Obligados al pluriempleo: así genera (más) desigualdad la reducción de la jornada laboral en Corea del Sur
Kim Jeong-cheol se despierta todos los días a las 6 de la mañana para entregar paquetes a los residentes de una zona adinerada de Seúl. Por las noches, transporta a esas mismas personas hasta sus casas. Su jornada termina mucho después de la medianoche. También trabaja en una empresa de distribución de cosméticos que maneja desde casa junto a su esposa.
Kim, de 59 años, es uno de los muchos habitantes de la capital surcoreana que se han visto obligados a buscar trabajos extra para subsistir, debido a los efectos perniciosos de una ley que pretendía limitar las horas de trabajo y aumentar el tiempo libre.
El pasado 1 de julio, Corea del Sur redujo el máximo de horas semanales en una jornada laboral, pasando de 68 a 52. Pero la nueva regulación, que pretendía combatir las largas jornadas en las oficinas de acero y vidrio de Seúl, ha terminado siendo contraproducente para aquellos que ocupan puestos en los trabajos más precarios. Enfrentados a los recortes salariales, muchos de ellos están ahora acudiendo en masa a buscar empleo en sectores poco regulados.
Kim tuvo que aceptar un trabajo de repartidor –para el Correos surcoreano–, ya que la nueva ley también aumentó el número de oficinistas que vuelven a casa temprano y redujo la demanda de su servicio de transportes nocturnos. Kim tiene que mantener a sus tres hijas hasta que tengan edad para ir a la universidad y, ahora, trabaja unas 19 horas al día. “Éramos una familia feliz, yo pasaba mucho tiempo con mis hijas y, cuando tenía un poco de tiempo libre, leía la Biblia”, dice. “El Parlamento está aprobando leyes nuevas que solo benefician a los ricos y poderosos”.
Cuando entró en vigor la ley, los ingresos de Kim bajaron un 40%. Su caso no es el único. Una mujer que pidió que solo se publicara su apellido, Park, tuvo que trabajar en una tienda de comestibles al perder unos 500.000 won mensuales [unos 390 euros] como consecuencia del límite en las horas de trabajo. Algo similar ocurrió con Seo, un obrero de la construcción que también tuvo que pluriemplearse, conduciendo un autobús no oficial.
Según las estimaciones del Parlamento de Corea del Sur, unos 150.000 trabajadores sufrirán un recorte de su salario de unos 320 euros al mes con la limitación de la jornada laboral. De acuerdo con las estadísticas oficiales, aproximadamente uno de cada tres empleados en Corea del Sur trabaja con horarios irregulares en tiendas de comestibles y sectores como la construcción, el transporte de pasajeros o la limpieza.
Una vida con tardes
En la década de los años 60, la economía surcoreana creció a toda velocidad. Al país que había salido tambaleándose de la Guerra de Corea (1950-1953) le llevó una sola generación convertirse en la duodécima economía del mundo. Lo hizo a expensas del tiempo libre y con gigantes nacionales del tamaño de Samsung, Hyundai y LG ejerciendo una influencia notable en la política.
Los trabajadores surcoreanos tienen una de las jornadas laborales más largas entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Solo los mexicanos trabajan más tiempo. El año pasado, el surcoreano promedio trabajó 2.024 horas, unas 38,9 horas por semana (en el grupo de las economías más desarrolladas no figuran países como China y la India, ni los países en desarrollo, donde se trabaja más).
Este agotador ambiente laboral es responsable de varios problemas sociales, desde la baja tasa de natalidad de Corea del Sur hasta la caída en picado de la productividad. Según Chung Hyun-back, ministro de Familia y de Igualdad de Género, las jornadas laborales son “inhumanamente largas” y han contribuido al rápido envejecimiento de la sociedad surcoreana.
Pese a que el ingreso medio es relativamente similar al de los empleados británicos y australianos, los surcoreanos trabajan unas 340 horas más cada año. Es decir, nueve semanas extra. En comparación con los estadounidenses, la sobrecarga de los surcoreanos es de unas seis semanas más al año.
Hay un buen dato para acabar con la cultura de las jornadas interminables: según una investigación de la Universidad de Stanford, trabajar más de 50 horas a la semana reduce la productividad. No hay muchas diferencias en lo producido por un empleado que trabaja entre 56 y 70 horas.
Pese a las dificultades que están encontrando aquellos que cobran por hora trabajada, la nueva ley ha contentado, sin embargo, a los oficinistas. Algunos llevaban tiempo quejándose de una cultura en la que debían permanecer en el puesto de trabajo hasta tarde, aunque ya no haya tareas que llevar a cabo. Otros dicen que los jefes tenían la costumbre de encargar trabajos extra fuera del horario normal. De ahí que muchos empleados pasaran el día postergando cosas que hacer: sabían que de todas formas iban a tener que quedarse hasta tarde.
Los viernes, el Ayuntamiento de Seúl corta la luz del edificio a las 7 de la tarde y algunas empresas privadas están emitiendo recordatorios a lo largo de la semana para decir a la gente que se vaya a casa más temprano. En algunos casos, tiendas y panaderías han reducido los horarios de atención al público hasta en una hora.
Las estrategias más agresivas incluyen limitar el número de horas aprovechando el sistema de accesos con tarjetas o instalar cámaras para vigilar las oficinas en busca de empleados que se quedan hasta tarde. Los empresarios que incumplen la ley se enfrentan a fuertes multas y hasta dos años de cárcel.
“Es muy difícil decirle a tu jefe o a tus superiores que te vas a casa cuando ellos siguen en la oficina; incluso he tenido que decirles lo siento por irme cuando tenía planes”, dice Jay Jung, de 27 años, que trabaja en la gestión de un hospital. Antes trabajaba al menos dos o tres horas extras por día: “Ahora, la llamada 'vida con tardes' es posible porque podemos volver a casa a tiempo”.
Un último recurso
Pero la gente de clase obrera desprecia con burlas la nueva ley, que les ha forzado a tener un segundo o tercer empleo. “En vez de una vida con cena, hay una nueva vida donde tienes que saltarte la cena”, dicen.
Según Kim Jong-yong, director de la Asociación Coreana de Conductores de Relevo, desde que se aprobó la ley unas 20.000 personas han pedido ser incorporadas en el listado de chóferes a demanda. Ante el aumento en la oferta de trabajadores, las empresas han bajado las tarifas. Kim dice que la principal aplicación para móviles del mercado lo bloqueó porque defendía los derechos de los trabajadores.
“¿Dónde está la protección legal para nosotros?”, se pregunta Kim, que critica: “Se suponía que la ley de 52 horas iba a mejorar la vida de todos los trabajadores, pero solo está afectando positivamente a los que tienen empleos estables y bien remunerados, como los funcionarios públicos y los trabajadores de grandes empresas”.
“Los que no se han quedado en la calle se han salvado porque han encontrado un segundo trabajo, que es el último recurso. Sus luchas reflejan la forma en que la sociedad coreana trata y valora a la clase obrera”, concluye.
Traducido por Francisco de Zárate