de la alimentación y bebidas, y generado resistencia en los políticos. ¿Por qué los expertos en salud siguen pidiendo un impuesto a las bebidas azucaradas? ¿Y por qué los políticos y la industria lo rechazan?
¿Cómo funciona el impuesto?
El impuesto varía en cada uno de los 26 países en los que se aplica. En México, se aprobó un impuesto del 10% a las bebidas azucaradas en 2014. Cuando el impuesto entre en vigor en Reino Unido el próximo abril, habrá dos categorías: una para las bebidas con más de 5 gramos de azúcar por cada 100 mililitros y otra, más alta, para las bebidas con más de 8 gramos de azúcar por cada 100 mililitros.
¿Cuál es la novedad en Australia?
En 2018, un comunicado sobre nutrición de la Asociación Médica Australiana pidió la aprobación del impuesto a las bebidas azucaradas. Esto es importante porque la AMA suele ser conservadora con respecto a legislación sanitaria y a menudo evita entrar en debates polémicos. Pero ahora reclama el impuesto “como una cuestión prioritaria”.
¿Tiene este impuesto apoyo político en el país?
El ministro de Sanidad australiano, Greg Hunt, ha dejado claro que el Gobierno no apoyará la iniciativa del impuesto, porque cree que las leyes que rigen sobre el etiquetado de comida y la propia voluntad para restringir el acceso de los niños a cierto consumo son suficientes. La laborista Tanya Plibersek también se negó a apoyar el impuesto, porque dice que hace falta otro tipo de estrategias para promover la vida sana. Los Verdes, liderados por el médico Richard Di Natale, apoyan el impuesto. Antes habían propuesto que se incremente en un 20% el precio de las bebidas azucaradas.
¿Por qué sólo afecta a las bebidas?
Según el profesor Tim Gill, del Instituto Boden de Obesidad, Nutrición, Ejercicio y Desórdenes Alimenticios en Sydney, la clave de este impuesto es que apunta a un producto fácilmente definible.
“Es fácil identificar bebidas azucaradas y sus fabricantes, y se les puede gravar durante la producción,” afirmó. “En Australia, los fabricantes de bebidas azucaradas son relativamente pocos. Un problema para el Gobierno a la hora de gravar productos es lo complicado que suele ser ponerlo en práctica. Si, por ejemplo, se quisiera gravar cualquier alimento con azúcar, sería muy complicado ponerlo en aplicarlo”.
En otras ocasiones, el Gobierno ha utilizado esta complejidad como argumento contra el impuesto a las bebidas azucaradas.
“Pero ahora que va a ponerlo en práctica Reino Unido, un país con un consumo cultural similar al nuestro pero con mayor población y mayor número de fabricantes, el argumento de la complejidad ya no se sostiene,” señaló Gill.
Una investigación publicada en la revista médica Lancet en 2014 demostró que la venta per cápita de bebidas azucaradas era de casi una al día, 0,88 en Australia, frente a 0,84 en Reino Unido. Datos del Departamento de Estadísticas de Australia demuestran que el país es uno de los 10 mayores consumidores de refrescos per cápita.
La Organización Mundial de la Salud recomienda que los adultos no consuman más de seis cucharadas pequeñas de azúcar por día, pero el australiano promedio consume más del doble. Una botella de 330 ml. de Coca-Cola contiene nueve cucharadas de azúcar.
¿Hay pruebas de que el impuesto reduzca la obesidad?
Un estudio publicado en la revista de la Academia de Nutrición y Dietética concluyó que las ventas de refrescos en el hospital Alfred de Melbourne cayeron un 27,6% durante un experimento de 17 semanas en el que aumentaron el precio de los refrescos en un 20%. Al mismo tiempo, la venta de agua embotellada aumentó casi en la misma proporción.
Un estudio sobre la venta de bebidas azucaradas en México en los dos años siguientes a la aprobación del impuesto concluyó que el primer año las ventas cayeron un 5,5%, y durante el segundo, un 9,7%. Si bien dos años no es un periodo suficiente para determinar un impacto a largo plazo en sanidad, el estudio concluyó: “Esta reducción en el consumo podría tener un impacto positivo en la salud pública y reducir el gasto en sanidad.”
Tanto las bebidas azucaradas como el azúcar en general están asociados a la obesidad, la diabetes tipo 2, las enfermedades cardiovasculares, los problemas dentales y los problemas en la densidad ósea.
La Sanidad australiana y la Asociación de Hospitales de Australia afirman que la obesidad es la primera causa de muertes evitables en Australia, por encima del tabaco.
Pero hace falta un estudio a largo plazo para analizar si de verdad el impuesto a las bebidas azucaradas tiene un impacto en los niveles de obesidad.
¿Por qué no se ha aprobado hasta ahora?
Los grupos de presión de la industria de la alimentación y bebidas son muy poderosos. El Consejo Australiano de Bebidas, el grupo de presión de la industria, lleva años luchando contra este impuesto. Según el Consejo, no hay pruebas de que el impuesto ayude a reducir la obesidad y, en cambio, se perderán empleos, lo cual siempre asusta a los políticos.
La Asociación Australiano-asiática de Tiendas de Alimentación afirmó que la aprobación de este impuesto en Reino Unido ha sido “descuidada”, “defectuosa”, “discriminatoria” e “irracional”. Al mismo tiempo, la Asociación ha reforzado su campaña contra el impuesto en Australia.
¿Supondría un ejemplo de Estado paternalista?
Depende de si se cree que la industria de la alimentación y bebidas tiene demasiado poder. Expertos en sanidad aseguran que gracias a la publicidad, product placement y la influencia política, esta industria influye de forma injusta y poco transparente en los hábitos de los consumidores, y que los niños se encuentran especialmente indefensos ante esta influencia para reconocerla o resistirse a ella.
Estos expertos afirman que un impuesto a las bebidas azucaradas mantendría a la industria a raya. Otros argumentan que la gente debe asumir su responsabilidad personal.
¿Afectaría de forma especial a los más pobres?
Sí. Un estudio de la Universidad de Deakin utilizó un modelo económico para demostrar que el aumento en el gasto anual en bebidas azucaradas, con un impuesto del 20%, resultaría en un promedio de 30 dólares australianos por persona (unos 20 euros), pero aquellos pertenecientes a los estratos socioeconómicos más bajos pagarían cinco dólares australianos (unos tres euros) al año más que aquellos pertenecientes a grupos adinerados.
Los investigadores creen que es una consecuencia modesta, teniendo en cuenta los beneficios, y que a la vez los estratos socioeconómicos más bajos son los que más se beneficiarían con la medida respecto a su salud. Expertos en sanidad y grupos que defienden el impuesto piensan que el Gobierno podría reducir su gasto en la población vulnerable si utilizara los ingresos que obtendría del impuesto para financiar iniciativas de sanidad.
¿La obesidad es algo más complejo que beber refrescos?
Sí. Los expertos no proponen el impuesto a las bebidas azucaradas como una solución mágica, sino como una de varias medidas en el marco de la lucha contra la obesidad.
Traducido por Lucía Balducci