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The Guardian en español

ANÁLISIS

Kamala Harris y por qué los políticos quieren portadas de Vogue (aunque no salgan bien)

Portada de Vogue con la vicepresidenta electa de Estados Unidos Kamala Harris.

Jess Cartner-Morley

16 de enero de 2021 22:17 h

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Cuando Theresa May apareció en la edición estadounidense de la revista Vogue en 2017, incluso la elección -deliberadamente anodina- de un vestido de alta costura de la marca británica LK Bennett no evitó que The Guardian calificara la sesión de fotos con Annie Leibovitz como un “momento clave”. Uno que “al igual que Margaret Thatcher subida a la torreta de un tanque en un híbrido entre la reina Boudica y Lawrence de Arabia... podría convertirse sin mucha dificultad en el símbolo de todo lo que no funciona en su forma de ejercer como primera ministra”. La parte superior de los brazos desnudos de Michelle Obama salió al menos tres veces en la portada de Vogue mientras vivió en la Casa Blanca. Sus tríceps, en forma, causaron un buen revuelo.

La aparición de cualquier personalidad política en Vogue es siempre tan controvertida que incluso cuando no sucede genera polémica. Donald Trump se quejó hace poco de que Vogue, a la que acusa de “elitista”, ha despreciado a su esposa Melania. Llevan cuatro años en la Casa Blanca y la revista no la ha invitado a aparecer en sus páginas.

La primera aparición en Vogue de Kamala Harris, vicepresidenta electa, que se publicará en el número de febrero de la edición estadounidense de la revista, es sólo la última de una larga lista de portadas dedicadas a políticos que han causado revuelo en los medios. La publicación en redes sociales de la portada desató una ola de críticas inmediata. ¿Han blanqueado el tono de piel de Harris con una iluminación poco planificada o que podría resultar poco cuidadosa? ¿Es una falta de respeto presentar a Harris con sus Converse gastadas en la portada en lugar de presentarla con una imagen más oficial, de mujer de Estado? ¿Se hizo creer al equipo de Harris que el retrato más formal, con traje elegante de Michael Kors, aparentemente destinado a ediciones digitales, aparecería también en los quioscos?

La respuesta de la revista

Vogue ha salido en defensa de las imágenes que muestran a Harris en “su mejor momento” y con “decisiones de estilo propias”. Tyler Mitchell, que en 2018 se convirtió en el primer fotógrafo afroamericano en fotografiar para una portada de Vogue en Estados Unidos, explica en un artículo en la web que eligió un telón de fondo verde y rosa, algo que ha sido también muy criticado, para honrar a Alpha Kappa Alpha, la fraternidad universitaria de Harris. La tía de Mitchell perteneció a la misma organización. Mitchell, que “creció entendiendo con claridad la rica historia de las fraternidades y su significado... quería que el diseño del decorado rindiera homenaje a esa historia, a la condición [de Harris] de perteneciente a AKA, y a las fraternidades negras de todo el mundo”.

Aparecer en Vogue suele generar mucha controversia para las mujeres que se dedican a la política, pero parece que la invitación a estar en sus páginas es irresistible. Protagonizar una portada, sobre todo la de Vogue, implica ser símbolo de un momento cultural concreto. Que tu imagen aparezca bajo la cabecera de Vogue puede ser lo más cercano que una personalidad pública esté de que su perfil acabe en un sello. Y en un entorno de medios cada vez más atomizado, una portada de Vogue es una de las pocas plataformas que llega a públicos muy diversos. Se comparte en Instagram, se discute en la prensa y está en la caja del supermercado.

Un retrato de la cultura pop

Cuando Hillary Clinton apareció en la portada de Vogue en 1998 llevaba un vestido largo de terciopelo y unos pendientes de perla al tiempo que sonreía en una especie de salón de banquetes junto a una urna llena de rosas rojas. Las letras de cabecera de Vogue aparecían en color oro sobre el marco dorado de uno de los óleos que colgaban de la pared.

El mensaje era claro: una portada de Vogue es lo más parecido a un retrato oficial que existe en la cultura pop. Por tanto, la discusión sobre la última portada de Vogue no gira en realidad sobre la iluminación propuesta por Mitchell ni los zapatos de Harris. El retrato ejerce de pararrayos para un país que lidia con un momento de reconocimiento del género, raza y poder.

Las imágenes, marcadas por la sonrisa y la calma, se tomaron en noviembre, justo después de las elecciones, y se han publicado en internet unos días después de que el asalto al Capitolio haya elevado la temperatura política en el país. Quizás el momento actual es lo que hace que rechinen.

En el más casual de los dos retratos, los pantalones elásticos negros de Harris están un poco arrugados alrededor de las rodillas, que es una pequeña imperfección que uno esperaría que algún asistente atento detectara antes de que se disparara la cámara. Quizás el equipo editorial creyó que esa informalidad coincidiría mejor con el momento actual de la moda que un enfoque más tradicional. Tal vez tuvieron intención de canalizar el ya famoso momento en que Harris, vestida con ropa de correr, llamó a Biden para felicitarle (“¡Lo hicimos, Joe!”).

En todo caso, cualquier parecido con la portada de Newsweek en 2009 en la que la ex candidata republicana a la vicepresidencia, Sarah Palin, posaba con su atuendo de gimnasia, es involuntario. Es muy probable que la editora jefa de Vogue, Anna Wintour, que tras una estrecha relación con los Obama se autoimpuso una separación de los círculos del poder político durante la presidencia de Trump, buscará alinearse otra vez como amiga y aliada del gobierno demócrata entrante.

La edición británica de Vogue está más politizada que nunca y muestra su corazón activista en la portada. Algunas de las apariciones más recientes en portada son las de trabajadores esenciales, el futbolista del Manchester United Marcus Rashford que, como una de las figuras públicas más destacadas impulsando legislación para un cambio social progresista, seguramente cuenta como una figura política, o la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, que apareció entre las “15 fuerzas para el cambio” en la portada de agosto de 2019.

Los políticos británicos –hombres- han destacado por su ausencia. Si una invitación halagadora logra abrirse camino hacia Westminster, debe ser abordada con cautela. Una portada de Vogue siempre será relevante, pero no siempre para bien.

Traducido por Lucía Balducci

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