El éxito de la selección de fútbol genera sentimientos encontrados entre los exiliados sirios

Martin Chulov

Beirut —

Minutos después del gol del empate que llevará a la selección siria de fútbol a la repesca del clasificatorio para el Mundial, Tareq, aficionado al fútbol y crítico con el régimen, no sabía cómo reaccionar ni qué pensar.

Junto a él, en Beirut, otros dos exiliados sirios, Akram y Hashem, sienten algo parecido. Los tres, que no llegan a la treintena, huyeron con sus familias cuando estalló la guerra en su país en 2011. Y seis violentos años después, los buenos momentos han sido extraños y a menudo, artificiales.

Para unos jugadores mal pagados y un Gobierno lleno de problemas, no podría haber habido un mejor guión: un partido que podía elevar a un equipo de luchadores al mejor evento del mundo del deporte, al tiempo que permitía a sus líderes reivindicar una batalla todavía más importante. La selección nacional ha dado a Siria un momento para el orgullo nacional que ni la política ni el campo de batalla han conseguido.

Pero desde su casa en Líbano, los tres exiliados están preocupados. “La liga de fútbol en Siria está hecha de cadáveres”, afirma Tareq, que pide no hacer público su apellido. “¿Has visto el vídeo del hijo de Bashar al Asad, Hafez? 'Todos estamos con vosotros. Estamos orgullosos de vosotros', decía. Es divertido, no recuerdo que el régimen haya apoyado antes a la selección. A la mayoría de los jugadores apenas se les paga para llegar a fin de mes. Ahora el régimen está elevando a los jugadores a una especie de héroes cuando realmente no les podría importar menos el deporte. Dejad en paz al equipo”, añade.

En Damasco, el enfrentamiento con Irán se esperaba con ganas. Se instalaron pantallas por la capital y miles de aficionados ondearon la bandera nacional durante el partido.

Un 2-2 no era exactamente el final soñado, pero el gol del empate en el tiempo de descuento mantiene vivo un sueño improbable que se decidirá en octubre en un choque contra Australia en Malasia.

Se ha hablado mucho en Damasco de la vuelta de dos jugadores estrella que fueron leales a la oposición antiAsad al comienzo de la guerra. Uno, Omar al Soma, quien anotó el gol de la victoria, dio la vuelta a un estadio en Kuwait con la bandera de la oposición. El otro, Firas al Khatib, se expresó en varias ocasiones en favor de los insurgentes que, antes de ser superados por los defensores del régimen y sus fuerzas el año pasado, pusieron en serio peligro el mandato de cuatro décadas de la familia Asad.

Khatib volvió a Siria a principios de este año. Antes de hacerlo, manifestó su dilema en una entrevista con ESPN. “Todos los días antes de dormir pasaba entre una y dos horas pensando solo en esta decisión”, afirmó. “Pase lo que pase, 12 millones de sirios me querrán y otros 12 querrán matarme”, añadió.

Khatib tuvo un recibimiento especial en el aeropuerto de Damasco en febrero. De acuerdo con ESPN, otros 38 jugadores de las dos mejores divisiones de la liga siria no lo tuvieron: murieron a manos de las fuerzas gubernamentales.

“La atención que le están dando a esta situación es más que solo el hecho de que la selección siria haya llegado tan lejos”, indica Tareq. “El régimen está utilizando a su favor el apoyo y el amor que los sirios sienten por su equipo. Como si estuvieran diciendo a la gente: 'Mirad, estamos en el mismo bando. Incluso tenemos jugadores que se oponen a nosotros y les apoyamos. Estamos unidos'. Yo pensaba que los deportes debían ser políticamente neutrales”.

“Pero estoy orgulloso, estoy orgulloso de lo lejos que han llegado. Estoy orgulloso de que haya en el equipo miembros de la oposición. Estoy orgulloso de que hayan llegado tan lejos a pesar de estar en quiebra y de no tener los recursos para entrenar como otros equipos”, afirma Tareq.

Hashem, que ha sido crítico con el Gobierno sirio durante la mayor parte de la guerra, afirma: “Esto te muestra cómo el Gobierno controla y utiliza cualquier aspecto de la vida social en favor del régimen. Aun así, apoyo al equipo. No puedo culpar a los jugadores porque están jugando al fútbol, no a las armas”.

“Tengo amigos en la oposición y amigos en el régimen, pero en general todo el mundo que conozco sienten lo mismo en esto. No hagamos caso de la rechazable estratagema del régimen sobre unidad y normalidad. No puedo decir que no esté orgulloso hoy de la victoria”, confiesa Hashem.

Akram, el tercer exiliado, asegura que también disfrutó con la victoria, a pesar de que los líderes del país se habían apropiado de ella. “Los iraníes no estaban dispuestos a hacernos ningún favor. Les demostramos lo que podemos hacer”, afirma. “Nos enorgullece el equipo, es algo sobre lo que nos podemos unir. Si el régimen se diese cuenta, no politizaría la liga”, sostiene.

“Me acuerdo de la apertura de un estadio de fútbol en Alepo antes de la guerra. Incluso Erdogan estaba y se celebró un partido amistoso entre turcos y sirios, que nunca llegó a los titulares. Los deportes no llegan a los titulares. Ahora el Gobierno está usando todas las herramientas de propaganda a su disposición para mostrarse fuerte ante la sociedad”, asegura.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti