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Lo mejor que podemos hacer esta Navidad es ser precavidos

Una mujer sujeta una bola de cristal antes de colocarla en el árbol de Navidad de la Catedral de Salisbury, Inglaterra.

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Pocas épocas del año son tan complicadas y estresantes para las familias y las relaciones personales como la Navidad. Este año afrontamos, además, la presión adicional que plantea la pandemia y la ambigua “guía navideña de COVID-19” del Gobierno británico, que parece animar a familias y amigos a reunirse en sus casas y a viajar durante un período de cinco días [del 23 al 27 de diciembre] mientras –al mismo tiempo– hace recaer la responsabilidad en los propios individuos. Tomar decisiones sobre qué hacer es confuso. Y está claro que aunque el Gobierno ha permitido ciertas cosas, eso no tiene por qué significar que debamos hacerlo.

Como experta en salud pública me han preguntado en muchas ocasiones qué deben hacer las familias en las fiestas. Me debato entre dar a la gente la respuesta tranquilizadora y reconfortante a nivel emocional que quiere oír o ceñirme sin rodeos a la evidencia científica que tenemos sobre la transmisión y la eliminación del virus.

Mientras los científicos independientes pueden permitirse ser impopulares y sinceros, los políticos están atrapados en un dilema que para nada envidio: decirle a la gente lo que necesita oír basándose en los hechos, o decirle lo que quieren oír basándose en la emoción.

La verdad es que al virus que causa la COVID-19 no le importa que sea Navidad o Año Nuevo. Se propaga rápidamente en interiores y en lugares mal ventilados, especialmente en los hogares y cuando la gente se reúne de manera informal, en condiciones cómodas y de cercanía física. Desinfectar las superficies y sentarse a dos metros de distancia no va a detener el contagio. Es mejor imaginar el virus como el humo de un cigarro: si alguien fuma en una habitación, es probable que huela a tabaco. Con el coronavirus sucede lo mismo: si una persona está contagiada, puede a su vez contagiar por los aerosoles que emite al respirar y hablar.

Hay maneras de ser precavidos. Si quiere ver a su familia de manera segura, puede comprobar la incidencia local de casos en la zona –el número de contagios por cada 100.000 habitantes–. Si hay pocos casos y test positivos, el riesgo de contagiarse o de transmitir COVID-19 es menor. Pero el riesgo cero no existe. Socializar al aire libre, salir a pasear y pasar tiempo en la naturaleza con amigos y familiares son formas de ver a la gente en un ambiente menos peligroso. También lo es conectarse con la familia y los amigos de manera virtual, por teléfono o Zoom.

Si quieres pasar tiempo con sus familiares en lugares cerrados, especialmente si se trata de personas vulnerables o de edad avanzada, la única forma verdaderamente segura de hacerlo es aislarse durante dos semanas antes de verlos, para asegurarse de no llevar el virus ni estar incubándolo. Hay empresas que ofrecen pruebas rápidas de COVID-19, pero no son 100% fiables porque el virus tiene un período de incubación de hasta 14 días. Podría dar negativo hoy, por ejemplo, y ser contagioso y dar positivo mañana. Dos resultados negativos obtenidos con cinco u ocho días de diferencia es una forma de mitigar este riesgo, aunque es caro.

Mientras Reino Unido se encamina hacia un sistema escalonado de restricciones, la decisión del Gobierno de levantar las restricciones de viaje durante las fiestas es especialmente preocupante. Lo más probable es que los desplazamientos desde las zonas de mayor a las de menor incidencia de casos hagan que todos los niveles se eleven después de Navidad, y es posible que todo el país comience 2021 en lo que llamamos nivel 3 [de alerta muy alta, en el que se prohíben reuniones con personas de fuera del hogar en sitios cerrados, se limitan a seis las reuniones en exteriores y se cierra la hostelería]. El virus se mueve cuando la gente se mueve, como han demostrado los datos de los últimos 10 meses. Restringir los desplazamientos es una manera importante de limitar los contagios. 

Cada día que pasa estamos más cerca de vacunas efectivas y seguras, de tratamientos para los enfermos de COVID-19 y de pruebas masivas y fiables. De hecho, la semana que viene estarán disponibles las primeras 800.000 dosis de la vacuna de Pfizer/BioNTech. Mucha gente puede decidir que, ante un horizonte de vacunaciones masivas, no merece la pena arriesgarse a contagiarse o contagiar a otros en Navidad. Yo, que formo parte de uno de los grupos de menor riesgo, estoy menos preocupada por contagiarme yo misma que por contagiar involuntariamente a otra persona, contribuyendo así a una cadena de contagios que podría terminar con alguien en el hospital. 

Durante varios meses, todos aplaudimos al personal del sistema sanitario. Este invierno, deben estar en primera línea en nuestra mente. Los profesionales médicos y de la enfermería, el personal auxiliar y de limpieza acuden a diario a trabajar a los hospitales y las consultas de atención primaria y se ocupan de todo lo que les eche encima. Confiar exclusivamente en el sistema sanitario para luchar contra la pandemia es como dejar a un portero solo en un campo de fútbol. Todos tenemos que poner de nuestra parte para aliviar la carga del servicio sanitario. Esto quizás significa posponer ciertos encuentros sociales hasta la primavera o el verano del año que viene y mientras tanto hacer todo lo que podamos ahora para evitar contagiarnos y contagiar a otras personas.

Devi Sridhar es profesora y presidenta de la Unidad de Salud Pública Global de la Universidad de Edimburgo.

Traducido por Alberto Arce.

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