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The Guardian en español

ANÁLISIS

El último conflicto en Israel y Gaza empuja a una revolución política en EEUU que pone en apuros a Biden

Una manifestación pro Palestina en Pensilvania, Estados Unidos, en mayo de 2021

Julian Borger

Washington —

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En su defensa incondicional de Israel, Joe Biden mantiene una política establecida hace décadas, cuando era un joven senador, y hasta el momento no ha cedido terreno en este tema ante el ala progresista de su partido, o ante muchos demócratas judíos que exhortan a adoptar una línea más dura con Benjamin Netanyahu.

Este jueves Israel y Hamas apoyaron un alto el fuego, en medio de la presión internacional, incluida la de los diplomáticos de Biden en privado. Pero el conflicto está lejos de resolverse.

Biden incluso aceptó enfrentarse al aislamiento en el Consejo de Seguridad de la ONU, con el costo potencial que podría tener para su propia credibilidad en materia del multilateralismo y los derechos humanos. Sin embargo, los politólogos dicen que a medida que aumenten las pérdidas de vidas humanas, la presión a nivel nacional e internacional que recibe el presidente podrían tornarse en algo imposible de ignorar.

Los judíos estadounidenses son cada vez más escépticos en relación a Netanyahu y sus políticas. Una encuesta publicada la semana pasada por el Pew Research Center reveló que apenas el 40% pensaba que el primer ministro estaba demostrando un buen liderazgo, y esta cifra caía al 32% entre los judíos más jóvenes. Sorprendentemente, sólo el 34% se oponía a sanciones u otras medidas punitivas contra Israel.

El grupo de presión liberal judío-estadounidense J Street tiene cada vez más influencia en el partido demócrata, y ha exhortado a Biden a tomar más medidas para impedir el derramamiento de sangre y las políticas israelíes que han contribuido a impulsar el conflicto.

“También exhortamos al Gobierno a clarificar públicamente que los esfuerzos realizados por Israel para desalojar y desplazar a familias palestinas en Jerusalén oriental y Cisjordania son inaceptables, como también lo es el uso excesivo de la fuerza contra los manifestantes”, dijo Jeremy Ben-Ami, el presidente del grupo.

Un destacado columnista progresista judío, Peter Beinart, escribió un artículo de opinión en el New York Times la semana pasada argumentando a favor del derecho de los refugiados palestinos a regresar como la única solución de largo plazo para el espiral de violencia. “Los desalojos de Jerusalén oriental son tan inflamables porque continúan un patrón de expulsión tan antiguo como Israel”, escribió Beinart.

El apoyo incondicional de Donald Trump a Netanyahu y sus políticas contribuyeron a convertir la política israelí en un tema partidista. Ante una creciente oposición de los judíos estadounidenses, el antiguo embajador israelí en los EEUU, Don Dermer, declaró públicamente la semana pasada que el Gobierno israelí debería esforzarse más para vincularse con evangelistas estadounidenses “apasionados”, más que con judíos, quien dijo se encontraban “desproporcionadamente entre nuestros críticos”.

Evangelistas de EEUU como Mike Pence y Mike Pompeo contribuyeron a conformar la política de Trump para Israel. No son una fuerza dentro del partido demócrata, pero sí son relevantes en estados tanto republicanos como demócratas que Biden tendrá que conquistar en las elecciones de mitad de legislatura para poder mantener su mayoría en el Congreso.

Sin embargo, no puede permitirse apartar al ala progresista de su propio partido. Fue el entusiasmo progresista, junto al apoyo de destacadas figuras como Bernie Sanders, lo que ayudó a Biden a conquistar la Presidencia, mientras que Hillary Clinton fracasó.

Diputados progresistas como Alexandria Ocasio-Cortez han sido crecientemente elocuentes en sus críticas a la línea de Biden que enfatiza el derecho de Israel a defenderse. “Si el Gobierno de Biden no puede defender sus principios frente a un aliado, ¿con quién lo hará? ¿Cómo pueden decir creiblemente que defienden los derechos humanos?”, escribió Ocasio-Cortez en Twitter este sábado. 

Este jueves el senador Bernie Sanders presentó en el Senado una resolución para censurar la venta de armas de EEUU a Israel por valor de 735 millones de dólares que ha aprobado la Administración Biden.

Biden ha trabajado para cultivar su vínculo con los progresistas durante la campaña e incluso después, creando talleres para creación de políticas con ellos, pero la actual crisis ha terminado esa luna de miel.

La mayoría de los politólogos, sin embargo, dicen que Biden estableció su política para Israel hace mucho tiempo, y será muy difícil de modificar. Fue un férreo defensor de Israel en el Senado durante décadas, donde apoyó el bombardeo israelí de un sitio sospechoso de ser un reactor nuclear en Irak en 1981, autodenominándose “el mejor amigo católico de Israel”.

Su visión para la política exterior está basada en apegarse a las alianzas tradicionales de Estados Unidos y fortalecerlas.

“Biden tiene su propia brújula en lo que concierne a la región, y es menos susceptible a las presiones del ala izquierda de su partido”, dice Carmiel Arbit, experto visitante del Atlantic Council. “Aunque existe cierta presión dentro del partido demócrata para tomar una postura menos amigable con Israel, y de hecho la misma está comenzando a impulsar una conversación diferente, no está inclinando las políticas en este asunto”.

“Pero mucho depende de la situación. Si el conflicto escala, y el número de pérdidas de vidas humanas sube significativamente, la postura de Biden podría cambiar.”

Daniel Levy, director del think tank de US/Middle East Project, dice que el panorama político está cambiando para Biden. “Es prematuro sugerir que el trato especial que Israel recibe en la política estadounidense, y que anteriormente tocó a gobiernos tanto demócratas como republicanos, haya terminado definitivamente”, dice Levy. “Aun así, la dinámica empuja en esa dirección y los signos de cambio ya son visibles - la pregunta es cómo y cuán veloz será esa dinámica”.

En el corto plazo serán clave las perspectivas expresadas en el Senado, que está dividido 50-50, donde muchas veces la agenda de Biden depende de Kamala Harris, la vicepresidenta, que tiene el voto decisivo.

Traducción de Alejo Magariños 

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