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Járkov cataloga los estragos de la guerra también contra sus joyas arquitectónicas

El exterior de la iglesia de las Santas Miráforas de Járkov, dañada por un ataque ruso, el 27 de marzo.

Isobel Koshiw / Ed Ram

Járkov —
8 de mayo de 2022 21:31 h

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Tres semanas después de la invasión de febrero, las fuerzas rusas ya habían atacado decenas de edificios históricos en Járkov, una ciudad del este de Ucrania reconocida en el país y en el extranjero por la riqueza de su patrimonio arquitectónico, que incluye grandes edificios ejemplo del formalismo ruso y estructuras modernistas soviéticas.

Los ataques a la ciudad, muchos de los cuales fueron llevados a cabo por aviones militares rusos, han conmocionado a toda Ucrania y han provocado la huida de cientos de miles de habitantes aterrorizados. A principios de marzo, la estación de tren de la ciudad —otro tesoro arquitectónico— estaba abarrotada de gente que intentaba subir a los trenes que iban hacia el oeste.

Algunos de los vecinos que se han quedado en Járkov han intentado catalogar la destrucción y han elaborado una lista de hasta 68 edificios de importancia arquitectónica, de los cuales la Unesco ha confirmado que 27 han sido dañados o destruidos. The Guardian ha visitado más de una docena de los edificios incluidos en la lista.

La destrucción de edificios históricos es considerada como un crimen de guerra por la Corte Penal Internacional. Aunque Járkov ha sido una de las ciudades más afectadas, el Ministerio de Cultura ucraniano declaró el 23 de abril haber registrado 240 crímenes contra el patrimonio cultural del país. A finales de marzo, las autoridades locales de toda Ucrania colocaron bolsas de arena en los monumentos para protegerlos en caso de ataque.




La arquitectura de Járkov refleja la importancia que la ciudad tiene para la región desde hace siglos. Hay casas de campo tradicionales; edificios de estilo art nouveau, neoclásico y renacentista; y casas de ladrillo y de dos plantas construidas en el siglo XIX, cuando la ciudad fue hogar para los cosacos y, posteriormente, un centro industrial del imperio ruso zarista. Del siglo XX son sus bulevares soviéticos, los edificios de apartamentos destinados a funcionar como cooperativas de vivienda y el distrito experimental para los trabajadores de la fábrica de tractores de Járkov —construido cuando ésta era la capital soviética de Ucrania. Son ejemplos arquitectónicos reconocidos internacionalmente.

Las fuerzas rusas siguen bombardeando y matando a civiles en la ciudad, situada a menos de 32 kilómetros de la frontera rusa, pero los ataques aéreos han cesado. Las partes norte y este de la ciudad siguen siendo las más golpeadas, mientras que el centro de la ciudad ahora está relativamente libre de los bombardeos.

Capital soviética

Algunos de los habitantes de Járkov apoyaron un intento de los apoderados rusos de tomar el control de la ciudad en 2014, cuando empezó la guerra en el este de Ucrania, pero el número de fieles a los rusos no fue suficiente para torcer el rumbo político de la ciudad. Uno de los testigos de un ataque con misiles contra un edificio de la administración regional de Járkov, en el centro de la ciudad, exclama en un vídeo que filmó: “Para los que esperaban que el ‘mundo ruso’ viniera aquí, esto es lo que querían, ¿no? Pues ya os avisamos”.

El edificio era un grandioso edificio soviético de 1954. Los misiles rusos también destruyeron la sede regional de los servicios de inteligencia ucranianos de la época estalinista y el tribunal de apelación, de estilo neoclásico.

La calle Myronosytska, en el centro de la ciudad, quedó casi totalmente destruida por los ataques. Las imágenes de las secuelas recuerdan al blitz de Londres.

Además de los organismos estatales, fueron golpeadas joyas arquitectónicas que no tenían ninguna importancia política ni militar. Los arquitectos locales creen que esto se debe a que las fuerzas rusas quieren ejecutar una campaña de terror para asustar a la población y que ésta huya o se rinda.

En el este de la ciudad, el distrito de la fábrica de tractores —una serie de edificios de apartamentos de 1929 e instalaciones anexas, destinados a albergar a los trabajadores de la mayor fábrica de tractores de Ucrania— fue alcanzado por proyectiles de artillería en varias ocasiones y por una bomba de racimo que mató a al menos 10 personas e hirió a otras 42 hace unas semanas.

Kateryna Kublytska, arquitecta y restauradora de Járkov que vive en uno de los antiguos bloques de apartamentos para los trabajadores, dice que la construcción del distrito siguió de cerca las ideas socialistas soviéticas. Por ejemplo, los apartamentos de los trabajadores no tenían cocinas, con la esperanza de eliminar la presión sobre las mujeres para que se encargaran de las comidas, por lo que todos comían en comedores comunitarios.

Además, los residentes tenían acceso a guarderías donde se recibía a bebés de apenas semanas. Los edificios de las guarderías tenían rampas en lugar de escaleras para facilitar la subida y bajada de los cochecitos. Pero los ideales socialistas llegaban hasta ahí. Los directores de las fábricas vivían en un bloque de apartamentos más grande, en apartamentos con cocina propia y una habitación para su ama de llaves empleada del Estado.

Había planes para conectar todos los edificios de apartamentos mediante túneles suspendidos para que los residentes pudieran dejar a sus hijos en la guardería o en la escuela y comer sin tener que ponerse los abrigos y las botas durante los largos y nevados inviernos de Ucrania. Se propusieron terrazas en la parte superior de los edificios para que los residentes pudieran recibir más luz solar. Pero cuando la capital soviética se trasladó a Kiev en 1934, dice Kublytska, aquellos planes fueron olvidados.

Una “nueva era” arquitectónica

Kublytska dice que el daño infligido a Járkov le duele profundamente. El arquitecto británico Norman Foster dice que ha escrito un manifiesto para reconstruir la ciudad, pero Kublytska dice que esto ha irritado a muchos arquitectos locales. La directora de la Escuela de Arquitectura de Járkov califica los planes de “colonización intelectual”.

Dice que estarían encantados de invitar a arquitectos y especialistas de todo el mundo, pero que el trabajo debe ser dirigido por personas que conozcan la ciudad y que cuenten de manera extensa con las opiniones de los vecinos.

“Ahora mismo vivimos en una nueva realidad, que apenas estamos empezando a comprender”, dice Kublytska. “Vivimos justo al lado de la frontera y podríamos seguir siendo bombardeados durante varios años. Tenemos que pensar en cuántas personas volverán y en qué necesitarán cuando lo hagan”.

No obstante, Kublytska y su círculo de arquitectos en Járkov están empezando a sentar las bases de lo que esperan sea una nueva era para los edificios de la ciudad. Dice que la gente está empezando a valorar los edificios porque ahora saben lo que es perderlos.

“Cuando todo fue dejado de lado en los 90, la gente tenía un fuerte deseo de construir cosas nuevas, que a menudo no habían sido pensadas en profundidad”, dice Kublytska, y añade que los edificios más antiguos de la ciudad fueron descuidados o renovados parcialmente sin pensar en su carácter original.

Kublytska señala el asfalto que rodea los apartamentos para los trabajadores de la fábrica de tractores y que cubre los caminos originales de adoquines y ladrillos rojos que serpentean entre la vegetación y los parques.

“Lo que queremos —mi entorno y yo— es lograr que los habitantes de la ciudad valoren lo que ya tenemos. Que valoren la autenticidad y restauren nuestro código cultural. Se trata de nuestra historia colectiva”.

Traducción de Julián Cnochaert

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