El primer ministro británico, Boris Johnson, se ha salvado. Al menos por ahora. Según las reglas del Partido Conservador, su victoria por 211 votos a favor y 148 en contra en una moción interna de los diputados tories significa que no tendrá que enfrentarse a un desafío similar en los próximos 12 meses. Sin embargo, la vida no va a ser necesariamente más fácil para el primer ministro de Reino Unido. Estos son los principales retos que tiene por delante.
Dos elecciones decisivas
Cualquier mini luna de miel posterior a la moción podría terminar de forma accidentada el 23 de junio, cuando los votantes de Wakefield, en el norte de Inglaterra, y de Tiverton y Honiton, en el suroeste, elijan en las elecciones especiales para reemplazar en la Cámara de los Comunes a dos diputados conservadores caídos en desgracia: uno de ellos se fue después de una condena por agresión sexual y el otro por ver pornografía en el Parlamento.
El pronóstico es que los laboristas recuperarán Wakefield, un escaño que tenían antes de 2019, y que los liberal-demócratas podrían hacerse con Tiverton y Honiton, a pesar de que hace tres años los conservadores consiguieron una mayoría con casi 25.000 votos de diferencia con respecto a su oponente. A los diputados conservadores les preocupa que un Johnson desprestigiado deje de ser una fuente de votos. Pronto tendremos la respuesta.
Otra investigación del 'partygate'
El informe de Sue Gray sobre las fiestas celebradas en Downing Street durante el confinamiento no es el final de la historia. Además del malestar entre los diputados por el comportamiento de Johnson durante la pandemia, el primer ministro se enfrenta a una investigación de la comisión de privilegios de los Comunes sobre si mintió al Parlamento al insistir una y otra vez que no sabía nada de eventos sociales prohibidos.
Se espera que la investigación dure meses y los resultados podrían no ser concluyentes, pero si Johnson logra permanecer en el cargo durante ese tiempo, podría ser finalmente expulsado si se concluye que engañó al Parlamento.
Coste de vida
Boris Johnson ha presentado la moción interna como una oportunidad para “seguir con el trabajo”. Pero esta tarea no es nada fácil con una inflación del 9%, millones de personas empujadas a la inseguridad energética y una probable situación de crisis económica en otoño, que podría conllevar un aumento de la pobreza.
Johnson y su ministro de Economía, Rishi Sunak, tienen previsto pronunciar un discurso conjunto la semana que viene sobre las próximas medidas, pero después de que Sunak se comprometiera a destinar 15.000 millones de libras (casi 17.600 millones de euros) a nuevas medidas hace menos de 15 días, es probable que cualquier propuesta que se esboce ahora no sea más que un sueño aspiracional.
Del mismo modo, parece que cada vez es más reducido el espacio para nuevas políticas. Se espera que el primer discurso de Johnson tras la moción, previsto para este jueves, se refiera a la vivienda y a los planes para ampliar el plan de derecho a la compra a los inquilinos de las asociaciones de vivienda, una idea controvertida que se planteó por primera vez en el programa del Partido Conservador de 2015.
Posible remodelación
Aunque la oficina del primer ministro insistió este martes en que esto “no está planeado”, la forma tradicional de marcar un nuevo inicio después de una crisis interna es cambiar a algunos ministros y, en particular, apuntalar el apoyo entre los diputados vacilantes, ofreciéndoles cargos de perfil bajo en el Gobierno.
Sin embargo, incluso esto es llamativo por los peligros que conlleva, sobre todo cuando se trata de desplazar a altos cargos hacia un lado u otro. Ha llamado la atención el hecho de que Priti Patel, la ministra de Interior, no tuiteara su apoyo a Johnson en la votación de este lunes y se entiende que es muy reacia a ser desplazada de su puesto, tal y como se ha rumoreado.
Cortejar a los tories
Este es quizá el obstáculo más infranqueable de todos para los primeros ministros que ven peligrar su cargo. Es difícil desde el punto de vista psicológico para los diputados oponerse a su líder y posteriormente volver a la posición anterior. Entre las pocas excepciones está Douglas Ross, el líder de los conservadores escoceses que retiró su carta pidiendo la dimisión de Johnson.
No obstante, los primeros ministros de Reino Unido que anteriormente estuvieron en la misma tesitura que Johnson optaron por escuchar y tender la mano. Pero es sorprendente que el lenguaje del primer ministro y de Downing Street desde la votación haya ido dirigido a sus partidarios y a reafirmar sus posicionamientos. Con ello se arriesgan a que las posiciones actuales se enroquen.
Cambio en las reglas del partido
Esta es posiblemente la mayor amenaza para Johnson en términos prácticos. Aunque su victoria de este lunes le concede teóricamente un año de gracia, Johnson sabe bien que el Comité 1922 de los diputados tories, que establece las reglas de las impugnaciones, puede cambiarlas muy fácilmente.
Theresa May salió airosa de una moción de censura interna en diciembre de 2018 con un margen mayor que el de Johnson, pero a los pocos meses se vio obligada a pactar su salida, después de que los diputados pusieran sobre la mesa la posibilidad de cambiar las reglas internas del partido. Las reglas no se hacen públicas –supuestamente solo existe una copia bajo custodia del presidente de la comisión, Graham Brady- y su modificación podría hacerse rápidamente.
El hastío
Johnson puede ser retratado habitualmente como extremadamente ambicioso y ávido de poder, pero la realidad es más compleja, sobre todo por su evidente deseo de caer bien. Su espíritu lo convierte en un primer ministro mucho más adecuado para los buenos tiempos y para el ascenso que para el declive, las disputas y una muerte política fulminante.
Puede ser improbable, pero no es imposible que en algún momento de los próximos meses, a medida que el tumulto de voces hostiles de los parlamentarios se haga más fuerte, Johnson simplemente decida anunciar una fecha de salida, renuncie como diputado y opte por terminar finalmente su libro sobre Shakespeare y ganar grandes sumas de dinero en un circuito de conferencias en las que se dirigirá a un público mucho menos hostil.
Traducción de Emma Reverter