Hace quince meses que los rebeldes llegaron a la población de Manan Bagh. Eligieron el lugar teniendo en cuenta su localización estratégica en las montañas cerca de la frontera entre Pakistán y Afganistán. En ese momento, comenzaron a seleccionar a líderes de la comunidad, ancianos y otras personas, y a acusarlos de conspirar contra ellos.
Entre ellos estaba Zahir Shah, que huyó a las montañas. Lo único que sabe su familia sobre su destino es gracias a un vídeo compartido en Facebook. “Le obligaron a sentarse sobre explosivos”, cuenta a the Guardian Ziarat Gul, suegro de Shaf. “No hemos podido encontrar ni rastro de su cuerpo”.
Los soldados de ISIS han sido duramente golpeados por ataques aéreos por parte de EEUU y han recibido poco apoyo local, pero mantienen un pequeño (y aparentemente resistente) bastión en el este de Afganistán. Son pocos pero desmedidamente brutales si los comparas con la manera de proceder del grupo en otros lugares. Puede que no sean una amenaza existencial para el estado de Afganistán pero sí para los civiles.
Las autoridades locales cuentan que el uso de explosivos es un método para matar muy utilizado por ISIS, que también impone férreas reglas contrarias a las costumbres locales. Obligan a los hombres a dejarse barba y a las mujeres a llevar burka. Invalidan las bodas oficiadas por el gobierno, destruyen santuarios, y prohíben fumar tabaco y opio.
Todas esas normas merman todavía más el poco apoyo popular a ISIS, argumenta en un nuevo informe el Instituto de Paz de EEUU. Sin embargo, desde que apareció públicamente como tal en 2014, ISIS ha continuado reclamando ataques fuera de Nagarhar (la única provincia en la que ha conseguido ganar terreno) en particular los dirigidos a una multitud de manifestantes en Kabul en el mes de julio y a un grupo de chiíes durante el rezo el mes pasado.
Contra las cuerdas pero con poder en la capital
Esta semana, el ataque del ISIS a una unidad de élite afgana en el centro de Kabul se saldó con al menos seis personas muertas, entre las que se cuentan también civiles. Aunque en Afganistán está contra las cuerdas, el grupo todavía es capaz de perpetrar ataques en el corazón de la capital.
Desde el mes de abril, unos 200 ataques aéreos estadounidenses solo en Nangarhar han obligado a ISIS a retroceder, han acabado con su líder (Hafiz Saeed Khan) y han limitado sus acciones a cuatro distritos. “Sin las fuerzas estadounidenses y de la OTAN, nuestro ejército y nuestra policía tardarían diez años en derrotar a ISIS”, asegura Moallem Mashop, gobernador de Achin, lugar en el que ISIS tiene su cuartel general en el país.
Ahora los civiles se sienten atrapados entre tres bandos: los talibanes, que solían ocupar sus pueblos; ISIS, que los tomó, y las fuerzas afganas e internacionales. Los ataques aéreos también han provocado víctimas civiles. En septiembre, un dron estadounidense mató al menos a 15 civiles, según informaciones de la ONU.
Borhan Osman, un investigador de la Afghanistan Analysts Network, cree que aunque ISIS ha perdido la mitad de su territorio inicial en la provincia de Nangarhar, parece haber logrado una firme confianza en sus cuatro distritos. “Han demostrado ser inamovibles de esas zonas”, apunta.
Los ciudadanos locales dicen que los combatientes de ISIS matan y llevan a cabo abusos indiscriminadamente. Una tarde, cuando Esmatullah, de 14 años, regresaba a su casa desde los campos de trigo, lo cogieron y tuvieron prisionero 47 días. Esmatullah cuenta que los rebeldes le golpeaban una y otra vez, y que a veces le colgaban del techo. Cuando lo liberaron, la familia huyó. El padre del joven había perdido a un hermano por culpa de ISIS unos meses antes.
“Cuando trajeron de vuelta el cadáver de mi hermano, estaba lleno de agujeros de bala”, asegura Jabarud que no quería arriesgar también la vida de su hijo.
No se sabe con exactitud el número de combatientes de ISIS en Afganistán, tampoco el nivel de coordinación que reciben de Siria e Irak, aunque la dirección ha respaldado a sus afiliados afganos. Osman calcula que la cantidad de combatientes de ISIS en el país es de hasta 2.000, pero explica también que la estimación es complicada debido a que la escala de víctimas y reclutamiento no está del todo clara.
Si creemos a Abu Omar Khorasano –un importante comandante de ISIS en Afganistán– la elección de Donald Trump como presidente de EEUU ayudará a ISIS. “Su odio absoluto hacia los musulmanes hará que nuestro trabajo sea mucho más fácil porque podremos reclutar a millones”, aseguró a Reuters mientras hablaba de Trump, a quien calificó de “completo maníaco”.
Sumado a la fragilidad de Nangarhar, el vecino Pakistán ha empezado a expulsar a cientos de miles de afganos. Algunos analistas temen que los retornados puedan proporcionar fuerza al reclutamiento de ISIS. Al parecer, el grupo paga unos 400 dólares al mes a los combatientes de bajo nivel. “Su momento de gloria terminó, pero este no es el fin de ISIS”.
Traducido por Cristina Armunia Berges