Mujeres y niñas ucranianas denuncian violaciones como “arma de guerra”
Mujeres de toda Ucrania afrontan la amenaza de la violación como un arma de guerra mientras salen a la luz pruebas de violencia sexual en las zonas reconquistadas a las fuerzas rusas en retirada.
El mundo se horrorizó este domingo con la imagen tomada por el fotógrafo Mikhail Palinchak en una carretera a 20 kilómetros de Kiev, la capital ucraniana. Bajo una manta se encontró apilados los cadáveres de un hombre y varias mujeres. Las mujeres estaban desnudas y sus cuerpos habían sido en parte quemados, según el fotógrafo.
La dura imagen se suma a las crecientes pruebas de ejecuciones sumarias, violaciones y torturas sufridas por la población civil en zonas bajo control ruso desde que el Kremlin decidió invadir Ucrania el 24 de febrero.
La ONG Human Rights Watch ha recogido también denuncias sobre abusos contra civiles a manos de las tropas rusas, incluida la violación. En un resumen publicado este domingo, recoge el testimonio de una mujer que le dijo ser “violada de manera repetida por un soldado ruso en un colegio en la región de Járkov donde ella y su familia se estaban refugiando el 13 de marzo” y dice que el soldado “la golpeó, le cortó la cara, el cuello y el pelo con un cuchillo”. La mujer mostró las fotografías de sus heridas antes de recibir tratamiento médico a Human Rights Watch, según explica la organización de defensa de los derechos humanos.
La magnitud de la violencia sexual es especialmente difícil de estimar. A medida que las tropas invasoras se han retirado de ciudades y pueblos en la periferia de la capital para centrar su esfuerzo bélico sobre el este de Ucrania, las mujeres y niñas han comenzado a acudir a la policía, los medios de comunicación y las organizaciones de defensa de los derechos humanos para contar atrocidades sufridas a manos de los soldados rusos. Entre los terribles testimonios recogidos por los investigadores hay agresiones sexuales a punta de pistola, violaciones masivas y violaciones cometidas delante de niños.
“A través de nuestra línea de emergencia hemos recibido varias llamadas de mujeres y niñas pidiendo ayuda, pero en la mayoría de los casos ha sido imposible ayudarlas físicamente, no hemos podido llegar a ellas por los combates”, dice Kateryna Cherepakha, presidenta de La Strada Ucrania, una organización humanitaria que apoya a víctimas de trata, violencia doméstica y agresiones sexuales. “La violación es un delito poco denunciado y estigmatizado incluso en tiempos de paz, me preocupa que lo que sepamos sea solo la punta del iceberg”, dice.
Las violaciones y las agresiones sexuales se consideran crímenes de guerra y van en contra del derecho internacional humanitario. Tanto el fiscal general de Ucrania como el Tribunal Penal Internacional han declarado que abrirán investigaciones sobre las denuncias de violencia sexual. Pero la posibilidad lejana de que se haga justicia no sirve para apaciguar el temor de las mujeres ucranianas sobre lo que aún puede pasar en una guerra que aún parece lejos de llegar a su fin.
Buscar anticonceptivos entre bombardeos
Antonina Medvedchuk, de 31 años, dice que cuando se despertó con el sonido de los bombardeos el primer día de la guerra, lo primero que cogió antes de salir de Kiev fueron preservativos y tijeras para usar como arma defensiva. “En lugar de un botiquín básico, en cada pausa entre los bombardeos y el toque de queda buscaba anticonceptivos de emergencia”, dice. “Mi madre intentaba tranquilizarme, 'esta guerra no es como aquella, ya no existen, son de películas antiguas'... Yo llevo ocho años siendo feminista. He llorado en silencio porque todas las guerras son así”.
Las mujeres ucranianas no afrontan solo la amenaza de los soldados rusos. En Vinnytsia, una ciudad del oeste de Ucrania, una profesora denunció a la policía que un miembro de los servicios de defensa territorial la había arrastrado hasta la biblioteca del colegio para tratar de violarla allí. Después de eso lo detuvieron.
Organizaciones como La Strada Ucrania y la red nacional Taller Feminista están distribuyendo información por Internet junto a las autoridades locales sobre el apoyo médico, legal y psicológico disponible para víctimas de agresiones sexuales. También buscan refugios seguros para mujeres y niñas que huyen de la guerra y la violencia doméstica.
El temor es que el trauma causado por el uso de la violación como arma de guerra provoque en los próximos años un profundo sufrimiento dentro de la sociedad ucraniana.
“Cuando una mujer se aleja parece que está a salvo, que está lejos de las armas y del hombre que la violó”, dice Sasha Kantser, responsable de asuntos externos de la sección de Leópolis de Taller Feminista, que ha ayudado a cientos de mujeres y niñas desplazadas desde que estalló la guerra. “Pero el trauma es una bomba dentro de ella, que la persigue. La magnitud de lo que está ocurriendo ahora es desgarradora”, dice.
Traducción de Francisco de Zárate
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