El 'influencer' del barrio pobre de Perpiñán que quiere llegar al Parlamento
La palabra “influencia” no es una que se asocie fácilmente a Saint Jacques, el barrio gitano de la ciudad de Perpiñán (también conocido como el barrio de los gitanos catalanes). Y, sin embargo, es eso lo que está detrás del espectáculo callejero que se vio hace poco en una fría noche de la arbolada plaza de Cassanyes.
Con un aluvión de gente, poco antes de la ocho de la tarde, ya debía haber más de 200 personas, en su mayoría jóvenes y varones, en grupos ruidosos. Fumaban, gritaban, hacían estiramientos, bailaban el can-can... Igual que las películas de Fast & Furious solo que sin coches. Como un faro en un mar de ropas oscuras, un hombre con un chándal rojo de Adidas intentaba alinearlos a todos a lo largo de la plaza. Se trataba del responsable de todo aquel show, el influencer de 25 años conocido como NasDas, nacido y criado en Saint Jacques.
La noche anterior, NasDas había publicado para sus 1,2 millones de seguidores la foto de uno de los miembros de su cuadrilla sosteniendo un arrugado billete de 500 euros, seguida por imágenes de una carrera anterior en la plaza Cassanyes. La carrera de esa noche era una repetición, solo que con un premio mayor y muchos más participantes. Transmitiendo en directo por Snapchat, NasDas parecía nervioso: “Por mi madre, que no esperaba tener tanta convocatoria: gente de Aviñón, de Marsella, de todas partes”.
Desde uno de los barrios más pobres de Francia, NasDas -su nombre real es Nasser Sari- ha logrado la hazaña de convertirse en el influencer número uno de Snapchat en el país.
Población catalana
Treinta y dos kilómetros al norte de la frontera española, Perpiñán es la última ciudad francesa del Mediterráneo occidental. El barrio de Saint Jacques, en una colina detrás del centro, es un lugar de casas apretadas y rústicas sobre un entramado de calles medievales donde el 60% de los hogares son pobres. Con una población que oscila entre las 3.000 y las 7.000 personas, tres de cada cuatro habitantes son gitanos procedentes de Cataluña. El resto de la población está formado por árabes y la convivencia entre los dos grupos es a veces tensa. Los padres de NasDas emigraron a Francia desde Argelia.
A menudo, cuando la gente de fuera llega a Saint Jacques, lo único que distingue es la omnipresente basura. Pero NasDas ha sido capaz de ver la vida, la belleza y el humor que hay en su entorno cotidiano. Hace unos años, empezó a subir a las redes las gamberradas callejeras y los personajes que le rodeaban. “No quería ser el número uno, ni siquiera quería ser un snapchatter o un influencer”, dice. “Simplemente sacaba mi teléfono en el café: '¿Quién va a pagar? ¿Tú? ¡Tú nunca pagas!’. Y me di cuenta de que a la gente le gustaba ver mi vida cotidiana”, agrega.
Empezó a añadir números con una pequeña producción, como uno en el que se burla del supuesto arribismo de los barrios del extrarradio con colegas yéndose a Barcelona con su tarjeta de crédito y gastando en las tiendas de lujo, mientras él en Francia recibe en el teléfono la notificación de recibos desmesurados. A mediados de 2020, sus ingeniosas observaciones y su encanto le hicieron ganar decenas de miles de seguidores. En la pantalla NasDas tiene un carisma simpático, tipo Fozzie el oso de los teleñecos, repitiendo su mantra “la chiennété”, que se podría traducir como “vida de perros”.
Entre los muchos influencers de Francia, no hay casi ninguno que haga una crónica de su barrio popular como la de NasDas. “Entras en Snapchat y es gente en tanga, junto a edificios de lujo y coches bonitos, todo lo mismo”, dice el mánager de NasDas, un joven de 32 años que aparece de forma anónima en sus vídeos como el “hombre enmascarado”.
Hay raperos, hay bailarines, hay humoristas y hay maquilladores que vienen de esos lugares, pero pocos casos de personas que se limiten a documentar su vida cotidiana. Uno de ellos es Nordine Idri, un joven marsellés de 17 años que habla en YouTube sobre su antigua vida como vigilante para bandas de narcotraficantes. En general, las películas sobre los barrios pobres, desde El odio (1995) hasta Intocable (2011) o Bande de filles (2014), son dirigidas por personas de fuera (Los Miserables, estrenada en 2019, es una rara excepción de película hecha por los propios residentes de estos barrios).
Resulta un poco sorprendente que las redes sociales, para las que toda la tecnología necesaria cabe en un bolsillo, no hayan producido más cronistas de barrio. Tal vez en esas zonas empobrecidas la tendencia predominante sea hacia el influencer aspiracional.
El Robin Hood de las redes
A NasDas también le gusta enseñar el dinero. Pero lo extraordinario en su caso es que él parece regalar la mayoría. Casi todos los días suelta billetes en su feed. El último verano era el primer influencer de Snapchat en Francia (o eso dice él, Snapchat no quiere confirmar cifras exactas), una posición que había logrado monetizar firmando contratos comerciales y de publicidades para dentistas, aplicaciones para hacer curriculums online, té helado o coches de lujo, entre muchas otras.
NasDas dice que regala en torno al 80% de lo que gana y que, en su mayor parte, lo hace de forma privada. Su prioridad es el desarrollo de Saint Jacques: haciendo donaciones, promocionando a los negocios locales, y fomentando la educación. Anima a los niños que suelen faltar a clase a que vayan al colegio y organiza limpiezas de calles para colgar los vídeos en Snapchat.
El día antes de la carrera de Cassanyes, este Robin Hood de las redes sociales se sienta a tomar un cortado en una mesa de la plaza. Mide 1,85 metros y es un hombre informado y tranquilo, si se lo compara con su disparatado personaje de Snapchat. Dice que la gente que viene de toda Francia para hacerse selfies junto a él es la prueba de que ha cambiado la imagen de Saint Jacques. Mientras hablamos, dos hermanos venidos desde Grenoble se acercan un momento para ver a su héroe.
NasDas comprende que su barrio no cambiará de la noche a la mañana: “Hay una realidad que no hay que ocultar, y es que desafortunadamente el nivel de violencia sigue siendo bastante alto; para mi punto de vista, que no soporto la violencia, es demasiado alto”. En la puerta de un local de comida para llevar, a pocos metros de donde estamos, un joven de 23 años fue asesinado a tiros en agosto.
En el dedo de NasDas hay un anillo de oro con la forma de un león. Quizá represente a su madre, a la que describe como un “león”. De ella saca su sentido de la responsabilidad social: después de que su padre muriera cuando él tenía 10 años, su madre lo crió a él y a sus cuatro hermanos en solitario.
La familia vivía dos pisos por encima de la comisaria abandonada en la esquina de la plaza de Cassanyes que se convertiría en el principal punto de venta de drogas de Saint Jacques. Cuando él tenía 16 años, algunos de sus compañeros ganaban 300 euros al día, pero su madre luchó para mantenerlo alejado del tráfico de drogas. Con su fama recién adquirida, NasDas quiere ayudar a Saint Jacques.
En el parque de atracciones de Perpiñán, el cielo del crepúsculo se ha desvanecido hasta tomar un color ocre oscuro y las luces brillantes de las atracciones ocultan las estrellas. El equipo de NasDas intenta hacer una visita sin llamar la atención para acompañar a sus sobrinos pequeños. Todo lo discreto que se puede ser cuando él y Samos, su mano derecha, van vestidos con chándales blancos a juego. En la entrada, la gente se asoma y susurra “ahi está NasDas” (la sobrina de NasDas viste una camiseta con el mensaje NasDas La Chiennété). Pronto se acercan para hacerse fotos sin parar. Al lado del carrusel, los fans y los simpatizantes nos acorralan durante casi 20 minutos. “Es tan divertido”, dicen un par de veinteañeras. “Le da igual todo”.
La fama
NasDas se muestra incondicionalmente amable en los cientos de interacciones pero el cansancio se percibe en sus ojos. Admite que su vertiginoso ascenso a la fama y las constantes peticiones de dinero y de ayuda no han sido fáciles de llevar. “Hubo un momento en que pensé que me estaba volviendo loco”, dice. “Sólo quería ir a tomar un café, como todo el mundo, y no podía”. Cuando empezó a tener ataques de ansiedad, sus managers se lo llevaron al campo para que tomara distancia. Después de un par de sesiones con un psicoterapeuta, volvió a subirse al caballo.
A su alrededor, en el parque de atracciones, está la mayor parte del equipo NasDas: Samos, el amigo delgado y con los dientes rotos que suele hacerle de secuaz en los vídeos; Tounsi, un veinteañero corpulento y tosco, el único del que NasDas ya era amigo cercano antes de la fama; 4BDV, un joven de 17 años que parece tener 12 y al que NasDas acogió en casa cuando apareció en Saint Jacques tras cruzar el Mediterráneo en barca desde Argelia (el influencer está solicitando ser su tutor legal). El único que falta es Billy DZ, aparentemente porque está enfermo.
Ahora hay toda una infraestructura de apoyo al equipo: un total de 40 personas, incluyendo dos agencias de influencers en París, que se ocupan de la asistencia técnica, las reservas de eventos, las oportunidades comerciales y la estrategia.
NasDas está considerando el mundo más allá de las redes sociales y pronto aparecerá en programas de entrevistas de la televisión. Tiene previsto un espectáculo en solitario el año que viene en el Olympia de París, con capacidad para 3.000 personas, y Netflix se ha puesto en contacto para un posible documental.
Planes políticos
Pero incluso todo eso podría ser no más que el principio. A NasDas le gusta usar sus redes para llevar su conciencia social más allá de los donativos a residentes de Saint Jacques. A menudo critica la gestión que el Ayuntamiento de Perpiñán hace del barrio de Saint Jacques. En administraciones anteriores, por lo disfuncional y corrupta que era. Ahora, con un toque más reivindicativo, dado que el actual regidor, Louis Aliot, es el único alcalde que el partido de extrema derecha Agrupación Nacional tiene en una gran ciudad francesa.
Recientemente, el influencer puso su smartphone al servicio del caso de un niño de ocho años al que la policía había detenido (junto con 4BDV) tras ser visto en las cámaras de seguridad con una pistola de perdigones de plástico.
Los aparcamientos de pago que pusieron en septiembre en la plaza de Cassanyes, impagables para muchos residentes, también forman parte de sus objetivos. Ya sea judicial o económico, el efecto buscado con estas medidas está claro para él: “Es la represión”.
NasDas dice que el Ayuntamiento -que no ha querido hacer declaraciones para este artículo- ha comenzado a fijarse en él ahora que se ha convertido en una figura pública. “Creo que se sienten aún más ofendidos porque no les pido ayuda, les molesta, un joven magrebí que no pide ayuda y consigue arreglar el barrio”.
Es posible que tenga la respuesta perfecta para eso. En sus planes está presentarse a la Asamblea Nacional en las elecciones de junio para tratar de obtener uno de los cuatro escaños de Pirineos Orientales, el departamento del que Perpiñán es capital. “Quiero terminar con los clichés”, dice. “Soy joven, de color, alguien que se atreve, quiero molestar un poco a la gente, mostrar a Francia quiénes somos”, agrega.
Pirineos Orientales tiene unos 350.000 votantes registrados. Bastaría con que una parte de los seguidores de NasDas le votaran para que en el año que viene pudiera estar retransmitiendo por Snapchat desde el Parlamento.
Corrupción en el barrio
Las presiones sobre NasDas no vienen sólo de fuera. En Saint Jacques hay una larga tradición de dependencia poco saludable de figuras que tienen un acceso privilegiado al poder. En los años 70, se decía que los patriarcas de algunas familias gitanas de Saint Jacques modificaban el voto de la comunidad a cambio de favores políticos. Supuestamente, tras las elecciones se repartían sumas de dinero en efectivo y electrodomésticos. Luego serían puestos de trabajo o influencia en los largamente debatidos proyectos para renovar este barrio en ruinas.
Gracias al poder que le confieren las redes sociales, NasDas es el que tiene influencia ahora, en todos los sentidos. Nadie duda de la profunda preocupación que siente por Saint Jacques pero la pregunta es si será capaz de soportar las presiones que probablemente afronte desde dentro del barrio.
Justo antes de la carrera en la plaza de Cassanyes, mientras hablamos, un “hermano mayor” de la comunidad le llama la atención y le regaña en árabe. Diez minutos después el hombre vuelve a aparecer y exige a NasDas que hable con alguien por teléfono. ¿De qué se trata? Al parecer, el hombre es uno de los varios intermediarios, incluyendo el hombre del teléfono y otro que está en la cárcel, que gestionan la publicidad de un producto en Snapchat para una empresa de París. El hombre intentaba que NasDas bajara sus honorarios hasta 5.000 euros para poder llevarse una comisión más alta, de 3.000 euros, del precio original.
El influencer insiste en que es sólo un caso aislado. Dice que no es envidiado y que cuenta con “el apoyo del 99,99%” de Saint Jacques. Pero lo normal es pensar que esta codicia por el dinero y la publicidad que genera NasDas irá en aumento a medida que ascienda su estrella. En cualquier caso, parece enfadado. “Es la gente de aquí la que tira de ti hacia abajo, la gente de la cárcel es la que tira de ti hacia abajo”, dice.
Media hora más tarde, en la zona de carreras de la plaza de Cassanyes se impone otro tipo de gestión de multitudes. Pasadas las ocho de la tarde, el lugar está abarrotado. “¡Dispérsense!”, insiste NasDas, con la muchedumbre paseando por los cuatro lados de la plaza, tratando de pasar tan desapercibidos como pueden hacerlo 300 personas que se han congregado allí por un mismo motivo.
Cinco minutos después NasDas suspende la carrera. Tres policías motorizados circulan entre la gente. Tounsi lo interpreta como una advertencia. Con Aliot en el Ayuntamiento, no puede haber deslices. La multitud, decepcionada, comienza a alejarse.
Con una sonrisa incrédula, como si se estuviera preguntando cómo ha sucedido todo esto, NasDas se retira a un café para retransmitir sus reacciones. No se va a ninguna parte, dice. “Yo ya estaba en Saint Jacques antes de las redes sociales, estoy aquí durante las redes sociales, y seguiré estando aquí después”, concluye.
Traducción de Francisco de Zárate.
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